En los cruciales días que vivimos, muchos esperan que algo extraordinario ocurra. La Biblia abunda en profecías que permiten concluir que estamos próximos a la venida del Señor Jesucristo para arrebatar a su iglesia. Este suceso está prefigurado en el Antiguo Testamento mediante tres personajes: Enoc, Isaac y Lot. Veamos cómo ellos nos muestran diferentes aspectos de este acontecimiento.

Enoc. En Génesis cap. 5 se nombran los primeros descendientes de Adán. De todos ellos se dice que vivieron y murieron. Sin embargo, del séptimo se dice: «Y caminó Enoc con Dios … y desapareció, porque le llevó Dios» (v. 22, 24). Enoc fue arrebatado antes de que el diluvio arrasara con todo ser viviente. Es, por tanto, un hermoso tipo de aquellos que no dormirán, sino que serán «transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos» (1 Cor. 15:51-52).

Isaac y Rebeca. La historia de Isaac y Rebeca nos muestra detalles preciosos de lo que será el encuentro de Cristo y la iglesia en el rapto. Abraham, padre de Isaac, envía a su criado a buscar una esposa para su hijo desde lejanas tierras. Éste la trae ricamente ataviada. Luego de atravesar el desierto, llega a donde vive el novio. Éste ha salido al campo a pasear y allí la recibe. Luego, la lleva a su tienda, y allí la ama.

Tal como el criado, el Espíritu Santo ha sido enviado a preparar una esposa para Cristo. Para ese fin, él la ha ataviado con ricas vestiduras y dones, y la trae por el desierto del mundo hasta el encuentro con su Amado. «Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en la nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tes. 4:17).

Lot. Este era un hombre justo que vivía en Sodoma, abrumado por la vida depravada que ellos llevaban. Hasta que un día Dios decidió destruir la ciudad, y envió a dos ángeles para que sacaran a Lot de la ciudad, junto a su familia. Pero sus yernos no hicieron caso, y perecieron. La dureza e incredulidad de los impíos es tal, que tampoco se persuadirían, aunque alguno se levantase de los muertos para testificarles (Luc. 16:31).

Mientras huían de Sodoma, la esposa de Lot miró hacia atrás, y se volvió estatua de sal. Jesús dijo: «Acordaos de la mujer de Lot. El que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará» (Luc. 17:32-33). El ejemplo de esta mujer nos muestra que no todos los cristianos serán arrebatados. «Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado» (Luc. 17:34).

El Señor advierte: «Mirad por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de la vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día» (Luc. 21:34). Es preciso caminar con Dios, como hizo Enoc, y afligir cada día el alma justa, como hacía Lot. Es necesario esperar la venida del Hijo de Dios, para tener la dicha, como Rebeca, de ir a encontrarle «en el campo».

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