Que si pasas por mi puerta,
te detengas, mi Señor;
hay enfermos en mi casa:
necesitan sanidad.
Si no tienes mucho apuro,
que te quedes a cenar;
y si ya llegó la noche,
bien te puedes hospedar.
Si mañana, al desayuno,
tú quisieras compartir,
me levantaré temprano
con mis hijos, mi mujer,
y la abuela que sanaste
se levante a hacer el pan;
y así, todos reunidos,
danos tú la salvación.

Que te quedes cuanto quieras:
todo el día, todo el mes;
todo el año, hasta siempre,
no te vayas mi Señor.

Llenaremos nuestra casa
con la gracia de tu amor:
toma tú toda la estancia:
¡quédate en mi corazón!