¡Oh Muerte!, torcedora garra impía,
Jesús deshizo tu mortal discurso;
abrió tu piedra estructurada yerta;
rompió tus cavidades, lengua y boca;
secó tus fauces de homicida absurdo.

¡Oh Muerte! ¿Viste al Cristo levantado
que irrumpe vivo de tu esquema inerte?
En otro tiempo yo temí tu zarpa,
tus huellas, tus vendajes, tu soborno;
mas hoy, Jesús, Señor resucitado,
es mi victoria, mi armadura, el reino,
mi gloria y mi sustento cotidiano.

¡Oh Muerte!, tus murallas han caído;
también cayeron miedos y agonías;
no tienes vida, flores ni esperanza,
tu reino de cavernas tiembla;
tu imperio y tu aguijón están en ruinas.

¡Oh Muerte! ¿Viste al Cristo levantado
a cuya voz el viento cesa y calla?
Tus lienzos, tu cilicio, ya no sirven.
¡Oh Muerte, escucha, Cristo te ha vencido,
el miedo de tu imperio ha terminado,
y tu aguijón se bate en retirada!
¡Es Cristo el vencedor glorificado!