No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura, como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad».

– 1 Corintios 5:6-8.

En este pasaje, el Señor nos habla de una fiesta: la celebración del partimiento del pan en conmemoración de la muerte de Cristo. Sin embargo, celebrar la fiesta con panes sin levadura no solo se refiere a la reunión del partimiento del pan, pues en todas las reuniones debiéramos estar limpios de levadura, es decir, de pecado. Notemos que el Señor dijo que, al partir el pan, lo hiciéramos para anunciar su muerte y proclamar su venida.

En todas las reuniones de la iglesia hay acciones de gracias y en todas ellas hemos de estar limpios de aquella levadura. En cada fiesta se disfruta el banquete, que es el sentido de la palabra ‘fiesta’. Y nosotros nos juntamos para disfrutar a Cristo, que es nuestro banquete. La fiesta se hace por causa de Cristo, y en cada reunión hay que disfrutarlo a él.

Éxodo 12:15 dice: «Siete días no comerás pan con levadura, ni tendrán levadura en sus tiendas». Estos siete días para nosotros representan todos los días: estamos llamados a vivir siempre en la justicia y la santidad, a ser luminares en medio de esta generación maligna y perversa (Fil. 2:15).

¿Y qué es lo que puede opacar a las estrellas o luminares sino la levadura del pecado? Así que, limpiémonos de toda contaminación, no solo para participar de las reuniones, sino que vivamos limpios todo el tiempo de nuestra peregrinación aquí en la tierra.

Un creyente puede contaminar y traer levadura a la iglesia, como el hombre del caso de inmoralidad en 1ª Corintios 5, o de Acán, en Josué 7. La levadura no solo son los pecados grotescos y visibles, sino también aquellos actos pecaminosos invisibles a los ojos del hombre, pero visibles a los ojos de Dios. Nosotros podemos dar poca importancia a cosas pequeñas, como por ejemplo, abrigar enojos, raíces de amargura, menospreciar a ciertas personas, ser injustos en cosas prácticas como deudas, quedarse con algo que no es nuestro. Sin embargo, en Cantares 2:15 dice que las zorras pequeñas son las que echan a perder las viñas.

Cuando hay levadura en alguno de nosotros, eso contamina a los demás, y el pueblo sufre pérdida en el avance del propósito de Dios. Cuando no hay gloria en medio de la iglesia, no pensemos que todos los hermanos están pecando: basta que uno tenga levadura en su habitación para que el pueblo entero se debilite y no pueda hacer frente a sus enemigos (ver Josué 7:1-5). Echemos manos a la sangre de Cristo, para el perdón de los pecados, y renunciemos a aquello que los provoca. Para que no nos perdamos la fiesta.

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