Las mujeres de Dios tienen una esfera de servicio riquísima en la casa de Dios, que va más allá de las palabras.

Asimismo, que las mujeres se atavíen … con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”.

– 1 Tim.2:9-10.

El pasaje de Timoteo en el cual aparecen estos versículos pareciera reducir a las mujeres creyentes al silencio, a la sujeción y a la pasividad. Pareciera eximir a las mujeres de todo servicio en medio de la Casa de Dios. Sin embargo, precisamente este versículo 10 es un llamado muy fuerte a las mujeres de Dios a la acción, a una participación activa.

El hecho de que profesen piedad, es decir, que posean una comunión verdadera –de corazón– con Dios, las pone en el camino y en la dirección correcta para hacer buenas obras. ¿Qué corresponde que hagan las mujeres piadosas? ¡Que se atavíen con buenas obras! La expresión “como corresponde a …” da por sentado que es propio de las mujeres vestirse de buenas obras.

Una errónea interpretación de la doctrina de la salvación por gracia y no por obras ha llevado a muchos a pensar que, puesto que no necesitaron hacer nada para su salvación, no necesitan hacer nada después de su salvación.

Sin embargo, Efesios 2:9-10 nos aclara este asunto al decir que fuimos creados “para buenas obras”. Aunque fuimos salvos por fe, y “no por obras, para que nadie se gloríe”, la consecuencia normal de la fe y la salvación son las “buenas obras”. Aquí en Efesios somos llevados primero a los lugares celestiales para sentarnos juntamente con Cristo, y asumir una posición de descanso, pero luego se nos trae a la tierra para que hagamos buenas obras.

¿Qué obras? Pareciera que, al no autorizársele a hablar ni a enseñar a la mujer en la iglesia (a los varones, se entiende), no quedara mucho que ella pueda hacer. Sin embargo, no es así.

La piedad genuina es algo que se vive, no tanto que se habla. Por tanto, una mujer piadosa es aquella que, aunque sea en silencio, y casi sin que se advierta, está sirviendo a Dios, y vistiéndose con buenas obras.

Las buenas obras son más bellas que el mejor peinado, y más elegantes que el más escogido de los vestidos. Una mujer estará desnuda delante de Dios si no se atavía con buenas obras. Su vestido no será el lino fino de las “acciones justas” de los santos (Ap.19:8), sino el vestido tosco y descolorido de la negligencia y la esterilidad. Tenemos que ver que las buenas obras de 1ª Timoteo 2:10 son las mismas ‘acciones justas’ de Apocalipsis 19:8.

Dos clases de servicio

Generalizando, podemos decir que los varones sirven a Dios hablando y haciendo; las mujeres, en cambio, sirven mejor a Dios haciendo que hablando. Cuando la mujer habla, fácilmente va más allá de lo que debe, por eso la Escritura pone resguardos a la boca de la mujer (1ª Tim.3:11; 5:13; Tito 2:3). Pero cuando una mujer obra más que habla, es una mujer de Dios.

1ª Pedro 3:1-4 nos destaca dos cosas importantes respecto de la mujer: a) la predicación sin palabras de una mujer cuyo marido no es creyente. Aquí la mujer realiza una buena obra, no ‘hablando’ sino ‘haciendo’. b) el atavío de una mujer de Dios es el del corazón, en una índole afable y apacible. Esto coincide con el pasaje de Timoteo.

Dos vestidos

A la luz de Timoteo y Pedro, podemos concluir que la mujer de Dios posee dos vestidos: uno son sus buenas obras (mencionado en Timoteo), y el otro es su carácter manso y apacible (mencionado en Pedro).

Ambos vestidos son el atavío, el adorno perfecto, de una mujer de Dios. A la mujer le importa mucho su vestido. Así pues, cada vez que una mujer de Dios piense en un vestido nuevo, acuérdese de estos dos vestidos que Dios ha dispuesto para ella. Ambos se obtienen sin palabras, modestamente. Uno constituye su belleza interior, y el otro, su belleza exterior.

Restricciones a su naturaleza

Una mujer enfrenta dos grandes dificultades, porque implican luchar contra su naturaleza: una es domar su lengua, y la otra es poner sobriedad en su atavío.

El orden de Dios para ella implica modificar drásticamente estos dos impulsos naturales, para producir un fruto esencialmente espiritual.

Así que, cuando una mujer de Dios esté siendo tentada a hablar en demasía piense que el más dulce fruto espiritual lo puede producir sin palabras. Asimismo, cuando esté siendo tentada a exacerbar su atavío externo, recuerde que los vestidos que más agradan a Dios no se hacen con una tela costosa, sino que son el fruto de una piedad interna manifestada en hechos concretos externamente.

¿Qué obras son las buenas obras?

Digámoslo una vez más: las buenas obras no son para decirlas, sino para hacerlas. Ahora bien, si miramos 1ª Timoteo 5:10 encontramos una lista de requisitos que debían tener las viudas para ser ayudadas por la iglesia. Esta es precisamente una lista de buenas obras para todas las mujeres piadosas. En Mateo 25:34-40 hay también un listado de acciones de misericordia hacia los necesitados en la casa de Dios. Su aplicación es riquísima, pues cada una de ellas puede interpretarse en sentido espiritual y también en un sentido literal.

Así, la mujer de Dios que desee ejercitarse en la piedad, no carecerá de oportunidades para hacerlo. Porque Dios ha provisto para cada uno de sus hijos una esfera de servicio amplia y fructífera.