En todas las pruebas y sufrimientos en las que podamos encontrarnos, es imposible dudar de la bondad de Aquel que ha querido tomar nuestro lugar en el juicio; si lo pensamos, eso pone una barrera infranqueable ante todo sentimiento indigno de nuestra parte hacia Él, quien nos demostró un amor tan grande. Los designios de Dios para con nosotros no pueden tener otra fuente más que su amor revelado en Jesucristo nuestro Señor.
J. Foulquier, en revista “Creced”.

¿Has oído alguna vez decir a uno de nuestro modernos cristianos activistas lo siguiente? “No sé cuándo voy a encontrar una doctrina de la vida abundante que me resulte satisfactoria”. En realidad, existe sólo una respuesta a esta clase de búsqueda: fija tus ojos en Jesús y entrégate completamente a él, porque es Dios y Cristo, redentor y Señor: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” ¿Cómo podemos ser tan ignorantes e insensibles como para tratar de encontrar las respuestas espirituales y la vida abundante mirando más allá del único que ha prometido no cambiar jamás?
A.W. Tozer, en Manantiales de lo alto.

El hombre a quien Dios puede usar para regir a su pueblo y establecer su reinado, el hombre conforme a su corazón, que le agrada, es aquel de quien puede decir: hará todo lo que quiero.
Andrew Murray, en Cómo vivir en la voluntad de Dios.

No hay ninguna persona que sea común. Usted nunca ha dirigido la palabra a un simple mortal. Las naciones, las culturas, las artes, la civilización, todas son perecederas, y su vida es a la nuestra como la vida de un mosquito. Pero es con inmortales que bromeamos, que trabajamos, que nos casamos; son inmortales a quienes desairamos y explotamos; espantos inmortales o llamas eternas.
C.S. Lewis.

¿Qué diferencia hay entre una persona que nunca necesita ayuda y otra que ha aprendido a buscarla en Dios? No es que la primera actúe mal y la segunda bien. El ateo autosuficiente puede ser una persona buena y con principios. Pero es como un arbusto que crece en el desierto: si se basta a sí mismo, corre el riego de secarse y marchitarse cuando se le acabe lo que lleva dentro. En cambio, quien acude a Dios se asemeja a un árbol plantado junto a un arroyo, lo que comparte con el mundo proviene de una fuente inagotable, de modo que jamás se seca.
Harold Kushner, en revista “Gethsemaní”.

¿Cuándo aprenderemos que Dios no está en el viento del órgano, ni en el fuego de los aleluyas, sino en el silbo apacible y delicado? ¿Quién que lo haya presenciado no se acuerda del bendito silencio que sigue al sermón en el tabernáculo del Sr. Spurgeon? El pueblo se va, llevando en su corazón la palabra de amonestación, de exhortación y esperanza como el último sonido que cayó sobre el oído. Se marchan al compás de una conciencia que acusa o excusa, y no a la música del órgano. ¡Qué poder tiene el silencio!
A.J. Gordon.