El propósito de Dios en los evangelios no es sólo que conozcamos la historia, sino que veamos a Jesús.

Cuando abrimos el Nuevo Testamento, descubrimos que los primeros cuatro libros son llamados «evangelios». Estos cuatro libros nos narran la historia de nuestro Señor Jesús. Ellos son de naturaleza histórica, son biográficos. A medida que leemos estos cuatro evangelios comenzamos a conocer a nuestro Señor Jesús – su vida, su ministerio. Con todo, es necesario que recordemos una cosa: la Biblia nos es dada como una revelación; en otras palabras, la Biblia nos va a revelar a Cristo. Sea en forma histórica, biográfica, poesía, profecía o alegoría; no importa la forma en que ella nos sea presentada, el propósito es uno: revelar a Cristo Jesús. Por eso, descubriremos que la Biblia es, no solamente histórica, sino espiritual.

La palabra de Dios es una revelación

Cuando nos aproximamos a la Palabra de Dios, por un lado, debemos leer, estudiar, y conocer su contenido. Este conocimiento es importante. Sin embargo, si eso es todo lo que obtenemos de la Biblia, entonces estamos perdiendo la verdadera razón por la cual ésta fue dada al hombre. La Palabra de Dios nos fue dada como una revelación – la revelación de Cristo Jesús. Y, por esa razón, tiene que ser recibida como revelación. No basta aceptar la Biblia como un libro de historias, poesías, enseñanzas, doctrinas, ceremonias y rituales. Tenemos que recibir la Palabra como revelación. Es necesario que sepamos la historia, enseñanzas, doctrinas, etc., pero, además de eso, es necesario que veamos a Cristo Jesús. Si no vemos a Cristo, y todo lo que vemos son historias o si no vemos a Cristo, sino sólo enseñanzas, entonces estamos perdiendo el verdadero propósito para el cual la Palabra de Dios fue dada.

Por eso, al aproximarnos a la Palabra de Dios, debemos pedir al Señor que nos dé espíritu de sabiduría y revelación para que podamos conocerlo verdaderamente. En otras palabras, la Biblia nos fue dada como una revelación y debe ser recibida como una revelación. Revelación significa: Dios revela a Cristo y, a través de la Biblia, nosotros vemos a Cristo en nuestro espíritu.

Cuando nos es dada una revelación, entonces el resultado es comunión. Si no hay revelación, no hay comunión. Comunión significa tener cosas en común. Si hay revelación, entonces tenemos comunión con lo que no es revelado. Entonces descubrimos que el «logos» de Dios debe hacerse «rhema» para nosotros. «Logos» es la palabra, el hecho, la verdad, la historia, la palabra que una vez fue hablada y dada por Dios como revelación. «Rhema» es cuando el Espíritu Santo sopla de nuevo sobre la Palabra que anteriormente fue dada y se vuelve viva, presente, real, experimental para cada uno de nosotros. Es por esa razón que necesitamos recibir la Palabra de Dios como revelación. Sólo cuando eso sucede tenemos comunión, y el resultado de esa comunión es la transformación. Nosotros seremos transformados por la Palabra, por lo que nos es revelado, o por Aquel que nos es revelado. Así, somos conformados a imagen del Hijo de Dios. Y ese es el verdadero propósito de la Palabra de Dios. Que el Señor nos ayude a aproximarnos a la Palabra de Dios sabiendo que ella es una revelación; recibámosla como tal, y, por revelación, ver a Cristo.

¿Por qué Mateo está en primer lugar?

Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento son libros históricos. Y aunque sean libros que narran la historia de la vida de nuestro Señor Jesús, el propósito de Dios no es sólo que conozcamos la historia, sino que realmente veamos a Jesús – «A fin de conocerle». Ese es el propósito de la Palabra de Dios.

Hablando cronológicamente, Mateo no fue el primer evangelio en ser escrito. La mayoría de los comentaristas concuerda en que el primer evangelio escrito fue Marcos; sin embargo, de acuerdo con la soberanía de Dios (y creemos que hay soberanía en este caso), cuando usted abre el Nuevo Testamento, descubre que el Evangelio según Mateo aparece en primer lugar.

Desde el punto de vista humano, nosotros colocaríamos el Evangelio de Lucas antes, porque ese es el evangelio de la gracia para la remisión de nuestros pecados. Nosotros estamos conscientes de nuestros pecados, sabemos que somos pecadores, necesitamos de perdón; necesitamos de la gracia de Dios y el evangelio de Jesucristo es el evangelio de gracia. Por medio de la gracia, por la fe, somos perdonados y recibimos vida eterna. Así, desde el punto de vista humano, nosotros diríamos que el Evangelio según Lucas debería ser puesto en primer lugar. Pero desde el punto de vista divino, el Evangelio de Mateo fue colocado en primer lugar. ¿Por qué?

Porque desde el punto de vista de Dios, la primera cosa que necesitamos ver y saber respecto de Cristo es: verlo y conocerlo como nuestro Rey. El evangelio del Reino es el evangelio desde el punto de vista de Dios. El evangelio de la gracia es el evangelio desde nuestro punto de vista. Es claro, el evangelio es ambos, pero generalmente comenzamos por nosotros. Somos tan centrados en nosotros mismos, deseamos la gracia para nosotros, para nuestra satisfacción, y a veces olvidamos que debemos estar centrados en Dios, que necesitamos ver el evangelio desde el punto de vista de Dios. ¿Qué es lo que Dios desea que sepamos acerca del evangelio o acerca del Señor Jesús en primer lugar? Él desea que lo conozcamos como nuestro Rey.

Una de las razones por las cuales la vida de algunos cristianos es tan débil y su testimonio tan ineficiente, es que nosotros recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador, o como nuestro Redentor, pero fallamos en verlo y reconocerlo como nuestro Señor, como nuestro Rey. Recibimos el evangelio para nuestro bien, pero no obedecemos al evangelio para que el propósito de Dios sea cumplido. Por lo tanto, al abrir el Nuevo Testamento, la primera cosa que Dios desea es que veamos a su Hijo, el Señor Jesucristo, como Rey.

La Biblia, como un todo, tiene el propósito de revelar a Cristo, pero la primera cosa que debe ser revelada a nosotros, que necesitamos recibir, es esa visión del Señor Jesús como Rey. Y esto, vuelvo a repetir, requiere revelación. El Espíritu Santo tiene que revelarnos esto en nuestro espíritu. Está escrito en el Evangelio según Mateo, pero lo que está escrito allí tiene que ser vivificado por el Espíritu Santo en nuestro corazón para que podamos verdaderamente ver a Jesús como Rey.

Con todo, en Mateo descubrimos al Rey según Dios, que es muy diferente del concepto humano de lo que es un rey. El Señor Jesús es Rey porque es humilde; él es Rey porque murió en la cruz. Y él nos está llamando a su reino para que nosotros también podamos ser participantes de su naturaleza de Rey.

Marcos y el Siervo de Dios

En el evangelio de Marcos se nos dice que el Señor Jesús es el Siervo del Señor. La palabra siervo, en verdad, es esclavo y para el entendimiento humano, rey y esclavo están en contraposición. No podemos colocarlos juntos. Cuando pensamos en un rey, pensamos en alguien en posición elevada, lleno de autoridad, dando órdenes, siendo obedecido por las personas. Cuando pensamos en un esclavo, un siervo, pensamos en alguien en posición inferior, no teniendo derechos propios; él debe servir, obedecer. Pero, de acuerdo con el entendimiento divino, esos dos, rey y siervo, se complementan, o se puede decir que ellos son uno.

Nuestro Señor dice: «Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos». El que sirve es el Rey; el Rey sirve. Ese es el concepto divino y, naturalmente, en la vida de nuestro Señor Jesús encontramos el Siervo modelo.

Para que un hombre pueda servir a Dios en su obra hay algo de extrema importancia: su carácter. El discipulado, por un lado, significa que un rey está siendo formado. Esto es, cuando usted responde al llamado del discipulado, usted realmente se está colocando bajo la disciplina del Señor, entonces su carácter de rey va a comenzar a ser construido en usted. Pero, al mismo tiempo, discipulado es el entrenamiento de siervo. Bajo el discipulado usted está siendo entrenado para ser un siervo del Señor y el carácter del siervo va a ser construido en usted.

Leamos un párrafo del libro «El Obrero Cristiano Normal» de Watchman Nee: «La vida diaria de un obrero cristiano está íntimamente ligada a su obra. Para estar calificado para un servicio espiritual, un hombre debe tener, no solamente una cierta cantidad de experiencia espiritual, sino que debe tener un cierto carácter. El carácter del hombre debe ser adecuado al carácter de la obra. Y el desarrollo del carácter de un hombre no ocurre en un día apenas. Si un obrero quiere poseer aquellas cualidades que son necesarias para hacerlo útil al Señor, entonces muchas cuestiones prácticas relacionadas con su vida diaria deberán ser abordadas. Viejos hábitos deberán ser abandonados y nuevos hábitos deberán ser formados a través de un proceso de disciplina; y ajustes de fundamental importancia deberán ocurrir en su vida con la finalidad de armonizarla con la obra».

En eso usted puede ver cuán importante es que el carácter del siervo sea adecuado al carácter del servicio. Si nosotros queremos servir a Dios y el carácter de nuestro servicio es hacer la voluntad de Dios, entonces vamos a descubrir que un cierto carácter debe ser desarrollado en nuestra vida. El desarrollo de ese carácter es un asunto diario; necesita ser desarrollado gradualmente y es necesario que muchos ajustes sean hechos. Viejos hábitos deben ser abandonados, nuevos hábitos deben ser formados y debe estar ocurriendo una transformación en nuestro interior, a fin de que podamos tener aquel carácter de siervo para hacer la obra de siervo.

En el caso de nuestro Señor Jesús, es perfecto. El carácter de siervo de nuestro Señor Jesús está perfecta y completamente adecuado al carácter de su obra, porque él es el siervo modelo. Y, en un sentido, este tipo de carácter de siervo debe ser construido en nuestro interior. ¿Usted puede imaginar una persona haciendo la obra de Dios sin tener aquel carácter de siervo construido en su interior? ¿Qué sucedería con su obra? Es imposible. Por eso, en el evangelio según Marcos, el carácter de siervo de nuestro Señor Jesús está muy evidente.

Lucas y el Hombre perfecto

En el evangelio según Lucas, el autor descubre que Jesús es el Hombre perfecto; él es el Hijo del Hombre, él es Dios-hombre. Por tanto, Lucas comparte lo que él entendió, y nos presenta al Señor Jesús como el hombre perfecto, el Hijo del Hombre.

Esto nos muestra que Dios está interesado en el hombre. Algunas veces, nosotros nos equivocamos seriamente; no queremos ser seres humanos, queremos ser ángeles. Pero Dios está más interesado en los seres humanos que en los ángeles. Él desea que seamos seres humanos. El problema es que hoy el hombre es subnormal, anormal. Si solamente pudiésemos ser normales, si simplemente pudiésemos ser el hombre según el corazón de Dios, entonces satisfaríamos aquello que Dios está procurando.

Algunas veces pensamos que para ser espirituales tenemos que ser menos humanos, pero eso es un engaño serio. Yo recuerdo que nuestro hermano Watchman Nee acostumbraba decir: «Si usted quiere ser espiritual, primero tiene que ser humano». Si usted no puede ser humano, ¿cómo podrá ser espiritual? Ser celestial y no ser del mundo no significa que usted es menos humano. Al contrario, la salvación del Señor es para llevarnos a aquella humanidad ordenada por Dios desde el principio.

Mire al Señor Jesús: Él es el Hombre perfecto, él es el Hombre según el corazón de Dios. Es el hombre que Dios procura. Por consiguiente, descubrimos que el interés de Dios está realmente centrado en el hombre.

Cuando usted lee 1ª Corintios 15 descubre que nosotros traemos la imagen del hombre terreno, pero también que debemos traer la imagen del celestial. En otras palabras, nuestro Señor Jesús es verdaderamente el segundo hombre. A los ojos de Dios, en todo el mundo, a través de todos los siglos, hay solamente dos hombres. Nosotros vemos billones de personas, pero a los ojos de Dios hay dos hombres solamente. En 1ª Corintios 15 se nos dice que el primer hombre fue formado de tierra y polvo – este es Adán; el segundo hombre es celestial – este es Cristo. Hay solamente dos hombres y Cristo es el comienzo de una nueva humanidad, una nueva raza, y así como él es, seremos nosotros los que creemos en él. Él desea que seamos hombres y mujeres según su propio corazón.

Cuando consideramos la historia del hombre, varias cosas son de gran importancia: nacimiento, crecimiento, trabajo, servicio o ministerio, y muerte. En el evangelio según Lucas, estas cuatro cosas están registradas metódicamente. De los cuatro evangelios, es el de Lucas que nos da la historia más detallada del nacimiento de nuestro Señor Jesús. En el evangelio de Marcos, su nacimiento ni siquiera es mencionado. ¿Por qué? Porque Marcos nos presenta a Cristo como el Siervo de Dios o como el Esclavo de Dios, ¿y quién se interesa por el nacimiento de un esclavo? Pero en Lucas Cristo Jesús nos es presentado como hombre.

Juan y el Hijo de Dios

En el evangelio de Juan se nos presenta al Señor Jesús como Dios, el Hijo de Dios. Esto es muy claro porque en el capítulo 20, cuando está concluyendo su evangelio, él mismo nos dice que estas cosas que escribió, estas señales, fueron registradas para que nosotros podamos creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y creyendo, recibamos vida, vida eterna en su nombre.

¿Cuál es el significado de que Jesús sea el Hijo de Dios? Nosotros mencionamos anteriormente que él es el Hijo del Hombre. Él es primeramente hombre. Es verdaderamente un hombre, un hombre perfecto. En segundo lugar, como Hijo del Hombre, él es el principio de una nueva humanidad. Ahora, ¿cuál es el significado de ser él el Hijo de Dios? El término «Hijo de Dios», simplemente significa que él es Dios; él es la imagen del Dios invisible. Nadie vio jamás a Dios, pero aquel que está en el seno del Padre, él le reveló. Nuestro Señor Jesús, como Hijo de Dios, es la imagen del Dios invisible. Imagen, en las Escrituras, siempre significa representación. Nuestro Señor Jesucristo, como Hijo de Dios, es la plena representación de aquello que Dios es. Imagen también significa manifestación. Él es la plena manifestación de lo que Dios es.

En los tiempos del Antiguo Testamento, descubrimos que Dios habló a nuestros padres por los profetas, pero todo lo que Dios había revelado acerca de sí mismo por medio de los profetas fueron partes, fragmentos y porciones. Fueron revelaciones en parte, no en todo; fueron de muchos modos, pero no en su totalidad. Con todo, cuando Dios envió a su Hijo a este mundo él habló por el Hijo, Dios fue plenamente revelado y plenamente manifestado. El misterio de Dios se hizo conocido, el velo fue quitado porque Cristo, nuestro Señor, es el misterio de Dios. Así, cuando pensamos en el Hijo de Dios, pensamos en él como el propio Dios, como la plena representación y plena manifestación de Dios. El Señor Jesús dijo: «Si tú me ves, ves al Padre. Si tú me oyes, oyes a mi Padre, porque yo y el Padre somos uno». Ese es el significado de ser el Hijo de Dios.

Pero hay también un significado secundario: Él es el Hijo del Hombre. Porque él es el Hijo de Dios, él es el unigénito de Dios. Él vino a este mundo a fin de conducir muchos hijos a la gloria. El Hijo unigénito de Dios debe ser el Hijo primogénito entre sus muchos hermanos para que él pueda conducirlos a la gloria.

En el evangelio de Juan, la palabra «vida» es bastante enfatizada. El Señor Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia». En verdad, es posible traducir todas sus palabras de verdad, y todas sus obras de gracia en una sola palabra: «Vida» Sus palabras de verdad tienen como objetivo darnos vida. Él vino a dar vida. Él es el Hijo de Dios y, siendo Hijo de Dios, él tiene vida en sí mismo, y tiene el poder de darnos su vida, a todo aquel que en él cree. Así, la palabra «vida» es muy enfatizada en el Evangelio según Juan y, cuando leemos acerca de sus obras, descubrimos que son obras de vida. A través de esas obras, Dios nos está hablando del tipo de vida que él nos dará.

Si usted cree en el Hijo de Dios, usted recibe la vida. Usted descubrirá el significado de la vida y en eso hay fuerza. Usted recibe liberación y tendrá descanso. Usted no sólo tiene vida, sino que la tiene en abundancia, y esa vida es suplida diariamente. Es una vida que vence la muerte. Nosotros estamos cercados de muerte por todos lados, pero existe una vida que vence la muerte. La vida de Cristo es una vida victoriosa; es una vida resucitada, está en el cielo, asentada en los lugares celestiales. Y esa vida es una vida de amor y servicio.

Hermanos, esa es la vida que él nos ha dado. No es simplemente una cuestión de leer el Evangelio de Juan como una historia, sino de recibir a Jesús como el Hijo de Dios. Y si usted realmente lo recibe como el Hijo de Dios, usted recibe vida, y es este tipo de vida que hemos recibido. No nos admira que el apóstol Pablo haya dicho: «En él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad, y nosotros estamos completos en él». Todo está en él, y él se dio a sí mismo a usted, de esa forma, usted está completo en él. Que el Señor sea el todo para nosotros. Que no necesitemos ir a ningún otro campo a rebuscar espigas, sino que las cojamos en los campos de nuestro Booz.

Traducido y adaptado de «Vendo Cristo no Novo Testamento».