Hallazgo de esqueletos de serpientes con piernas traseras perfectamente desarrolladas, un enigma para la ciencia.

El relato bíblico del Génesis nos muestra que las serpientes han estado ligadas al devenir humano desde el comienzo. Luego con el paso del tiempo, han ido quedando inmersas de una u otra forma en las distintas culturas, en ocasiones convertidas en símbolos. Uno de los más famosos es el bastón o vara de Esculapio, como símbolo mundial en la Medicina, el que sería originario de la cultura griega, o tal vez pudiese ser de una época más antigua, considerando que se han recuperado objetos con símbolos similares en restos arqueológicos de la cultura caldea (Periodo Sumerio, 4.000 A 2.000 años a. C.).

La literatura ha llevado más lejos la naturaleza seductora de las serpientes, atribuyéndoles efectos hipnotizadores a su mirada. En el cuento «El hombre y la serpiente», el escritor Ambrose Bierce narra que «los ojos de la serpiente tienen una propiedad magnética que arrastran a las personas hacia ella, en contra de su voluntad».

Para bien o para mal, la serpiente siempre ha estado unida a la cultura y a la espiritualidad humana. En Oriente se valora a las serpientes porque se les relaciona con la divinidad y la sabiduría; en cambio, en Occidente se les asocia más bien con aspectos negativos tales como la envidia, la calumnia y el engaño. La ciencia tampoco ha podido escapar a la seducción y encantamiento de estos serpenteantes reptiles, y desde hace unos años está siendo oprimida, como si fuese presa de una boa constrictora.

Serpientes con piernas en Tierra Santa

El problema de los orígenes y filogenia (supuestas relaciones evolutivas de ancestro descendencia entre las especies) de estos enigmáticos animales se complicó mucho más de lo que ya estaba, al ser hallados esqueletos de serpientes de distintas especies, con cintura pélvica y piernas traseras cortas, completamente formadas, similar a las de un lagarto (1, 2, 3, 4, 5). Las extremidades o piernas tienen como función principal que el animal camine, pero esto no puede ocurrir si no existe una unión entre las extremidades y el tronco, a través de una cintura. En efecto, esta importante función la cumple la cintura pélvica, asociada a las piernas traseras. Se trata de una estructura compleja, compuesta por tres piezas óseas, tres articulaciones y una importante musculatura asociada.

Si en la actualidad todas las especies de serpientes conocidas carecen de extremidades, o tienen un escaso desarrollo, ¿cómo entender que los esqueletos encontrados presenten piernas traseras perfectamente desarrolladas, y además con cintura pélvica?

A los primeros dos esqueletos de serpientes con extremidades, hallados en Ein Jabrud, Israel, a 20 kilómetros de Jerusalén, se les clasificó como Pachyrhachis problematicus, nombre científico que dejaba entrever que el asunto se venía complicado. En un trabajo publicado en Nature (6), concluyeron que P. problematicus habría pertenecido a un ambiente marino y que estaría emparentada con lagartos grandes que habitaban los mares del periodo Cretácico, siendo por tanto especies ancestrales o primitivas.

Esta hipótesis, sin embargo, fue totalmente rechazada por otro grupo de investigadores, quienes descubrieron otro esqueleto de serpiente con extremidades, también hallado en Tierra Santa, por lo que le llamaron Haasiophis terrasanctus (7), la cual no sería primitiva sino moderna, con características similares a las serpientes actuales. Por si esto fuese poco, una tercera especie de serpiente fue encontrada también en Medio Oriente (Líbano), clasificada como Eupodophis descouensis, cuyo esqueleto presentaba piernas traseras bien desarrolladas y cintura pélvica, pero con otros caracteres morfológicos típicos de serpientes actuales. En cierto modo, el epíteto específico de la primera especie de serpiente fósil con piernas encontrada en Israel (problematicus), resulto ser profético.

Serpens problematicus

Estas tres serpientes descritas, con cintura pélvica y con extremidades traseras bien desarrolladas, han mantenido a la comunidad científica en un acalorado debate hasta nuestros días (8), con hipótesis completamente contradictorias entre uno y otro grupo. Una complicación adicional, apunta a que estas 3 especies pertenecerían al mismo periodo geológico, denominado Cenomaniano, dentro del Cretácico tardío, y distribuidas en una muy restringida zona geográfica del planeta (9), lo que complica grandemente la interpretación de la información obtenida, en el contexto de la teoría evolutiva clásica.

Un cuarto esqueleto de serpiente con extremidades, descubierto en la Patagonia de Argentina, le puso aún más leña al fuego. Esta nueva especie fue nominada como Najash rionegrina, también fechada geológicamente como del Cretácico. La etimología del nombre nos recuerda al lugar donde fue encontrado el fósil (Provincia de Río Negro, Argentina), y al concepto hebrero de la serpiente del Edén (Najash).

Este nuevo hallazgo realiza cuestionamientos profundos a la línea basal de conocimiento filogenético aceptado por la comunidad científica, la cual había dejado establecido que el origen de las serpientes fue marino, y que habrían perdido sus extremidades con el paso de millones de años, debido a la disminución en su uso. Conocimiento que había sido generado por un grupo de investigadores (6, 10), principalmente a partir de las tres especies fósiles descubiertas en el Medio Oriente (Israel y el Líbano).

Pues bien, el fósil de serpiente con «robustas piernas traseras», como lo describen los autores de un artículo científico publicado en 2006 (11), no fue encontrado en estratos geológicos marinos, sino en estratos terrestres, lo que avalaría su ascendencia más bien terrestre que marina, según los autores, además porque presentaba características específicas del esqueleto, propios de una serpiente excavadora. Pero tal vez lo más fuerte, es que rechaza la supuesta pérdida evolutiva de extremidades en las serpientes, dado que los esqueletos de las tres serpientes orientales con piernas traseras y cintura pélvica, no serían especies primitivas sino modernas.

Tanto Pachyrhachis problematicus como Haasiophis terrasanctus y Eupodophis descouensi, presentan características propias de serpientes actuales, tales como boas, pitones y muchas otras culebras, las que son clasificadas taxonómicamente como Macrostomata (boca grande y elástica). La boca grande de las serpientes sería un carácter derivado (moderno), con numerosas especializaciones en su cráneo y mandíbulas, las cuales se separan completamente cuando deben consumir presas grandes. En contraste, las serpientes primitivas carecerían de estas adaptaciones, y principalmente se habrían alimentado de presas pequeñas.

La confusión por tanto es fenomenal, con hipótesis totalmente opuestas, lo que genera nuevas hipótesis que tienden a considerar ambas posiciones, pero con esto se cae en una espiral de enredos aún mayor. Si las serpientes descienden de otros animales que caminaban y luego de acuerdo a los postulados darwinianos de adaptación, por mutación y selección natural, fueron perdiendo sus extremidades hasta quedar sólo estructuras vestigiales, ¿cómo se explica la presencia de cintura pélvica y extremidades completas en serpientes consideradas modernas?, asociado además a otros caracteres morfológicos que serían también propios de serpientes actuales.

La confusa ciencia de la clasificación filogenética zoológica

Para intentar entender en parte esta compleja problemática de clasificación zoológica en serpientes (problemática que se repite en todos los grupos zoológicos desde esponjas hasta mamíferos), es necesario revisar someramente cómo funciona la ciencia de la clasificación sistemática en Zoología, dentro de la cosmovisión naturalista.

La Zoología ha utilizado desde sus inicios caracteres morfológicos para clasificar a las distintas especies de animales (aunque hoy se usan también caracteres moleculares). Por ejemplo, si los organismos a clasificar presentan o no huesos, habrá una clasificación gruesa entre animales invertebrados y vertebrados. Si tienen huesos, el siguiente carácter a considerar puede ser presencia o ausencia de mandíbulas, y entonces se clasifican como animales sin mandíbulas y con mandíbulas (Agnados y Gnatóstomos, respectivamente), etc.

Si se desea además establecer una filogenia, es decir, intentar especificar de qué linaje animal ancestral derivaría la especie en estudio, en el contexto de la teoría evolutiva, se ha de definir en base a varios supuestos, qué caracteres son ancestrales o primitivos y cuáles serían más nuevos o derivados.

Por cierto que, puesto así, parece relativamente fácil; pero lo real es que la historia de la clasificación animal utilizando caracteres morfológicos trae de cabeza a los zoólogos ya por más de dos milenios. ¿Qué es un segmento corporal o metámero?, se preguntaban recientemente en un artículo científico los investigadores Hannibal & Patel (2013) (12), y concluían que si bien muchos animales han sido descritos como segmentados (anélidos artrópodos y cordados), desde hace más de 2.000 años (Aristóteles fue el primero en clasificarlos), aún no queda claro en forma definida qué se entiende por un segmento corporal o metámero.

Un poco antes, pero en esta misma línea, un científico evolutivo escribía un libro donde señalaba que «la teoría de la evolución está en la cúspide (de la ciencia), pero en ese mismo rango de relevancia está su incapacidad para lidiar efectivamente con los atributos intrínsecos (caracteres morfológicos) de los organismos» (13). Y luego añadía que, a pesar de los enormes avances de la ciencia a nivel genético, y de la genética de poblaciones, «seguimos siendo casi vergonzosamente ignorantes acerca de los fundamentos de la evolución fenotípica (evolución de caracteres morfológicos)».

Si a esta dificultad de definir adecuadamente qué es un carácter morfo-lógico, le sumamos una dificultad todavía más grande, cual es el establecer cómo ha sido la supuesta evolución de ese carácter en el tiempo que permita definir la cantidad de cambios que ha habido en los organismos (filogenia), no es de extrañar que la macroevolución bajo el prisma evolutivo gradualista clásico se encuentre hoy sin ninguna opción explicativa clara.

Es absolutamente imposible realizar estudios de filogenia sin hacer muchos supuestos sobre el eventual proceso evolutivo que produjeron esos cambios14. Pero luego se ha de seguir con más supuestos aún, por cuanto los estudios de filogenia no pueden escapar al uso de modelos conceptuales para realizar sus análisis. Los autores recién citados señalan que «incluso aquellos métodos que no formalizan un modelo, y pretenden ser modelos-libres (como el de la parsimonia por ejemplo), terminan haciendo significativos supuestos, y a veces incorrectos, sobre lo que pudo haber sido la posible evolución del carácter» (14).

Recientes estudios denuncian muy claramente que los resultados obtenidos a partir de la aplicación de modelos, dependen muy fuertemente de los supuestos de éstos (15, 16), por lo que se ha de tener sumo cuidado con las inferencias realizadas. Otros autores señalan que «los estudios de reconstrucción en filogenia hacen hincapié en los algoritmos, pero ignoran lo relativo a las evidencias de los caracteres morfológicos usados, lo que, en un amplio sentido, constituye una caja negra» (17).

Entonces al tener supuestos sobre supuestos, trabajando en base a unos caracteres morfológicos que tampoco presentan una clara definición ni evidencias firmes (de cuál se considera primitivo y cuál derivado), se tiene como resultado una gran multiplicación de probabilidades cuyo resultado será muy probablemente cercano a cero respecto a la veracidad de los resultados, por cuanto se ha trabajado sólo con argumentos altamente especulativos. Indudablemente que esto genera confusiones y contradicciones, dependiendo de las premisas y modelos con que se trabaje.

El hecho de que los biólogos naturalistas tengan grandes dificultades para unir a todas las serpientes y reptiles con un solo ancestro común, o sólo con unos pocos, sugiere que éstos no están todos relacionados entre sí, sino por el contrario, la hipótesis más plausible es que estas especies surgieron por separado.

En el ámbito creacionista, el cual asume un Diseñador Inteligente que creó estos organismos, no se requiere el supuesto de un ancestro común para todas las serpientes, y lo más probable es que haya habido una creación de varios tipos de serpientes al inicio, con planes corporales distintos entre sí, de los cuales derivaron las aproximadamente 3.600 especies que conocemos hoy.

Por cierto que esta última propuesta nos saca del ámbito de las leyes naturales, y nos dirige hacia un ámbito sobrenatural. Pero la pregunta es, ¿por qué se debe seguir buscando la explicación naturalista, y no se busca simplemente la mejor explicación, sin apellido, aunque este fuera del naturalismo?

La vida, en cuanto a su origen en la tierra y a su diversificación a nivel macro, está más allá de las leyes naturales, debido a que los altos niveles de complejidad, de auto organización y de información especificada que ella conlleva no son producidos en la naturaleza, por proceso aleatorios. Y es la propia ciencia la que ha descubierto que ello no es posible.

Principalmente la biología molecular y la bioquímica son las que sugieren muy fuertemente la acción de un agente inteligente para la explicación más ajustada a los datos.

Serpientes y científicos religiosos

Es un tanto curioso que los científicos que clasificaron a algunas de estas especies de serpientes, escogieran nombres alusivos a áreas geográficas religiosas (Haasiophis terrasanctus), o a conceptos bíblicos como aquél de la serpiente del Edén del Génesis (Najash rionegrina).

Sea por las razones que fuere, es inevitable establecer una asociación de presencia o ausencia de extremidades en las serpientes con el texto del Génesis bíblico, que alude precisamente a este punto, con la maldición dada a la serpiente de tener que caminar sobre su vientre, sin la ayuda de extremidades (Génesis 3:14).

El que haya sido una serpiente real la que interactuó con Eva, tiene sentido más bien literal que metafórico, dado el estilo natural del escrito, y por las muchas menciones que se hacen al respecto en el Nuevo Testamento.

La serpiente habría sido el instrumento usado por un ser espiritual superior (Satanás) para engañar a Eva. Tiene además mucho sentido, considerando que no había más personas a quienes este ser podría utilizar en el engaño, y de las dos personas existentes, Eva era la más indicada por cuanto su creación, al ser más reciente que la de Adán, le implicaba tener menos experiencia en su relación con animales.

Además, fue a Adán a quien Dios había encomendado previamente que diera nombre a los animales, otorgándole la inteligencia y capacidades necesarias para diferenciarlos entre sí, en función de su morfología, de su hábitat, etc. Para Adán sí que habría sido sorpresivo y sospechoso que le hablase una serpiente, dado el conocimiento mayor que éste tenía de los animales.

Lo que la Escritura deja en claro es que hubo castigo para todos los implicados en ese acto de desobediencia original, lo que finalmente tuvo consecuencias desastrosas a nivel cósmico, como lo establece Romanos 8:20-22. Muy probablemente pudo haber existido más de un tipo de serpientes al inicio (no en variedades de un solo tipo, como razas o subespecies), con diseños corporales muy diferentes, que las habilitasen para vivir en hábitat diferentes (como lo vemos hoy). No obstante el castigo, con cambios importantes en su morfología, pudo haber afectado a todo el grupo de serpientes, como también ocurrió en el hecho de que estas tuvieron que pasar de una alimentación herbívora a una carnívora, como ocurrió también con otros animales.

El escrito bíblico permite inferir que la serpiente sufrió cambios importantes en su estructura corporal, con pérdida o disminución de extremidades y cinturas asociadas, no por haberlas dejado de usar en el curso de millones de años, como señala una de las propuestas evolutivas, sino porque el Creador de los animales, quien estableció su diseño original con extremidades delanteras y traseras, le establece un castigo humillante como es el arrastrar el vientre sobre el polvo, en vez de caminar. Sentencia que hubo de cumplirse rápidamente, como lo fue también para Adán y Eva, con la expulsión del Edén.

Hasta aquí hay cierta coincidencia entre el escrito bíblico y la propuesta evolutiva en que las serpientes originalmente caminaban y que luego aquellas estructuras corporales involucradas en la acción de caminar se atrofiaron o desaparecieron. Pero la Escritura apunta a un rediseño corporal de las serpientes, lo que involucraba cambios genéticos importantes, desviándose de su patrón corporal original.

Por los avances obtenidos en la biología molecular, hoy sabemos que estos cambios deben ocurrir no sólo en los genes codificadores (los que tienen las instrucciones para sintetizar proteínas y desarrollar estructuras y órganos), sino también en los genes reguladores del plan corporal de estos animales, los cuales controlan cuándo y dónde se activan los genes codificadores.

Sin duda que el rediseño corporal para las serpientes supera ampliamente la explicación en el contexto darwiniano de cambios morfológicos por adaptación, porque el asunto estriba en el control de genes reguladores, descubiertos muy recientemente y que permiten inferir diseño. Se nos adelanta aquí un conocimiento profundo de aquello que hoy llamamos como ciencia genómica, la cual se viene desarrollando muy recientemente, con el nacimiento del presente siglo, auxiliada por la genética, la biología molecular, la biotecnología y la informática.

Evidencias de diseño inteligente

Los grandes cambios de diseño corporal, que se salen del prototipo original de una especie (Bauplan en Zoología), sólo pueden ocurrir si hay cambios radicales en la información genética del individuo, a nivel de los genes reguladores (Genes Hox).

La propia biología molecular ha dejado en claro que para hablar de macroevolución no sirven las explicaciones evolutivas clásicas (18).

Esto tiene fuertemente divididos a los biólogos hoy, en donde la mayoría sigue al darwinismo tradicional, ya sea por romanticismo científico, por lo fuerte del paradigma, o por alguna otra razón filosófica, pero es la propia ciencia la que se ha encargado de dejar en claro que en la actualidad no existen fundamentos científicos que avalen el darwinismo en macroevolución.

Por ello es que a inicios del presente siglo se produjo el surgimiento de una nueva teoría evolutiva, denominada Evo Devo (Evolutionary Deve-lopment). En síntesis, esta teoría establece que, si se quiere hablar de evolución a nivel macro, se debe entender primero cómo el programa genético de una especie dada termina desarrollando a un organismo completo, desde su fase huevo, con las distintas etapas de su desarrollo embrionario, hasta llegar a adulto, y cómo operan los genes reguladores tipo Hox para dirigir a otros genes en la formación de los distintos órganos y estructuras.

Esta teoría es interesante, y más consistente que el darwinismo tradicional, pero se topa con un problema fundamental: ¿De dónde proviene la información genética, altamente codificada, y con centenares de miles de diseños para las múltiples estructuras y funciones de un animal determinado? Desde luego no es factible explicarlo con ninguna de las teorías evolutivas existentes, dado que un programa genético con información codificada requiere un diseñador. No surge al azar la información codificada en la naturaleza (19).

Los investigadores Cohn & Tickle (1999) (20) publicaron un hallazgo científico extraordinario, estudiando precisamente el desarrollo embrionario de serpientes, y cómo los genes reguladores Hox controlan la expresión de genes codificadores que terminarán desarrollando las estructuras óseas (extremidades y cinturas) que les permitirían caminar a las serpientes.

Estos investigadores descubrieron que, en efecto, las serpientes a nivel embrionario presentan estos genes reguladores, los que se expanden a lo largo del eje corporal antero-posterior en embriones de serpiente pitón, y que su accionar puede explicar la ausencia de las extremidades anteriores y el desarrollo parcial de las extremidades posteriores. Descubrieron que las vías genéticas de señalización (desarrollo de la cresta apical del embrión y polarización de las regiones corporales), que son las que se requieren para el desarrollo de las extremidades, no están activadas en estas serpientes, aunque están presentes.

Los genes reguladores para que estos reptiles desarrollen tanto las cinturas escapulares y pélvicas, como sus cuatro extremidades están intactos, sólo que no están activados. Alguien «puso ese interruptor en off». Otros investigadores han posteriormente corroborado estos hallazgos21.

Entonces el problema no es de evolución de más o menos caracteres morfológicos, porque los genes para desarrollar esos caracteres están ahí, sino que el asunto se relaciona por un lado entre la información genética codificada que está presente en unos genes que siguen intactos, y por otro lado con su Programador o Diseñador, quién habría desactivado esa porción de genes reguladores, para que no haya desarrollo de las estructuras en cuestión.

En la figura de la página 77, tomada del estudio de Cohn & Tickle (solo visible en versión PDF), se observan fotografías de embriones de pitón, donde claramente se aprecia la cintura pélvica y rudimentos de las extremidades traseras, los que finalmente no se pueden desarrollar, porque su genes que lo regulan no están activos, o solo muy parcialmente.

Resolviendo aparentes inconsistencias

Si estos esqueletos de serpientes encontrados en una significativa área geográfica (Israel), tuviesen las cuatro extremidades desarrolladas, podríamos inferir que pudieran ser fósiles que datan desde antes de la maldición, cuando caminaban de manera similar a lagartos. Pero solo tienen extremidades traseras completas, con ausencia de las delanteras. ¿Cómo entenderlo?

La sentencia bíblica que involucró rediseño corporal a las serpientes («sobre tu pecho andarás»), significó efectivamente la pérdida de las extremidades delanteras, y no existe vestigio de estas estructuras en ningún fósil, aunque los estudios de desarrollo embrionario han establecido que los genes reguladores para desarrollarlas están.

Por lo tanto, todos estos animales, incluyendo aquellos que tuvieron extremidades traseras, han debido arrastrar su pecho desde los inicios hasta ahora. En este sentido la sentencia bíblica se ha cumplido literalmente. Pero, ¿por qué no desaparecieron también las extremidades traseras en todas las serpientes, y sólo aparecen en algunas y en otras solamente vestigios?, bajo el supuesto que la maldición fue para todos los tipos de serpientes que había en Edén.

Esto último tampoco tiene inconsistencia con el texto bíblico, por cuanto éste no dice que desaparecerán las extremidades de las serpientes, sino sólo que se arrastrarían sobre su pecho, y la sentencia ya se cumple con el que no haya desarrollo de las extremidades delanteras. Por tanto la presencia de las extremidades traseras no anula la sentencia bíblica.

Pero, además, se ha de tener en cuenta que las extremidades traseras tienen otras funciones además de caminar, y ello podría explicar muy bien, por qué el Diseñador de estos animales decidió que en algunas de ellas se desarrollaran, en otras sólo un poco, y en algunas nada. Recordemos que los genes reguladores para desarrollar las cuatro extremidades están presentes, sólo que inactivados, total o parcialmente, por tanto no es cuestión de información genética faltante, sino sólo de expresión genética, definida por interruptores moleculares.

En efecto, las extremidades posteriores son utilizadas por algunas serpientes para excavar túneles en la tierra (22). En otras especies como las boas y las pitones tienen sólo un rudimento parcial de las extremidades posteriores, las que utilizan en el proceso de apareamiento, y también como un espolón de defensa cuando se ven enfrentadas en eventuales luchas.

Otras serpientes o culebras no requieren excavar ni tampoco se aparean con ayuda de espolones, por lo que no era necesario que se expresaran los genes que codifican para formar las extremidades traseras o sus rudimentos, y el Creador las quitó totalmente, al igual que lo hizo para todas las serpientes, cuando suprimió la expresión genética que regula el desarrollo de las extremidades anteriores.

Luego de haber dado una gran vuelta a lo largo de un importante dossier de investigación científica sobre serpientes, es factible concluir que la sentencia bíblica del Génesis sobre el rediseño morfológico de las serpientes, el que implicó que debían caminar arrastrándose sobre su pecho, es totalmente consistente con la información científica proveniente del registro fósil y de la genética molecular.

El diseño genético original de estos animales contemplaba el desarrollo de las cuatro extremidades, con sus respectivas cinturas pélvicas y escapular, lo que les habría permitido caminar en el huerto de Edén y no arrastrarse, de manera similar a como lo hacen hoy los grandes lagartos, con presencia de extremidades cortas pero fuertes, como quedó demostrado a través del fósil de la serpiente Najash rionegrina. Sin embargo, a estos serpenteantes animales, el interruptor genético que conecta genes reguladores con codificadores, para echar a andar las estructuras involucradas en la acción de caminar, les fue apagado, total o parcialmente.

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