Que nuestros ojos no se nublen con lágrimas,
que se iluminen con gozo mirando a las alturas;
levanten la vista y vigilen, atentos a su espera.
Sí, en breve, el Señor vendrá.
Pronto la Vía Láctea sembrada de estrellas,
en el esplendor azul de aquella bóveda,
se desplegará con gloria jamás imaginada.
Sí, en breve, el Señor vendrá.
Transformados en un abrir y cerrar de ojos,
investidos con lozanía inmortal,
le veremos en su trono alto y sublime,
y cantaremos: «¡EI Señor ha llegado ya!».
El resplandor glorioso de su rostro
consumirá estas vestiduras mortales,
y toda mancha y arruga borrará. Señor Jesús, ¡ven pronto!
¡Cómo será habitar contigo,
si tú mismo eres nuestro eterno hogar!
¡Oh gloria eterna, oh gozo inefable!
¡Señor Jesús, ven pronto!