Consideraciones acerca del propósito de Dios y su obra presente.

La revelación de la iglesia

Romanos 12:2 dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta». En los capítulos anteriores de Romanos, Pablo habló acerca de los principales tópicos de la fe cristiana. Desde el capítulo 2 hasta el 8, de una manera maravillosa, el Espíritu Santo va hablando acerca de la fe, justificación, santificación, redención, glorificación. Y cuando llega al capítulo 12, dice que nosotros tenemos que ser transformados por medio de la renovación de nuestro entendimiento para conocer la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.

O sea, es como si Pablo recién ahora nos diga: ‘Miren, lo que vamos a ver a continuación requiere que ustedes tengan una mente renovada. Probablemente entender los capítulos anteriores no requirió de tanto como lo que viene ahora’. ¿Cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta? Y vean el versículo 3: «Digo, pues, en la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros…» ¿Qué cosa? «…que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno».

O sea, es como si dijera –voy a parafrasear un poco–: ‘Hermanos, hasta aquí hemos hablado de cosas grandes: justificación, santificación, glorificación. Pero, ahora, a continuación, vamos a hablar de la cosa más grande; y ustedes precisan tener un entendimiento renovado para entender lo que viene a continuación’. Y dice: ‘Ustedes hasta aquí, han entendido la vida cristiana desde la óptica individual: yo justificado, yo santificado, yo glorificado. Pero a partir de aquí en adelante vamos a ver la obra de Dios en un sentido plural, y para que esto pueda ser hecho, necesitamos verdaderamente una renovación del entendimiento’.

‘Así que ustedes’, dice Pablo a los romanos, ‘que hasta aquí han estado viendo la vida cristiana de su óptica particular, ahora los voy a conducir para que vean que ustedes son una cosita así’. Por eso dice: «Nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener». O sea: ‘Bajen, desciendan, sean humildes’. Y luego en el versículo 4 dice: «Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros».

Entonces, ¿dónde está la novedad? ¿Cuál es la cosa que requiere revelación y renovación del entendimiento? ¡Que somos miembros del cuerpo de Cristo! Ahora, entender que somos miembros es una cosa simple. Pero es muy difícil vivirlo, porque significa aceptar que tú no eres la unidad, que tú no eres el todo. Nosotros somos una partecita del todo. Significa que yo no me basto a mí mismo; yo necesito de otros miembros. Sólo soy un miembro, un ojo, la oreja. Entonces, si soy oreja, necesito del pie para caminar y del ojo para no tropezar.

Entonces, antes de tener esta revelación, pensamos que podemos vivir la vida cristiana desde el punto de vista individual. Necesitamos llegar a Romanos 12 para ver que ya no somos más individuos, sino miembros. Quiero decir, que no somos individuos que viven individualmente la vida cristiana, sino que somos miembros. Esto es la iglesia; todos miembros los unos de los otros, todos con diferente función.

Pero no sólo somos miembros de Cristo. Dice aquí que somos miembros los unos de los otros. A ver, hagamos este ejercicio: Si yo le pido a usted que diga ‘Yo soy miembro de Cristo’, eso puede ser fácil. Ahora si le pido que mire a su hermano y le diga: ‘Yo soy miembro de ti’. ¿Se fijan que eso es un poco más difícil? Cuando dice aquí que somos miembros los unos de los otros, es como decir: ‘Soy miembro de Cristo, pero a través de ti, o contigo, junto a ti, dependiendo de ti’. Ah, eso es más difícil de entender. El Señor nos socorra para avanzar en esta revelación y en este conocimiento, no sólo escritural, sino también experimentalmente.

La necesidad de ir más allá

Ahora, la revelación de la iglesia que aparece en Romanos 12 fue entendida por primera vez en el siglo XIX (1820 más o menos) en Inglaterra. Los hermanos de Plymouth, tuvieron mucha luz de la iglesia y a partir de allí se comenzó a hablar mucho de la iglesia como cuerpo. Hace ya bastante tiempo, ellos tuvieron luz acerca de Romanos 12, sobre 1ª Corintios 12, etc.

Sin embargo, si nosotros investigamos qué pasa hoy con los herederos de aquellos hermanos que vieron la iglesia en el siglo XIX, vamos a llegar a una triste conclusión: Ellos están totalmente divididos en cientos y cientos de fracciones en el mundo entero. Y uno puede legítimamente preguntarse: ¿Cómo es que esta revelación en ver de unir, separa?

Creo que una explicación está un poco más adelante, en el capítulo 14 de Romanos: «Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que no come; porque Dios le ha recibido».

Los débiles juzgan a los que son fuertes, y los fuertes menosprecian a los débiles. Esto es lo que se producía y es lo que se produce cuando estamos en la vida del cuerpo. Hay unos que son fuertes y comen de todo, otros que son débiles y comen sólo legumbres.

Entonces, aquellos hermanos tuvieron la revelación de Romanos 12, pero no atendieron a Romanos 14. Así que por cualquier diferencia, decían, por ejemplo: ‘Yo no puedo tener comunión contigo, porque tú no ves las cosas como yo las veo; tú no crees en el milenio como yo creo; así que no puedo tener comunión contigo’. Así fue como se dividieron. Tuvieron múltiples razones para dividirse.

El desafío para nosotros hoy, en este tramo que nos toca vivir de la restauración de la iglesia, es Romanos 14 y Romanos 15. «Recibíos los unos a los otros, pero no para contender sobre opiniones». Hermanos, ha habido tantas divisiones en el pueblo de Dios, pero aquí en el versículo 9 dice: «Porque Cristo para esto murió y resucito, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven».

El Señor es Señor de los muertos como de los que viven. ¿Habrá una distancia más grande que la que hay entre los muertos y los vivos? No la hay. Por lo tanto, si tú eres premilenialista y yo no pienso lo mismo, esa es una distancia muy corta, y el Señor es Señor de todos. Entonces, no hay ninguna razón para estar separados, para estar enemistados.

Fíjense lo que dice el versículo 15:7: «Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios». Si uno lee la epístola a los Romanos, puede darse cuenta que en este versículo 7 es donde acaba todo el razonamiento, toda la enseñanza del apóstol. Él habla después de sus viajes y de sus asuntos personales como apóstol. Pero el fin del discurso, es el versículo 15:7.

Y dice: «Por tanto…». Es como decir: Miren, hemos hablado del capítulo 3, del 4, de la justificación; hemos hablado de la iglesia, hemos hablado de todo, para que, para arribar a este punto, «Por tanto…», el fin de todo el discurso oído es éste. ¿Cuál? «Recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios».

Y yo les pregunto: ¿Cómo Cristo nos recibió? ¿En qué condiciones estábamos nosotros cuando Cristo nos recibió? Estábamos probablemente en una situación muy calamitosa, y él no nos puso requisitos para recibirnos.

Así que, ¿creen ustedes que es correcto que nosotros antes de tener comunión con un hermano le digamos: ‘Mira para que pueda tener comunión contigo, tienes que cumplir estos cinco requisitos, creer en esto, creer en esto otro’? Creer, por ejemplo, que la cena hay que celebrarla una vez a la semana. Las mujeres tienen que tener velo, y las hermanas tienen que usar faldas y no pantalones. O, tú tienes que hablar en lenguas para tener comunión conmigo? ¿Sería eso correcto? ¿Así nos recibió Cristo, poniéndonos requisitos y condiciones? No, entonces cuando dice aquí, «como también Cristo», eso pone una medida muy alta. Su receptividad es tan grande, su corazón es tan amplio, que fue capaz de recibirnos a todos. Por lo tanto, nosotros tenemos que recibirnos de la misma manera unos a otros, para la gloria de Dios.

«Que el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús» (15:5). Sí, para vivir Romanos 14 vamos a necesitar del Dios de la paciencia y de la consolación. Y también como dice en el versículo 13, «el Dios de la esperanza», y como dice en el versículo 33, «el Dios de paz». Necesitamos a Dios en esta cuádruple expresión, para arribar al fin de la obra de Dios – el Dios de la paciencia, de la consolación, de la esperanza y de la paz. Que el Señor nos socorra en todas las cosas.

Extracto de un mensaje impartido en Callejones, enero de 2008.