La restauración del muro y las puertas de Jerusalén como “un retrato de la iglesia en vías de restauración”.

Lectura: Nehemías 1:1-3:32.

Tal como el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Babilonia en tres etapas –primero en los tiempos de Joacim, luego en tiempos de Joaquín y por último en el año once de Sedequías– así también fue retornado a su tierra por etapas.

Primeramente el rey Ciro dio orden de restaurar el templo, de llevar los utensilios que estaban en Babilonia a la casa de Dios, la cual estaba destruida. Entonces Ciro envió a Zorobabel y a Jesúa, quienes restauraron primero el altar y después el templo. Luego, cincuenta y ocho años después, vino Esdras y adornó el templo, y también abrió las Escrituras. Trece años después llegó Nehemías, para restaurar los muros, las puertas y la ciudad en sí.

Queremos concentrarnos en Nehemías, en la restauración del muro y de las puertas. Es un retrato de lo que es la vida de la iglesia en vías de restauración, para llegar a ser como Filadelfia, que es lo que el Señor quiere hoy.

¿Para qué sirve un muro? Para protegerse, por un lado. Pero también sirve para separar. Un muro sirve para excluir y también para incluir. La cristiandad tiene mundo; la vida de la iglesia no tiene mundo. Entonces, estos muros de separación tienen sus puertas, y estas puertas, de una manera gradual, representan la restauración del cristiano individual y también de la vida de la iglesia.

Jerusalén representa el centro de adoración. Antes había otros centros de adoración. Por ejemplo, en tiempos de Salomón, se hacía oración y sacrificios en Gabaón, en Silo y en otras partes. Pero la gloria de Dios abandonó Silo. Dios no admite otro centro de adoración que no sea Jerusalén. Igualmente, Dios no admite ahora otro centro de adoración sino la vida de la iglesia.

La Puerta de las Ovejas

En Nehemías 3:1 se habla de la puerta de las Ovejas. Lo primero que fue restaurado fue la puerta de las Ovejas. Esto representa el nuevo nacimiento. Representa también, cuando se refiere a Cristo, que nuestro Señor Jesús, cuando vino por primera vez, vino como oveja, y entró por esa puerta, montado en un pollino hijo de asna, y fue ovacionado aun por los niños.
Cuando él retorne por segunda vez entrará por la puerta Oriental, ya no como oveja, sino como león. No vendrá a ser juzgado en la cruz, sino como rey.

La puerta de las Ovejas nos habla de la entrada a la vida de la iglesia. Nadie puede entrar sino por Cristo. El Señor ha dicho: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo».

Vemos que las demás puertas tenían sus cerrojos y sus cerraduras; pero la puerta de las Ovejas fue dejada sin cerrojos, o por lo menos no se los menciona. Pero es necesario que la puerta tenga cerrojos. No podemos admitir a cualquiera en la vida de la iglesia, no podemos ser totalmente inclusivos de una manera ingenua, incluyendo toda clase de personas, sino solamente ovejas. Por eso son necesarios los cerrojos.

Los cerrojos hablan de nuestros pastores. En Hechos capítulo 20 dice: «…mirad por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño».

Esta puerta de las Ovejas, en cierto sentido, estuvo sin cerrojos después del siglo I. En los tiempos de Pérgamo, empezaron a entrar no solamente ovejas, sino lobos. Más tarde vemos cómo se casó la iglesia con el Estado, y después de Pérgamo degradó en Tiatira, lo que es el romanismo. Después pasó a Sardis, que significa la iglesia protestante, y después pasa de Sardis a Filadelfia y de allí a Laodicea.

La Puerta del Pescado

Luego vemos la puerta del Pescado. Después que una persona ha sido salva, el primer deseo que tiene es pescar hombres. Cuando nuestro amado hermano Pablo se convirtió al Señor, dice la palabra: «Y en seguida predicaba».

Esto es necesario en la vida de la iglesia. Lo digo porque muchas veces nos apacentamos a nosotros mismos y no somos pescadores de hombres. El Señor anhela que seamos pescadores de hombres. La vida de la iglesia no solamente es escuchar altas doctrinas y poca vida práctica. El Señor más bien quiere vida práctica. ¿Y qué más vida práctica que enmaderar la puerta del Pescado, o sea, ser pescadores de hombres?

El Señor dijo a sus discípulos: «Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres». También dice Isaías 52:7: «¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz … del que publica salvación, del que dice a Sion: Tu Dios reina!». Primero publica salvación, entendiéndose el evangelio de la gracia, y después publica ‘Tu Dios reina’, refiriéndose al evangelio del reino.

Realmente, los pies hermosos no son aquellos pies que van al salón de belleza o al pedicuro, sino aquellos que tienen polvo, aquellos que caminan. El Señor Jesús envió a sus discípulos de dos en dos a predicar, a ser pescadores de hombres. «Y si hubiese un hijo de paz, posad en esa casa, y vuestra paz será sobre esa casa, y si hay enfermos, sanadlos. Pero si en tal ciudad no os reciben, sacudid el polvo de vuestros pies sobre la ciudad. Y de cierto os digo que será más tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra que para esa ciudad».

Pero hoy en día, alguien dijo que muy pocas personas tienen polvo en los pies para sacudir, porque realmente pocos son los que salen a predicar. Por eso digo que realmente los pies hermosos de que habla Isaías son los pies que tienen polvo para sacudir. Entonces, el Señor nos insta a predicar a tiempo y fuera de tiempo.

La Puerta Vieja

Después que una persona es oveja, después que ha pasado por la puerta del Pescado, y se convierte en pescador de hombres, es necesario que no sólo como persona sino como iglesia, sea restaurada la puerta Vieja. La puerta Vieja se refiere a volvernos a las sendas antiguas.

Jeremías 6:16 dice: «Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma». La puerta Vieja se refiere a volver al principio. Eso es lo que el Señor quiere. Volver al modelo original de Dios, a la iglesia tal como está en el libro de los Hechos.

La Biblia dice claramente en Hechos 2:42: «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones». Estos son los caminos antiguos, estas son las sendas antiguas.

Hoy en día lo que parece ser tradición en la cristiandad no es lo antiguo, sino lo nuevo. Por decirlo así, es el carro nuevo donde se lleva el arca tirada por bueyes, al estilo filisteo. Entonces, el Señor nos demanda que volvamos a las sendas antiguas, a tener comunión unos con otros, a partir el pan, a perseverar principalmente en la doctrina de los apóstoles, de los apóstoles que aparecen en las cartas del Nuevo Testamento. (Digo esto porque ahora hay personas que dicen ser apóstoles, y no lo son).

Nosotros tenemos que perseverar en estas cuatro disciplinas: la doctrina o la enseñanza de los apóstoles, el partimiento del pan, la comunión unos con otros y las oraciones. Tenemos que volver a las sendas antiguas. No podemos innovar. El Señor no está interesado en que nosotros innovemos, sino que permanezcamos conforme al modelo que nos ha sido mostrado.

A través de los siglos, el Señor ha ido recuperando la enseñanza de los apóstoles y las demás cosas. Esto está siendo restaurado, y fue restaurado relativamente a través de la historia. Por ejemplo, Martín Lutero, con la justificación por la fe sin obras, Calvino con la salvación eterna que no se pierde y la predestinación, y otras recuperaciones que ha traído el Señor a través de los santos, como John Wesley y la santificación por el Espíritu, la vida interior, y muchas enseñanzas que fueron escondidas por el enemigo por mucho tiempo y ya han sido restauradas.

Por último, los hermanos libres en Inglaterra fueron trayendo lo que es la parte de la eclesiología, lo que es la iglesia en su aspecto universal y en su aspecto local. Más adelante vemos a nuestro hermano Nee To-sheng, y ha llegado hasta nuestros días la doctrina, la enseñanza de los apóstoles. Pero no nos conformamos con la enseñanza, sino también con la práctica. La vida de la iglesia no consiste en llenarnos de información, sino de vida práctica.

El libro de los Hechos dice: «En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar…». Primero hacer, luego enseñar. El Señor demanda de nosotros, en esta época, vida práctica. No nos llenemos tanto de teología, de tantos misterios. Vivir la vida de la iglesia es lo que realmente vale. Llevar una vida práctica, que nos amemos los unos a los otros.

La Puerta del Valle

Luego, en el verso 13, viene la puerta del Valle. Esta puerta del Valle nos habla acerca de la humildad. Cuando nosotros llegamos a la vida de la iglesia, venimos con muchas ínfulas, con ganas de buscar posición. Traemos muchas cosas, mucha altivez, buscando influencias, aplicamos políticas, y esta puerta del Valle habla de eso.

Cuando nosotros somos llamados a vivir como los santos en la iglesia primitiva, entonces sucede lo que dice en Isaías 40:4: «Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane», y Lucas 14:11: «Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido». Esto es la vida de la iglesia; la vida de la iglesia es una vida de cruz.

La vida de la iglesia no se edifica sino con sufrimiento, se edifica por medio de la negación del yo y por el tomar la cruz cada día. Aquí la puerta del Valle significa eso, que cuando entramos a la vida de la iglesia somos ovejas, somos pescadores de hombres, pasamos por la puerta Vieja y entramos por las sendas antiguas; hemos recuperado la Palabra, la doctrina y la enseñanza de los apóstoles, y luego que tenemos todas estas cosas, hay muchos valles.

Doy gracias a Dios por los valles. Pero también hay montes entre nosotros, y el Señor pasa su aplanadora, y nos allana. Empieza a tratarnos en la vida de la iglesia. Nos empieza a dar duro el Señor allí, a través de los hermanos, a través de las hermanas, empieza el Señor a usar sus limas. Cada santo, cada santa en la vida de la iglesia, tiene que tener su lima, su hermanito, su hermanita, que por ahí el Señor lo trata, ¿verdad? La lima es para limar las asperezas, para rebajar algo que sobresale. Y es que el Señor no quiere que sobresalga nadie en la vida de la iglesia.

En la cristiandad hay mucha gente que sobresale. Allí hay gigantes espirituales, pero en esta última parte de esta dispensación de la restauración de la vida de la iglesia, Dios no va a trabajar con gigantes. Dios va a trabajar con un cuerpo. Dios está interesado en que todos los santos ejerzan su sacerdocio.

¿Se acuerdan de Saúl? Dice la Palabra que Saúl sobresalía entre todos los israelitas, tenía la estatura mayor. Sí, pero a veces el Señor pasa su hoz así a ras, y la cabeza que sobresale el Señor la cercena. Y la cabeza de Saúl fue cortada. Bueno, él mismo se atravesó la lanza, pero después le cortaron la cabeza, porque su cabeza sobresalía. Entonces en la vida de la iglesia, a veces el Señor pasa su hoz y corta la cabeza que sobresale. Aquí la única cabeza que sobresale es Cristo. ¡Aleluya! Gracias, Señor, por la puerta del Valle.

La Puerta del Muladar

Más adelante, en el verso 14, vemos la puerta del Muladar. Era una puerta cuya salida era hacia el valle de Hinom, a la Gehenna. Era el valle donde se tiraba la basura de Jerusalén. Las puertas son tanto para abrir y para cerrar. Las puertas se abren, en el caso de las ovejas, y entran. «Y entrarán por la puerta y hallarán pastos». Pero la puerta también tiene otra función que es para expulsar o sacar. La puerta del Muladar era esa puerta por donde sacaban la basura. Se refiere en el aspecto individual tanto como en el colectivo, a nuestra vida interior. En nuestra vida interior hay muchas cosas. Cada uno de nosotros tiene una vida secreta, bien escondida. No es pública, sólo Dios la conoce, y allí el Señor está tratando con nosotros.

El Señor, a través de la cruz, está tratando con todos los elementos negativos, con todos los elementos malignos que hay allí. Porque la Biblia dice que no es lo que entra a la boca lo que contamina, sino lo que sale de la boca. Sí, porque lo que sale del corazón se refiere a la vida ‘almática’. Eso es lo que contamina al hombre. ¿Qué es lo que sale del corazón? Los homicidios, los adulterios, las estupideces, las arrogancias, todas estas cosas.

Entonces, esto de la puerta del Muladar significa dejarnos tratar por el Señor. Es nuestra responsabilidad como creyentes el desocuparnos, y es la responsabilidad de Dios el llenar vasijas vacías. El Señor no va a llenar vasijas mientras no estén vacías. Elías le dijo a la viuda: «Búscate vasijas, y no pocas, que estén vacías», y fueron llenas de aceite. La condición para ser lleno del Señor es estar vacío.

La Biblia, en Apocalipsis, presenta dos vasijas, refiriéndose al aspecto eclesiástico. Tenemos una vasija vacía, Filadelfia, pobre, débil, con poca fuerza. Y el Señor la llena. El Señor le dice: «Pero tú eres rico». También vemos una vasija llena de su propio yo, la iglesia en Laodicea. Dice: «Tú dices que eres rico, que no necesitas de nada; ni siquiera de mí, porque estoy afuera de la puerta, tocando. Pero tú eres pobre, miserable y desnudo».

El Señor necesita que, al enmaderar nosotros la puerta del Muladar, nos desocupemos. La luz de Dios nos lleva a mostrarnos cuán indignos somos. Entonces, la puerta del Muladar es el desocuparnos de nosotros mismos para que en la próxima puerta, la de la Fuente, que significa la llenura del Espíritu, seamos llenos del Señor. Si estamos llenos de nosotros mismos, el Señor no va a bendecirnos. Tenemos que usar la puerta del Muladar.

Se presentaron dos personas, una usó la puerta del Muladar y la otra no. Un fariseo y un publicano. El fariseo se presentó lleno, diciendo: «Señor, yo soy el bueno, yo ayuno tantas veces a la semana, doy diezmos, yo hago, yo, yo y yo». La Biblia dice que este hombre hablaba solo; él suponía que estaba hablando con Dios, pero «hablaba consigo mismo». El otro se presentó vacío, débil. «Señor, sé propicio a mí, pecador». Se presentó sin fuerzas, y dice la Palabra del Señor que salió justificado el publicano y no el fariseo.

Esta es la condición que Dios requiere: el ser vaciados. Cada vez que el Señor nos toca un asunto a través de un hermano, o el Espíritu mismo nos redarguye, tenemos que ir ante él y decir: ‘Señor, ayúdame a desprenderme de esto, a desocuparme de esto. ¡Miserable de mí!’. Entonces, sabemos que con nuestras propias fuerzas no podemos vencer, sabemos que es en la fuerza del Señor, y entonces nos desocupamos. Tenemos que dejarnos tratar por el Señor.

Muchas personas le huyen al trato de Dios, y esto es cerrar la puerta del Muladar. La puerta del Muladar es echar toda la basura fuera de la vida de la iglesia. Nosotros no podemos traer muerte a la vida de la iglesia, no podemos traer lepra dentro de Jerusalén, porque seremos realmente sacados por la puerta del Muladar para ser tratados allí en el valle de Hinom.

Ahora tenemos la oportunidad, ahora que el Señor no ha llegado, de desocuparnos de nosotros mismos y llevar nuestra propia cruz y crucificar al viejo hombre. De lo contrario, la Palabra dice que si la sal perdiere su sabor, o su fuerza, no sirve para nada, ni para sazonar, ni para la tierra, ni para el muladar. Entonces, es necesario ser tratados aquí, y no ser tratados en el valle de Hinom, en la Gehenna de fuego.

La Puerta de la Fuente

Entonces, vamos más adelante. En el verso 15, dice: «Salum hijo de Colhoze, gobernador de la región de Mizpa, restauró la puerta de la Fuente». La puerta de la Fuente se refiere a ser llenos del Espíritu Santo después que hemos sido desocupados de toda la basura. Entonces somos vasijas limpias, y necesitamos ser llenos del Espíritu Santo, necesitamos que la fuente, el fluir del Espíritu, sea en cada uno de nosotros.

En una casa grande hay vasos de oro, hay vasos de barro y de madera. Pero dice también: «Si alguno se limpia de estas cosas – refiriéndose a la doctrina, a la enseñanza, a la basura de Himeneo y Fileto acerca de que la resurrección ya se había efectuado y de muchas otras cosas – será vaso santificado y útil al Señor».

Esto de ser llenos del Espíritu Santo es necesario. No es un discurso pentecostal lo que estoy hablando. Esto es necesario en la vida de la iglesia. El ser llenos del Espíritu Santo no es de una vez y para siempre. Si ustedes miran el libro de los Hechos, dice que ellos fueron llenos del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Pero más adelante muchas de estas personas, en el capítulo 4, estaban orando, y el lugar donde estaban orando tembló, y fueron llenos del Espíritu Santo por segunda vez. Eso indica de que hay un llenar del Espíritu Santo constantemente.

El Señor no nos llena una vez para siempre del Espíritu. La llenura del Espíritu no es la regeneración o la recepción de la vida eterna. Aquí estamos hablando de otra cosa: de ser llenos del Espíritu Santo para el servicio. Necesitamos ser llenos del Espíritu Santo una y otra vez.

Los hermanos en Éfeso, cuando Pablo estuvo con ellos por más de tres años, vieron las maravillas del Señor, fueron llenos del Espíritu Santo, y muchos años después, Pablo escribe: «No os embriaguéis con vino … antes sed llenos del Espíritu Santo». ¿De qué manera? «Hablando». Somos llenos del Espíritu hablando. «Abre tu boca, que yo la llenaré».

Hay que hablar, hay que fluir, hay que predicar, hay que enseñar, hay que salmodiar. Todas experiencias, todo esto es vida práctica; esto nos llena del Espíritu Santo.

La Puerta de las Aguas

Entonces, vemos más adelante, en el verso 26, la puerta de las Aguas. Esta puerta se refiere al beber la Palabra. La Palabra es santificadora. Al sólo leer la Palabra por el Espíritu, produce limpieza de los pies. Porque ya nosotros hemos sido lavados por la sangre del Señor. Los que ya están bañados no necesitan sino lavarse los pies. Eso le dijo el Señor a Pedro. Esto se refiere a que la Palabra nos redarguye, la Palabra nos limpia del polvo del camino, de toda impureza que en la vida cotidiana tenemos.

En el tabernáculo de Dios en el desierto, había una fuente de bronce. El fondo de esa fuente fue hecho con los espejos de las mujeres de Israel. Entonces, ahí el sacerdote echaba agua limpia, y con esta agua él se lavaba. Y lo primero que se reflejaba era la cara del sacerdote.

Esto indica que cuando nosotros vamos a la Palabra, la Palabra nos muestra nuestra condición espiritual. Nosotros podemos engañar a los hermanos, pero no podemos engañar a nuestra conciencia. La Palabra nos habla, nos muestra nuestra condición, ya sea pecaminosa o no. Allí somos liberados, somos expuestos por la Palabra del Señor. Por eso el Salmo 119 dice: «La exposición de tu palabra alumbra, y la suma de tu palabra es verdad».

Nosotros no podemos edificar la iglesia en base a experiencias individuales de santos, no podemos edificar a la iglesia porque un santo tuvo una visión o tuvo un sueño o tuvo una experiencia. Si no está de acuerdo a la Palabra, no puede edificar la iglesia. La iglesia tiene que ser edificada en base a la Palabra. Esta Palabra nos lava, esta Palabra nos redarguye, esta Palabra nos edifica.

El apóstol Pablo le decía a Timoteo: «Mientras yo voy, ocúpate de la lectura». Es menester que no solamente como individuos vayamos a la Palabra, sino también como iglesia. Que haya reuniones de lectura de la Palabra, no de lectura de libros – aunque los libros son buenos y se pueden leer, y puede haber lectura de libros –, pero sí de la palabra del Señor tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Porque las cosas del Antiguo fueron escritas para nuestra enseñanza, para nuestro ejemplo.

La Puerta de los Caballos

Más delante, en el verso 28, vemos la puerta de los Caballos. Esta puerta se refiere a la batalla espiritual. Vamos entonces a Proverbios 21:31: «El caballo se alista para el día de batalla; mas Jehová es el que da la victoria». Nosotros somos el caballo; no pensemos que somos el jinete. El Señor es el jinete. Recuerden que el Señor entró a Jerusalén en un pollino. Él era el que iba montado; la gloria era para el Señor, no para el pollino. El caballo somos nosotros, que necesitamos ser refrenados, ser dirigidos con freno.

2ª a Timoteo 4:7. Dice el apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe». Nosotros estamos peleando la buena batalla, porque la victoria es nuestra; ya el Señor en la cruz la logró. «Por lo demás, me está guardada la corona de justicia». No de misericordia, sino de justicia. «…la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día». Ahí está hablando de galardón, no de un regalo, no de gracia inicial, sino de recompensa. «…y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida».

Entonces, una persona, un caballo de batalla del Señor, tiene que amar la venida del Señor. Un caballo tiene que estar preparado para la batalla. Nosotros tenemos que estar preparados con toda la armadura de Dios que aparece en Efesios. No dice que únicamente la espada o el casco. Efesios 6:14-17 nos habla que hay que tomar toda la armadura de Dios.

Y el verso 11, anteriormente, dice así: «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza». Este fortalecerse en el Señor es una consideración de fe. Simplemente hay que creer al Señor, confesar que estamos fortalecidos. Es una confesión, un creer al Señor que estamos fortalecidos en el poder de su fuerza.

«Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo». Aquí nos habla la palabra de que si nosotros participamos de la buena batalla y la peleamos, nuestro galardón es guardado, o sea, entramos al reino.

La Puerta Oriental

Más adelante se menciona la puerta Oriental, que habla de la venida del Señor. Cuando el Señor venga por segunda vez, entrará por la puerta Oriental. Veamos Ezequiel 43:4. «Y la gloria de Jehová entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente». Aquí está hablando de algo que todavía no ha acontecido, de algo futuro; es una profecía.

«Me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual mira hacia el oriente; y estaba cerrada. Y me dijo Jehová: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá ni entrará por ella hombre, porque Jehová Dios de Israel entró por ella; estará, por tanto, cerrada» (Ezequiel 44:1-2). Esto es profético. El Señor viene por segunda vez. La puerta Oriental se llama también «la puerta del Rey» en otras partes de la Biblia.

Construir la puerta Oriental significa amar la segunda venida del Señor. Todo el que ama la Segunda Venida del Señor, tiene la corona. El que ama la Segunda Venida del Señor, por ende, ama la cruz, y participa de la batalla como decía nuestro amado hermano Pablo: «He peleado la buena batalla, por lo tanto me es guardada la corona de justicia, no solamente a mí, sino a los que aman la puerta Oriental, los que aman la venida del Señor».

Digo esto porque muchas veces nosotros no amamos la venida del Señor. Estamos enraizados aquí, estamos sembrados aquí, y decimos: ‘Ojalá venga el Señor, pero ya después que yo haya terminado mi carrera, que me haya casado, que haya prosperado, que me haya realizado como profesional; entonces sí, que venga el Señor’.

Si verdaderamente hacemos una introspección, si somos sinceros, en el fondo, no amamos suficientemente la venida del Señor; porque amamos todavía al mundo, a este sistema de cosas. Y realmente, si nosotros no amamos la puerta Oriental, no podemos entrar al reino de los cielos.

La Puerta del Juicio

Más adelante, para terminar, Nehemías 3:31 habla de la puerta del Juicio. Inmediatamente después de la venida del Señor Jesús, el Señor juzgará a su casa. Miren cómo estas puertas fueron restauradas. No fueron restauradas en cualquier orden. Esto fue designio de Dios, tal como nosotros vamos por etapas en la vida de la iglesia.

Después que el Señor venga, juzgará a su casa, porque el juicio empieza por la casa. Y es menester que todos, incluyendo a Pablo – él se incluye allí –, comparezcamos ante el tribunal de Cristo. En aquel día muchas personas que no restauraron ninguna puerta, dirán: ‘Señor, Señor, en tu nombre hicimos esto o lo otro’. Y el Señor dirá: «Nunca os conocí, hacedores de maldad, apartaos de mí».

A otros, que han restaurado las puertas, el Señor les dirá: «Buen siervo y fiel … entra en el gozo de tu Señor». Entonces, esta palabra en Nehemías 6:15, dice que el muro fue terminado el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. ¿Qué significa el número 52? El número 50 significa Pentecostés. El 52 son dos días después de Pentecostés.

Pentecostés significa para nosotros el comienzo de la iglesia primitiva, el día en que la iglesia fue manifestada. Para el Señor, un día es como mil años. Dos días después son dos mil años. O sea que 52 significa dos mil años después de la iglesia primitiva, o sea que el muro fue restaurado totalmente, según esta numerología, para esta época, dos mil años después de la iglesia primitiva.

En esta época, el Señor nos invita, nos llama, a terminar los muros y sus puertas, y cuando los terminemos, todos conocerán. «Y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra» (Neh. 6:16). Así pasó con la iglesia en Filadelfia. Dice el Señor: «Yo haré que los que dicen ser judíos se humillen ante ti y reconozcan que yo te he amado».

Hermanos, el Señor añada a su Palabra. Amén.

Hernando Chamorro
Mensaje impartido en Barbosa, Colombia, en julio de 2007.