He aquí, yo os envío el profeta Elías… Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres…”.

– Malaquías 4:5-6.

Cuando el corazón de los padres se vuelve de verdad a los hijos, entonces necesariamente el corazón de los hijos se volverá a sus padres. La mayor responsabilidad recae en la primera generación.

La mayor pérdida en la familia cristiana ocurre cuando los padres no instruyen a sus hijos en el camino de la fe. Durante al menos quince años los menores están a entera disposición de sus padres, con una mente receptiva y con un corazón sensible. Si hemos fracasado en nuestra labor de sembrar en ellos la buena semilla, y comenzamos a cosechar el fruto de la rebeldía de los hijos, debemos ser los primeros en empezar a recuperar las cosas.

El que siembra para su carne, de la carne segará corrupción” (Gál. 6:8). Usted tiene que segar todavía todo lo que sembró, mientras espera en la misericordia del Señor. Los padres deben arrepentirse ante Dios de sus obras, y luego hacer lo mismo ante sus hijos, para luego retomar el camino perdido.

En los tiempos de Malaquías, el corazón de los padres estaba distanciado de los hijos. Tal panorama no difiere mucho de la situación actual. La indiferencia y rebeldía de los hijos es solo la consecuencia de una falta de atención de los padres hacia ellos, o de su omisión en cuanto a seguir al Señor en su responsabilidad como padres.

Hoy vemos muchos padres consentidores, que dan diez veces una orden y las diez veces sus hijos las desobedecen, sin que esto sea corregido. Eso no es un rasgo de amor o de misericordia, sino una desobediencia al Señor.

La obra restauradora de nuestro tiempo, igual que en aquellos días, apunta a la normalización de las relaciones familiares. Como consecuencia de que los padres se vuelvan a los hijos, éstos serán sanados, recuperados de su rebeldía, y su corazón se volverá fértil para la semilla de la palabra de Dios.

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