El físico ateo que vivió milagrosamente.

El pasado 14 de marzo falleció Stephen William Hawking a la edad de 76 años, en Cambridge (Reino Unido). Hawking fue un físico teórico brillante, tal vez el físico más famoso después de Einstein en el siglo XX.

Lamentablemente su alta inteligencia estuvo nublada por su cosmovisión atea, la que sesgó fuertemente su investigación científica.

En la mayor parte de sus libros, publicaciones y conferencias, daba a conocer sus hipótesis y teorías, y declaraba abiertamente que con ellas demostraba que Dios no era necesario para explicar el origen del universo, que su existencia se explicaba por sí misma, y concluía por tanto que Dios no existía.

Stephan Hawking incursionó en los profundos misterios de la física teórica que subyace a la estructura del cosmos, pero sin duda que llegó a ser más conocido por la temática de los agujeros negros y del origen del universo, sin la necesidad de un Creador.

Un mal terrible

Hawking negaba a Dios y los milagros, pero su vida misma no fue sino un enorme y portentoso milagro del Creador.

Su terrible enfermedad debió haberle causado la muerte en no más de tres años, como lo señalan firmemente las estadísticas que tiene la medicina especialista en ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica). Sin embargo, este hombre logró vivir cincuenta y cinco años más.

¿Cómo pudo vivir desde los 21 años (cuando se le detectó la enfermedad), hasta llegar a ser un anciano de 76 años, con una enfermedad altamente degenerativa, la que día a día le destruía irremediablemente su sistema nervioso?

En la actualidad, los científicos no tienen una respuesta clara a esta interrogante. En la enfermedad ELA las neuronas motoras se desgastan y mueren y por tanto no tienen control sobre los músculos. Cuando estos últimos dejan de funcionar en la zona faríngea y torácica, se produce la muerte porque se hace muy difícil o imposible tragar y respirar.

La admirable fe de una esposa cristiana

En varias entrevistas, Jane Hawking (la primera esposa del físico) describió parte de su vida junto a su esposo ateo, de lo difícil que fue compartir con él debido a su ateísmo, y también a lo complejo que resultó vivir con el físico durante 25 años, postrado e impedido por su enfermedad.1, 2

Sin embargo, a pesar de todo, Jane Hawking entendía en parte el ateísmo de su marido, aunque ella mantuvo su fe en Dios todo el tiempo. En una de sus declaraciones, ella señaló:

«Si a los 21 años uno tiene un diagnóstico de una enfermedad que va a matarlo en dos o tres años, ¿cómo se puede creer en un Dios benevolente? Es muy difícil. Además, Stephen es alguien que tiene que probar todo por métodos racionales. Para él, todo el universo debe tener una explicación racional. Pero si toda cosa en la tierra y el universo está gobernada por leyes matemáticas, ¿de dónde vienen estas leyes? Creo que los científicos pueden explicar cómo es que estamos aquí, pero no pueden explicar por qué estamos aquí».

Este último razonamiento realizado por Jane Hawking le diferenciaba radicalmente de lo que creía y pensaba su marido. Ella no necesitaba tener un doctorado en Física ni ser una popular científica para entender que si el universo está gobernado por unas precisas y exactas leyes matemáticas, estas solo se explican y entienden por la acción de un Ser de inteligencia sublime y Todopoderoso, que ha creado el cosmos con un propósito definido.

En 2015, Jane Hawking escribe un libro que tituló «Hacia el Infinito»3, donde relata importantes aspectos de su difícil vida matrimonial con el famoso físico. Allí comenta que oraba permanentemente por su marido, incluso en aspectos aparentemente menores, como el que no se fuese a ahogar con algún alimento que no hubiese podido tragar correctamente, porque sus músculos ya casi no funcionaban.

Ella relata que, en una ocasión, su marido estuvo al borde de la muerte, con una neumonía tan agresiva que los médicos hubieron de conectarle un respirador artificial para que no muriese. Ella no obstante no abandonaba su fe y clamaba a Dios intensamente, aún cuando los médicos le preguntaron si podían desconectar las máquinas para dejar morir a su esposo, porque éste ya no respiraba por sí mismo, y se encontraba en un coma profundo.

Ella se negó rotundamente a que le dejasen morir, y se aferró a su fe, confiando en que Dios podía sacar a su marido de esa situación insalvable para la ciencia médica. Jane oró varios días junto a su moribundo esposo, y ocurrió lo impensado; Stephen Hawking salió del estado de coma y se recuperó.

Jane explica en su libro que tiempo después hubieron de separarse, porque la vida junto al físico se tornó insoportable.

Además del gran desgaste emocional que significaba cuidarle en ese difícil estado de salud, su esposa e hijos recibían una total indiferencia de parte de Stephen Hawking, quien se encontraba envuelto en las nubes de la fama, haciéndose un adicto a ella.

Adicionalmente, el científico empezó a mostrar interés sentimental por una de sus enfermeras, con quien terminó casándose algún tiempo más tarde.

Camino al ateísmo profundo

Hawking, dio sus primeros pasos para llegar a ser un creyente cristiano y junto a Jane, asistieron a una iglesia Bautista en Londres en los inicios de su relación.

Esto ayudó a que en sus primeros escritos científicos divulgativos, el físico mostrase algún leve reconocimiento a la acción de un Dios Todopoderoso, dada la perfección de las leyes y principios matemáticos que regulan el funcionamiento del universo.

Sin embargo al poco andar, Hawking retomó el camino opuesto a la fe, a pesar de las enseñanzas y ejemplos en contrario que le brindaba su esposa.

¿Cómo llega Hawking a su ateísmo profundo? No es posible afirmarlo con certeza. ¿Lo traicionó su orgullo y vanidad al ser reconocido como uno de los físicos teóricos más populares del siglo XX?

De hecho su primer libro fue un «superventas» (Historia del Tiempo4), con más de diez millones de copias.

O tal vez su cosmovisión atea fue provocada por su condición de invalidez extrema, que lo tenía aprisionado en una silla de ruedas. Así lo da a entender el propio Hawking ante una respuesta periodística: «¿Cómo puedo creer en Dios? Miren mi cuerpo».

Su esposa Jane también declara que podía ser esto último lo que llevó al físico a desarrollar su fuerte ateísmo. Sin embargo, ella relata que siempre oraba por su marido ateo, y el milagro de que Stephen Hawking viviese más de medio siglo con ELA sugiere que sus oraciones habrían sido oídas.

Sin embargo, el físico parecía no darse cuenta de este portento sobre su vida y se empeñaba en intentar demostrar científicamente la inexistencia de Dios. Incluso inventando teorías absurdas con matemáticas irreales.

Hawking y Dios

En su primer libro, Historia del Tiempo (1988), él concluye acerca de la búsqueda de una teoría unificada de la física (la que había buscado también Einstein), que el filósofo y el físico necesitarán reunirse para plantearse la pregunta: ¿Por qué existe el universo?. Y cuando esa pregunta sea respondida, decía Hawking, entonces «conoceremos la mente de Dios».

Pero dos décadas después, él cambia su cosmovisión, y en un nuevo libro que escribe en colaboración con Leonard Mlodinow, el que titula El Gran Diseño (2010)5, termina concluyendo que no se requiere de un Diseñador para explicar el origen del universo y afirma que: «Debido a que existe la ley de la gravedad, el universo pudo crearse a sí mismo de la nada».

De este modo Hawking difiere totalmente de su primer libro, y ya no le interesa conocer la mente de Dios, porque afirma categóricamente que no hay Dios.

Con la publicación del libro «Historia del tiempo», Hawking creyó haber descubierto las bases físicas y matemáticas para establecer la «Teoría de la gran unificación», la que articularía a las cuatro fuerzas principales conocidas en el universo, en un solo modelo explicativo (la fuerza fuerte a nivel atómico, la fuerza electromagnética, la fuerza débil que actúa en el núcleo atómico, y la fuerza gravitacional).

Pero, en realidad, no se trataba de una teoría sino de una mera hipótesis que debía ser sometida a prueba por los métodos experimentales, y que la ciencia hasta ahora no lo ha hecho, y seguramente no lo podrá hacer, porque la hipótesis de la gran unificación considera escalas físicas y modelos muy diferentes, varios de los cuales están en controversia entre los físicos y por tanto no han sido aceptados como tal.

Estas últimas son las principales razones por las que Stephen Hawking nunca obtuvo el Premio Nobel de Física. Porque nunca obtuvo evidencias experimentales que dieran respaldo a sus rebuscadas teorías de un universo que se crea sí mismo, usando para ello matemáticas y tiempo inexistentes.

¿Cómo explicar entonces que haya sido el físico más popular y reconocido en la última mitad del siglo XX? El mismo Stephen Hawking responde en parte a esta interrogante en un documental sobre su vida y obra titulado El Universo de Stephen Hawking.

Allí, el físico señala que no está seguro si su popularidad se debía a su compleja condición física que le tenía confinado en una silla de ruedas, o realmente se debía al descubrimiento de sus polémicas teorías.

Respuesta de un científico cristiano al Libro «El Gran Diseño»

John Lennox, un científico matemático de la Universidad de Oxford, respondió al desafío ateo de Hawking en su libro «El Gran Diseño»6, con otro libro denominado «Dios y Stephen Hawking». En este libro, Lennox fundamenta científicamente por qué Hawking está equivocado al decir que Dios no es el Creador del universo.

Hawking afirma que debido a que existe una ley de la gravedad, el universo puede y debe crearse de la nada. Lennox le responde que del mismo modo que un avión no pudo haberse creado por las leyes de la física, sino que necesitó de un diseñador para que existiese, así también el universo y sus precisas leyes (incluyendo la ley de la gravedad), necesitaron de un agente externo que las creara y diseñara, y ese es Dios».

Lennox comienza mostrando que muchas de las preguntas fundamentales que plantea Hawking no pueden ser respondidas dentro del ámbito de la ciencia, sino que más bien estas requieren entenderse en un ámbito filosófico.

En su obra, Lennox utiliza un razonamiento cuidadoso y lógico para mostrar las falacias en las afirmaciones de Hawking. Según Lennox, es más lógico creer en un Dios que creó el universo y puede hacer milagros dentro del universo, que creer que la ciencia lo puede explicar todo.

Efectivamente, en su libro El Gran Diseño, Hawking argumenta mucho más con filosofía y cosmovisión que con argumentos científicos. Si el universo se formó a sí mismo de manera casual, sin ninguna intervención sobrenatural, entonces nada tiene sentido, y los seres humanos solo seríamos «polvo de estrellas».

¿Cómo se obtiene un universo de la nada? Es lo que Hawking intentó resolver en su libro El Gran Diseño y fracasó porque lo que él llama nada, en realidad no es que sea realmente nada; es más bien un vacío cuántico, con una partícula desconocida que habría contenido toda la energía del universo a unas presiones y temperaturas infinitas, y en un punto infinitamente pequeño.

La nada real, que es de donde Dios crea el universo de acuerdo a la Biblia, es la nada absoluta, sin vacíos cuánticos ni partículas. Dios trae a la existencia materia espacio tiempo y energía a partir de su inexistencia.

Los cielos cuentan la gloria de Dios 

Lo paradójico del astrofísico ateo Stephen Hawking es que se pasó la vida como científico mirando a los cielos y buscando explicaciones matemáticas acerca de sus orígenes. Se maravillaba con ellos e intentaba buscar una teoría racional que diese cuenta de la existencia del maravilloso universo que tenía ante sí.

Hoy día, Hawking ya tiene la gran respuesta a su interrogante. Pero la pudo haber tenido también en vida, con la más perfecta explicación escrita jamás acerca de los orígenes de los cielos, de las pléyades, y de las estrellas, porque fue el propio Creador quien se lo reveló a los escritores bíblicos. «Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa» (Rom. 1:20, NVI).

Veamos algunos ejemplos: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra … ¡Oh Jehová, Señor nuestro! … Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste … Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos … Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos: Ellos perecerán, mas tú permaneces…» (Gén. 1:1; Sal. 8:1, 3; 19:1; Heb. 1:10-11).

Además del reconocimiento hecho por Moisés, por el salmista y el autor de Hebreos respecto al Creador del universo, en el Libro de Job, se registra al propio Creador dando cuenta de ello.

Le pregunta el Señor a Job: «¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos? ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?» (Job 38:31-32)

Conocimiento más allá del laboratorio

Hoy, los pocos datos parciales e imperfectos con que cuenta la ciencia acerca de los orígenes del universo corroboran que este rebosa de diseño y proclama con fuerza la inteligencia de su Hacedor.

Por ello, Hawking luchó arduamente por darle forma a alguna hipótesis que respaldara un universo auto-sustentado, aunque tuviese que inventar matemáticas inexistentes y un tiempo imaginario.

Su mayor propósito era hallar algún argumento que demostrase que Dios no es necesario como Creador del universo.

¡Qué triste e ineficaz propósito el de Hawkins, cuando la Biblia afirma categóricamente que el universo vino a la existencia de la nada, no hecho de materia preexistente, mediante un acto sobrenatural de un Dios Todopoderoso!

No hay modelos matemáticos ni físicos que lo puedan explicar, porque las leyes del universo y de la naturaleza que pueden ser descritas por medio de la física y las matemáticas, Dios las trajo a la existencia junto con el propio universo.

Se acaban las matemáticas y la física en ausencia del universo. Sin universo no hay materia, ni energía ni tiempo ni espacio, que es donde las leyes naturales diseñadas por Dios actúan.

El cientificismo cree poder explicarlo todo, incluyendo los orígenes del universo, la vida, etc., en base a hipótesis pletóricas de fantasías y quimeras, explicadas con lenguaje críptico y tecno-científico, altamente rebuscado.

Las hipótesis así construidas impresionan a quienes no conocen de ciencia y de cómo ésta funciona. Pero lo real es que la ciencia tiene límites, los que están dados por los propios métodos que utiliza, por las propias limitaciones humanas, y por el inexorable apego a la acotada temporalidad de sus experimentos.

Esto fue claramente definido por los filósofos de la ciencia más importantes del siglo XX (Popper, Khun y Feyerabend)7.

Es por esto que lo único que cabe en el ámbito de los orígenes del universo es que este conocimiento sea revelado por quien fue su Creador.

Y es precisamente así como lo declara la Biblia en Hebreos 11:3: «Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles» (LBLA8).

Esta última frase afirma que el universo, con todas sus dimensiones (materia, espacio, tiempo, energía) y leyes precisas de funcionamiento, vino a la existencia, no de material preexistente, sino que vino de la nada.

Es necesario entonces concluir que si el universo debe su existencia a una causa externa, ésta necesariamente apunta al único y sabio Dios de la Biblia, Todopoderoso, Creador, sin principio ni fin, trascendente, quien hizo los cielos, la Tierra y al ser humano, con un claro propósito.

Solo Dios es la explicación última y absoluta del universo, y así lo revelan hoy las matemáticas y la física existentes, conocidas por la ciencia. Las matemáticas y física imaginarias e irreales, inventadas para promover el ateísmo, probablemente no murieron con Stephen Hawking.

Bibliografía

  1. Hawking Jane. 2015. «Necesité la fe para cuidar a Stephen, es un milagro que viva». Entrevista del diario español El Mundo, realizada por Paulo Jáuregui el 22 de enero de 2015.
  2. Hawking Jane. 2015. «Que Hawking fuera tratado como dios, nos afectó como familia». Entrevista del semanario argentino Perfil, realizada el 18 de febrero de 2015.
  3. Hawking Jane. 2015. Hacia el Infinito. Ed. Lumen. 560 pág.
  4. Hawking Stephen. 1988. Historia del tiempo; Del Big Bang a los agujeros negros. RBA Editores, España.
  5. Hawking Stephen & Leonard Mlodinow. 2010. El Gran Diseño. Ed. Crítica, Barcelona, España. 228 pág.
  6. Lennox John. 2001. God and Stephen Hawking. Whose Design Is It Anyway? Oxford: Lion Hudson. 96 pág.
  7. Horgan John. 1998. El fin de la ciencia: los límites del conocimiento en el declive de la era científica. 266 págs.
  8. LBLA 1986. La Biblia de las Américas.