Principio Nº 2
El Antiguo Testamento se interpreta a la luz del Nuevo

A la luz de lo dicho en la lección anterior, podemos afirmar entonces que todo el Antiguo Testamento era una profecía acerca de Cristo. Al respecto, el apóstol Mateo dijo: “Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan” (11:13). Esto quiere decir que hasta Juan el Bautista todo era profecía; pero, desde él en adelante, ha llegado la realidad. Lucas, por su parte, lo dice así: “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (16:16). Por lo tanto, lo que tenemos en el Nuevo Testamento es el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Aquellos que podemos mirar el A.T. desde el Nuevo, tenemos, pues, la bendición de interpretar el Antiguo desde su cumplimiento, esto es, desde el Nuevo.

De manera que no debemos ir al Antiguo Testamento sin la interpretación que hace el Nuevo Testamento de él. Veamos a continuación un ejemplo:

Comparar Deuteronomio 25:4 con 1ª Corintios 9:9-10

¡Qué te parece! ¿Te habrías imaginado que el texto de Deuteronomio 25:4 hablaba de los ministros de Cristo? De no ser por el hecho de la inspiración de las Escrituras diríamos que el apóstol Pablo está interpretando equivocadamente las Escrituras. Dése cuenta que él no está haciendo una aplicación del pasaje. Lo que está diciendo es que cuando Dios inspiró a Moisés para que escribiera ese mandamiento, no estaba pensando en los bueyes, sino en los ministros de Cristo.

De la misma manera muchos detalles del Antiguo Testamento son interpretados cristológicamente en el Nuevo Testamento:

LOS TIPOS

Un “tipo” “es un personaje o un acontecimiento que desde épocas remotas anunciaba oscuramente lo que había de acontecer en la plenitud de los tiempos” 1 . Aquí nos limitaremos solamente a ver algunos personajes:

  1. Adán. “El cual es figura (gr. tipo) del que había de venir” (Rm. 5:14). Adán es tipo de Cristo, según Rm. 5:15-19, en el sentido que permite contraponer la obra del primer hombre, Adán, con la obra del segundo hombre, Jesucristo (cf. 1 Cor. 15:47).
  2. Abel. “A Jesús, Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Heb. 12:24). La sangre de Abel clamaba por justicia (Gn. 4:10); la de Cristo, justifica. El punto es que el episodio de la muerte de Abel fue escrito para poder destacar –por la vía de la comparación- la muerte de Cristo.
  3. Abraham. “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac…porque pensaba que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado (gr. parábola) también lo volvió a recibir” (Heb. 11:17-19). ¿De qué fue parábola esta estremecedora escena que quiso el Espíritu Santo que se registrara? ¿Será torcer las Escrituras decir que son parábola del Padre celestial entregando a su unigénito Hijo a la muerte, para posteriormente volver a recibirlo en resurrección?
  4. Isaac. En Gálatas 4:21-31 el apóstol Pablo declara que los episodios de la vida de Sara y Agar y de sus hijos Isaac e Ismael respectivamente, fueron dichos en alegoría. En alegoría ¿de qué? Las dos mujeres, según Pablo, son los dos pactos: La ley, Agar, y la gracia, Sara. Los dos hijos, por su parte, son una alegoría de los nacidos del Espíritu, Isaac, y de los nacidos según la carne, Ismael. Y la lucha entre ellos, representa la lucha que se libra en los creyentes entre el Espíritu y la carne.
  5. José. Según la hermenéutica tradicional son tipos de Cristo solamente aquellos que explícitamente se presentan así en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, según esa hermenéutica José no es un tipo de Cristo. Pero ¿quién podría negar el hecho? Y de muestra un botón. Cuando María, la madre de Jesús, dijo de él: “Haced todo lo que os diga” estaba usando las mismas palabras que usó Faraón para referirse a José: “haced lo que él os diga” (Jn 2:5 comp. Gn. 41:55).
  6. Moisés. “Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir…” (Heb. 3:5). Para testimonio ¿de qué? De que Jesús –a diferencia de Moisés- fue y es fiel no como siervo, sino como hijo, y no en la casa de Dios, sino sobre la casa. ¡Aleluya!
  7. Aarón. “Y nadie toma para sí esta honra (la del sacerdocio), sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. Por eso, tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote…” (Heb. 5:4-5). Todo el sacerdocio de Aarón, con sus requisitos y ceremonias, fue registrado como una ilustración del verdadero sacerdocio, el de Jesucristo.
  8. Melquisedec. “Nada se sabe de su padre ni de su madre ni de sus antepasados; ni tampoco del principio y fin de su vida. Y así, a semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre” (Heb. 7:3; ver también el v. 15). Aquí Melquisedec permite contrastar el sacerdocio de Cristo con el de Aarón.

Suficiente con estos ejemplos. La pregunta que queda planteada es si para todos los otros personajes bíblicos rige el mismo principio. ¿Qué decir de David, Salomón, Oseas, Nehemías, Josué, etc., etc., etc.?

LAS SIMIENTES

  1. Jesucristo, la simiente de la mujer. “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (Gn. 3:15). Según esta profecía, la simiente de la mujer heriría en la cabeza a la serpiente antigua y ésta la heriría en el talón. ¿Quién otro sino Jesucristo cumplió esto? Él participó de carne y sangre “para destruir por medio de la muerte (herido en el talón) al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Heb. 2:14).
  2. Jesucristo, la simiente de Abraham. “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz” (Gn. 22:18). El apóstol Pablo interpreta este texto en Gálatas 3:16. “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su descendencia (o simiente). No dice: ‘Y a los descendientes’, como si hablara de muchos, sino como de uno: ‘Y a tu descendencia’, la cual es Cristo”.
  3. Jesucristo, la raíz y el linaje de David(Apoc. 22:16). La palabra “simiente” en griego es “esperma”. En español se traduce comúnmente por “semen”. Aquí no dice que Jesucristo es la simiente de David –sí lo dice en Rm. 1:3 y en 2 Tm. 2:8- pero dice que es el linaje de David. “Linaje” en griego es “genes”. Los genes son parte del semen. Por lo tanto, simiente, descendencia y linaje son términos equivalentes.

Pero he querido escoger esta cita bíblica por la expresión “raíz…de David”. Jesucristo no es solamente el linaje de David, sino también la raíz de David. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que Jesucristo es el que sustenta a David, el que le dio origen. Por lo tanto, si bien es cierto que Jesucristo es un descendiente de David, no es menos cierto que por causa de Jesucristo vino a la existencia David. Él, al igual que todos los demás personajes bíblicos, entró en la escena de las Escrituras para mostrar anticipadamente al bendito Hijo de Dios. De no ser por el Cristo, Dios jamás habría levantado a Abraham, a David ni a ningún otro. (Continuará).

1 Miguel A. Ferrando,
Iniciación a la lectura de la Biblia,
Ed. Mundo, Stgo., Chile, 1987, p. 313.