Antes de intentar hacer la obra de Dios debemos primero recibir la carga de Dios por la restauración de su testimonio.

En general hoy, el pensamiento y la concepción plena del Señor no es el tema principal entre Su pueblo. El testimonio del Señor ha sido gravemente dañado, y la gran multitud llamada por Su nombre es gobernada, manipulada y controlada religiosamente por algo que es terrenal y no de los cielos, del hombre y no del Espíritu Santo. Es necesario ver la imposibilidad de aceptar este estado de cosas. Una cosa es reconocerlo, y otra muy distinta es estar comprometido con el movimiento del Señor para recuperar para sí mismo aquello que concuerda con su pensamiento.

Uno puede ocuparse todo el tiempo con el mal estado de las cosas, lamentarse, hacer que las personas se sientan miserables, sin arribar a parte alguna. Eso no es suficiente. Es bastante fácil hacer eso y ser, en cierto sentido, religiosos descontentos; pero eso no ayuda en el movimiento de restauración del Señor. El Señor está obrando. Dios debe tener un vaso, un instrumento que esté en tal comunión con Él que las circunstancias impe-rantes de desmoronamiento y fracaso se vuelvan un agudo sufrimiento, una agonía. Pablo conoció algo de eso «sufriendo por la causa de Su Cuerpo … llenando lo que falta de los padecimientos de Cristo». ¡Eso es algo que nosotros debemos encarar! Lo que va a contar delante de Dios es que compartamos su esfuerzo.

Hay todo un historial de trabajo cristiano que es sólo superficial; es todo el entusiasmo e interés de la actividad cristiana organizada. Pero en esta materia nosotros no andamos delante de los hombres, sino delante de Dios en el lugar secreto – teniendo preocupación en el corazón por el testimonio del Señor. Nosotros nunca lograremos avanzar sino en la medida en que entremos en Su esfuerzo. El ministerio en su valor real, permanente y eterno dependerá de la medida en que compartamos Su esfuerzo.

Éste es un día para el esfuerzo. Si es un esfuerzo a favor de los no convertidos o para el pueblo del Señor, cada verdadera actividad espiritual nace de esta fatiga. Aquellos que han sido más usados por Dios en todo tiempo han sido hombres y mujeres que se han esforzado en su vida secreta con Dios, que puso en sus corazones una carga que los llevó a un punto donde sus intereses pasaron a un segundo plano. Ellos tomaron sus vidas en sus manos y se sostuvieron considerando el propio interés del Señor y Su testimonio, dando todo para Dios. Ésta llega a ser una carga del corazón a ser llevada en todo tiempo, no meramente una carga del ministerio. Esto es vital para todo servicio verdadero.

El Señor ansía tener un instrumento –un instrumento como Daniel– ya sea personal o colectivo, que se mueva hacia Dios en favor de Su testimonio. Él anhela un Nehemías, con dolor entrañable por su pueblo a causa de la pérdida del testimonio. O un Esdras, que no transa con respecto al propósito de Dios; o un instrumento como Ester, que abandona todo temor y va, tomando la vida en su mano, para sitiar el trono en pro de la vida de su pueblo – para la liberación del pueblo de Dios de la amenaza del enemigo.

La carga del Señor en el corazón

Amados, la carga del Señor tiene que entrar en nuestro corazón de esta manera si vamos a ser instrumentos eficaces para él en su obra en los tiempos postreros; nosotros tenemos que ser ejercitados de una manera muy profunda en relación a los intereses de Dios. No debemos reservarnos nada que cuente para el Señor y sus intereses. Usted se sorprendería de lo que el Señor podría obrar si usted se lo permitiera.

Todo esto comienza con un reconocimiento de la necesidad, y la carga de esas cosas en nuestros corazones. Cuando nosotros realmente estamos en ello por el impulso del Espíritu Santo, los rasgos comunes hallados en estos instrumentos del Antiguo Testamento estarán impresos en nosotros, y seremos un pueblo canalizado hacia esta única causa: la carga del Señor y la preocupación de su corazón por su testimonio en su pueblo.

Entonces, al entrar allí, veremos que estamos en un reino de oposición… y que realmente estamos en una batalla. Si nos alineamos con Dios en relación al querer de su corazón, nos enfrentaremos al más feroz antagonismo, a conflictos y presiones de toda índole; el enemigo recurrirá a todos sus métodos para frustrar nuestro objetivo. ¿Por qué tanto antagonismo? ¿Por qué tanta presión? Porque, cada vez que se manifiesta algo que cuenta para Dios en relación a sus propósitos en los tiempos finales, allí está esa oposición, siempre.

Enfrentando la presión

Nosotros enfrentamos esta presión de dentro y de fuera cuando estamos en los negocios de Dios. Cuando ella viene, comprobamos que está relacionada con aquello que cuenta para Dios.

Vendrá a través de personas; y si nosotros culpamos a las personas y enfocamos nuestra atención en ellas, habremos perdido el punto. Nosotros empezamos a luchar con las personas, y todo el tiempo es algo más profundo que eso: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12).

Las personas se enfadan unas con otras, y eso nos afecta, y empezamos a dirigir nuestra atención a ellas. Nosotros caemos en la trampa y hay una situación y un lío, y después vemos cuán necios somos permitiendo al diablo envolvernos en una contienda humana, cuando es un problema espiritual. Realmente no ha sido falla de las personas, o sólo acontecimientos inconsecuentes: ha habido un problema espiritual en juego. Y todas las otras cosas fueron traídas y utilizadas por el enemigo para ocuparnos con pequeñeces y desviarnos del problema real, dejándonos así fuera de la oración y fuera de posición ante los derechos del Señor que son desafiados en un punto u otro.

Es el reino del conflicto incesante; y nosotros hemos entrado, al parecer, en esta parte de la historia cuando el enemigo no toma descanso… y nos damos cuenta de que no podemos relajarnos. Todo lo que usted haga, debe ser hecho deliberadamente con Dios. Usted nunca debe actuar fuera de, o aparte de Dios: cualquier movimiento independiente será advertido por el enemigo, y usted sufrirá las consecuencias de ello.

Involucrarse con el Señor

La liberación de sí mismo viene a través de la vía de involucrarse en los intereses del Señor. Usted puede llegar a atarse con sus propios problemas espirituales, y la manera de evitarlo es tomar la carga de todo el pueblo de Dios en su corazón. Eso es lo que crea el ministerio. Es una cosa emancipadora tener la carga de Señor. Las cosas hoy son terribles espiritualmente; pero hay aquellos que están buscando más de Dios, y preguntando dónde pueden hallar alimento espiritual. El Señor hará algo en nuestro día –el día de las pequeñeces– y empezará teniendo un instrumento con una carga, un instrumento en el cual depositar la revelación plena del Señor Jesús, que salga en fe y confíe en el Señor, y le brinde a Él una oportunidad para vindicarse a Sí mismo.

¿Estamos hoy entretenidos con cosas –jugando con guijarros en la playa– en lugar de estar profundamente involucrados con Dios en sus grandes cosas? ¿Estamos sólo interesados, o desesperadamente comprometidos; disfrutando un tiempo agradable, o realmente asumiendo la necesidad de Dios por su pueblo en nuestros corazones? Pidamos al Señor que nos introduzca en Su preocupación; postrémonos ante él para ser considerados en Su carga en este tiempo que vivimos. Preguntemos al Señor por esta materia; y, si ello es verdad, pidámosle que ponga esto en nuestros corazones y nos permita participar con él en lo que él hará hoy.