Nubes negras se avizoran en el horizonte para la cristiandad de Occidente. Vientos contrarios se suman a los que ya soplaban. Hay amenazas externas y grandes debilidades internas.

Monseñor Schooyans, especialista del Vaticano en asuntos relativos a Naciones Unidas, globalización y mundialización, ha lanzado recientemente un grito de alarma por lo que él considera “la ambición de la ONU por entronizar un sistema de pensamiento único, en el que se legitime y cree un gobierno mundial donde las agencias de la institución podrían transformarse en ministerios”. “Estamos ante un proyecto gigantesco” –agrega Schooyans– “que transformaría a las Naciones Unidas en un superestado mundial, que gobernaría todas las dimensiones de la vida, del pensamiento y de las actividades humanas, ejerciendo un control cada vez más centralizado de la información y del conocimiento”.

Dentro de este megaproyecto denunciado por Schooyans está incluido también lo religioso. La ONU proyecta una religión con “Alma Global”, inspirada en los principios de la Nueva Era. Para el efecto se está redactando un documento muy importante –titulado “Carta de la Tierra”– una mezcla de Declaración Universal de Derechos Humanos y del Decálogo, con un fuerte ingrediente ecológico. En definitiva, lo que se pretende es la creación de una religión mundial única, con imprevisibles consecuencias.

Pero eso no es todo. La amenaza hacia la fe cristiana avanza también en otro frente de importancia no menor. En los Consejos y documentos oficiales de la Unión Europea ya se ha desterrado el cristianismo. En la redacción de la Carta de los derechos fundamentales de la UE hubo problemas cuando se sugirió recordar la herencia religiosa cristiana europea. Siguiendo la misma línea, al inaugurarse en febrero recién pasado la Convención que debería trazar el futuro de la UE, uno de sus vicepresidentes, Jean-Luc Dehane, dejó en claro al comenzar que en ese foro no podría hacerse referencia explícita a los valores cristianos.

El Vaticano parece haber entrado en pugna también con la UE. En los últimos meses, Roma ha emitido varios documentos presionando a la Eurocámara para que retire un Informe sobre “fundamentalismo y mujer”, por considerar que “defiende la secularización, el aborto y la homosexualidad”. La Euro-cámara, por su parte, no está improvisando en lo que hace: el documento en cuestión fue previamente aprobado por dos organismos de peso de la UE, la “Comisión de Derechos de las Mujeres” y la “Comisión de Libertades y Derechos de los Ciudadanos”.

Pero los problemas con los megaorganismos internacionales continúan. Recientemente el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que representa a unos 400 millones de cristianos de origen protestante, agrupados en 340 iglesias y comunidades en 120 países, convocó a un grupo de iglesias evangélicas argentinas y extranjeras a una serie de deliberaciones sobre la “crisis argentina” en Buenos Aires. Las deliberaciones concluyeron en una dura condena al Fondo Monetario Internacional (FMI), al que consideraron “responsable” de la situación que vive ese país.

En la ocasión, el pastor Emilio Monti, Presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) amplió su ataque hacia la globalización toda, porque –según declaró– detrás del problema argentino hay una “crisis global”, y “el problema de la globalización es la ideología que está detrás, la de la concentración del poder y la riqueza en manos de unos pocos”.

Como se ve, comienzan a declararse abiertamente sentimientos hostiles entre el poder político y las organizaciones cristianas, tan de la mano –o al menos, poco dispuestos a pelear– por largo tiempo en Occidente. ¿Qué significa todo esto?

Rechazo mutuo

En uno de los números anteriores de “Aguas Vivas” intentamos explicar el sentido que tiene la globalización a la luz de las profecías bíblicas.1 Allí advertimos que la globalización estaba sentando las bases económicas y políticas para el supergobierno mundial del Anticristo. En un artículo posterior, a fines del año pasado, nos referimos a la Nueva Era como “la religión del tercer milenio”, una religión “sin Dios, sin Cristo y sin sangre”. 2 Pero, ¿cómo llegará la Nueva Era a serlo, si el cristianismo es una religión fuerte, que ha imperado en Occidente por 17 siglos? Resulta difícil aceptarlo, pero el resquebrajamiento de su poder parece haber comenzado.

Así que, por un lado tenemos a los organismos políticos internaciones desterrando paulatinamente la fe cristiana, e introduciendo una religión nueva, amplia y humanista, y por otro, están las principales instituciones cristianas, tanto católicas como protestantes, haciéndose abominables a ese poder político por la fuerte oposición que plantean. Este rechazo mutuo no puede sino apresurar los hechos en la misma dirección que ya llevan.

Por primera vez en la historia de la civilización occidental cristiana pareciera ser que la Iglesia Católica está comenzando a perder influencia en los círculos de alta política. Su voz, acostumbrada a oírse con respeto y aun con temor en todos los ambientes seculares, está siendo cuestionada. Y esta vez la resistencia pareciera tener mucho brío, porque nunca antes las naciones estuvieron (como van a estar) tan cohesionadas para resistirla. A la hora de un choque de fuerzas, no se podría vaticinar que la balanza se incline hacia donde siempre se ha inclinado.

El camino va quedando así más y más expedito para la instauración del gobierno mundial del anticristo.

Enemigos internos

Pero la cristiandad oficial no sólo está enfrentando enemigos externos. Hay algunos elementos internos que están socavando su fuerza.

Últimamente se ha puesto en el tapete de la noticia los variados casos de inmoralidad al interior del sacerdocio católico, específicamente de pedofilia, en Estados Unidos. En un artículo titulado “¿Puede salvarse la iglesia?”, publicado el 27 de marzo, la revista Time denuncia: “Católicos de Estados Unidos piden urgentes reformas en el seno de la Iglesia, al multiplicarse los casos de abuso sexual por todo el país.” En el artículo se citan varios casos ‘comprobados’, se denuncia la cultura del “secretismo” sostenida por el Vaticano; se da cuenta de algunas millonarias indemnizaciones que se han pagado; y de las consecuencias que están teniendo estas reiteradas denuncias en la fe de los católicos en el mundo entero. En resumen, un verdadero terremoto se le ha venido encima a la Iglesia Católica, pese a que el Papa ha intentado apaciguar las reacciones.

Pero no sólo los católicos han sufrido estas amarguras. También los evangélicos han sido testigos de lo que nunca pensaron ver: su más prestigiada y admirada figura ha sido objeto de agria polémica. Estados Unidos y el mundo protestante en general se conmovieron cuando se dio a luz el contenido grabado en cinta magnetofónica de una conversación privada entre el evangelista Billy Graham y el ex Presidente Richard Nixon, ocurrida el año 1972. En dicha conversación Graham emitió comentarios que han sido considerados como “inexcusablemente antisemitas”, y que han despertado el repudio de la opinión pública. El evangelista, de 83 años, ha tenido que pedir disculpas al país por sus expresiones, diciendo que no atina a explicar cómo las emitió.

Recientemente se publicó en “The Times” (de Londres) un caso que muestra hasta qué punto está llegando el relajamiento del clero protestante. George Exoo, un pastor estadounidense reconoció haber asistido, como parte de su labor pastoral, a más de 100 personas (‘clientes’) a suicidarse. El ‘reverendo’ ofrece sus servicios por Internet, y ha declarado que no dejará de hacerlo, por considerar que su labor es “humanitaria”. Asombroso y espantoso.

La calidad de la fe contemporánea

En medio de toda esta debacle, ¿cuál es la calidad de la fe que poseen los cristianos en la actualidad? Para saberlo, un botón de muestra, tomado de uno de los países históricamente más religiosos del planeta. A comienzo de marzo se dio a conocer en Estados Unidos una encuesta Gallup, según la cual la religiosidad norteamericana –de raíces protestantes– “tiene 5.000 kilómetros cuadrados de extensión, pero sólo diez centímetros de profundidad”. El informe reveló que, aunque los norteamericanos se consideran a sí mismos religiosos, no saben quién es el autor del Sermón del Monte, ni saben exactamente lo que creen. La encuesta reveló también que tras los atentados del 11 de septiembre pasado hubo un auge religioso –no necesariamente cristiano– pero que sólo duró tres semanas.

En el Viejo Mundo, el diario “The Telegraph” de Inglaterra reflexionó hace algunos días sobre la relati-vización del mensaje cristiano en ese país. El diario advierte que el país está cada vez más secularizado y que no hay signos de cambio. Según el periódico, la culpa recae también sobre la propia Iglesia anglicana, “que no ha conseguido reinventar su misión”.

Sincretismo, ecumenismo, admisión de homosexuales y lesbianas, y humanismo en todas sus variadas manifestaciones, parecen ser otros de los males que hay que añadir. Definitivamente, no son buenos estos días para el cristianismo institucionalizado. Graves amenazas por fuera, numerosas debilidades por dentro. ¿Será ésta la situación de toda la cristiandad?

Si así fuera, sería para desesperarse y llorar, pero las promesas de Dios son fieles. Cuando el profeta Elías clamó a Dios diciendo: “Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme”, la divina respuesta vino, de inmediato: “Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también –agrega Pablo– aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Rom. 11:3-5). ¡Y aun en este tiempo! – agregamos nosotros. ¡Gracias a Dios!

1 “Aguas Vivas” Nº 11, “La globalización: un problema sin fronteras”. 2 “Aguas Vivas” Nº 12, “Conspiración en las Escuelas”.