Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto».

– 1 Tim. 6:6-8.

El asunto de los bienes y el dinero es de la mayor actualidad en el mundo de hoy. ¿Cómo pueden resistir los cristianos la avalancha de ofertas, el juego de las vanidades y las carreras desenfrenadas por adquirir cosas?

Pablo advierte que el problema del dinero tendrá dimensiones extraordinarias en los días finales. Dentro de algún tiempo, Demas, un discípulo, abandona al apóstol, para irse al mundo. No se sabe si fue por este asunto específico, pero aunque haya habido otros, es difícil que éste no haya estado relacionado.«Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (6:9-10).

El amor al dinero es la raíz de todos los males – dice Pablo. Alguien podría cuestionar esto, pero la palabra de Dios no puede ser objetada ni quebrantada. Por conseguirlo, se suele dejar de lado todo lo demás, olvidando familia, fe, principios morales, todo. Pero, al final, cuando se ha conseguido la meta, si ésta se consigue, no trae saciedad. La dicha siempre está más allá de la más ambiciosa meta económica, y jamás se puede alcanzar.

Por eso, en otro lugar, Pablo exhorta a los cristianos de esta manera: «Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues que … los que compran, (sean) como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa» (1 Cor. 7:29, 30-31). Este es un estar en el mundo como no estando, tener como no teniendo, no dejando que el corazón se haga cautivo de las cosas.

El escritor de Hebreos dice: «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te dejaré, ni te desampararé» (Heb. 13:5). ¡Qué sabia enseñanza! «Contentos con lo que tenéis ahora». Eso es contentamiento, satisfacción, en lo que Dios hoy nos da.

Siempre habrá más ricos y más pobres que nosotros. Una mirada comparativa nos puede hacer mucho daño. Si miramos a los primeros, tal vez nos tengamos como pobres y desdichados; si miramos a los segundos tal vez nos sintamos orgullosos y soberbios. Solo el mirar al Señor con gratitud por lo que hoy nos ha provisto, es lo que puede darnos este «contentamiento» del que se habla en estos pasajes.

La piedad es más que creer, es vivir lo que creemos. Es pasar la valoración de los cosas espirituales, eternas, al plano de lo real y cotidiano. Hacer un aterrizaje de lo sublime al ámbito de las cosas pequeñas, en el día a día. Que el Señor nos ayude a ser consecuentes con lo que creemos.

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