Una de las mayores falencias de la iglesia ha estado en no saber qué es la obra de Dios. Antes de buscar nuevos métodos para realizarla es preciso tener claro la naturaleza y el contenido de esa obra.

Lecturas: Jn. 6:28.29; Gén.2:2-3; Heb.4:3; Ef.4:11-12.

Nos asiste la gran preocupación de llevar a efecto la obra de Dios siguiendo el patrón de Efesios 4. Esto consiste, en la práctica, en que los santos realicen la obra del ministerio. En los párrafos siguientes intentaremos, con la gracia de Dios, exponer qué se necesita para llevar a cabo la obra de Dios.

La obra de Dios antes de la fundación del mundo

Las Escrituras contienen abundantes pasajes referentes a las actividades de la Deidad en la eternidad pasada, en relación a lo que podríamos denominar “su estilo de vida”, unidad en pluralidad de personas y la creación de todas las cosas.

Sabemos que allí todo era paz, en una armonía perfecta; un reino de seres inteligentes, creados para la satisfacción de Dios; allí, su Hijo tenía un lugar de preeminencia; era adorado y reverenciado por los ángeles, obedecido por todas las criaturas, visibles e invisibles; pues todo había sido creado por él y para él. Dios mismo le constituyó heredero de todo el universo. Sin embargo, la autoridad de Dios fue ofendida cuando se halló la maldad en el ángel principal, jefe de las huestes de los ángeles, quien se rebeló contra Dios no aceptando ser un subordinado, sino queriendo ser mayor que Dios, y arrastrando a la tercera parte de la población angelical.

El Creador no reacciona por sí mismo, sino que, siendo Dios, tenía prevista la forma de castigar esta rebelión. A Dios nada le coge por sorpresa; en su perfección no caben los accidentes ni los eventos azarosos. Dios tenía de antemano un plan, un propósito eterno, que sería llevado a cabo “por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios” (Hch. 2:23). Este propósito eterno estaba destinado a ser la obra maestra de Dios. Esta obra traería al corazón de Dios la más grande de todas las satisfacciones, de tal manera que Dios entraría en su reposo.

La obra de Dios en la creación del Hombre

Génesis nos relata el proceso de la creación de este mundo en seis días. Cuando hubo creado al hombre como punto culminante de su creación, Dios descansó de sus obras. La creación del hombre es la obra maestra de Dios; sólo cuando éste apareció, se declara que Dios entró en su reposo.

Se puede inferir con toda seguridad, que el pasaje de Hechos 2:23 está asociado con Génesis 1:26: “…Hagamos al hombre”. Esto suena como la voz de un consejo que se reúne para decidir asuntos trascendentes. “Hagamos al hombre” no es un acuerdo de último minuto en la Deidad, sino su propósito eterno. En el sexto día de la creación había llegado la hora tan esperada en la paciencia de Dios. ¿Por qué, de entre todas las cosas y las criaturas de Dios, el hombre es lo que le da la mayor satisfacción? Es porque su amado Hijo asumiría la humanidad corporalmente por toda la eternidad hacia el futuro, y la Deidad habitaría corporalmente en la figura humana. Así que el hombre fue hecho por causa de Cristo, al igual que el día sábado y que todas las cosas y criaturas hechas por Dios.

El propósito de Dios en la creación del hombre

De ninguna otra criatura se dice que fue creada a la imagen de Dios; esto sólo se dice del hombre. Siendo así, el hombre tiene un lugar de privilegio en el plan de Dios. El hombre fue diseñado para llevar la imagen de Dios, compartir el reino, la vida y la gloria de Dios; esto fue lo que dijo Dios al hombre: “…Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra… y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn.1:28:28,26b). Señorear y sojuzgar son funciones de un rey y esto implica el ejercicio de la autoridad. El hombre creado a imagen de Dios debería emplear esta autoridad sobre la serpiente, que es figura de Satanás. En el plan de Dios estaba el propósito de que el hombre reivindicaría a Dios, reinando sobre el enemigo de Dios. Para lograr esto, debería vivir por la vida increada de Dios, que estaba representada en el árbol de la vida. Por último, en el plan de Dios estaba que el hombre, junto a su compañera, se multiplicara.  Sabemos que vino la caída y con ella la pérdida de todo cuanto Dios había diseñado para el hombre. Con la caída de Adán todo se deterioró; por lo que a esta creación se le llama “la antigua creación”, en contraste con la nueva creación hecha en Cristo.

La introducción de una nueva creación

La caída es apenas una interrupción en el plan de Dios; todo estaba previsto. En aquel consejo eterno ya se había propuesto la solución. El Cordero fue ofrecido antes de la fundación del mundo para nuestra redención. En las Escrituras, Jesús es llamado “el segundo hombre”, porque el primero falló. También es llamado “el postrer Adán”, porque en la cruz fue juzgada la raza de Adán. En Cristo se termina la raza de Adán y nace una nueva creación. El emperador de la muerte fue vencido por medio de la muerte. Jesús arrebató las llaves de la muerte y del Hades a Satanás el diablo. Jesús fue levantado de entre los muertos, lo cual significó que por primera vez alguien salía de la mansión de los muertos, porque Jesús no tenía pecado.

Satanás nos condenaba a muerte mediante el acta de los decretos que nos era contraria; pero para Cristo no había ningún decreto que le fuese contrario. Su justicia y santidad le dieron la autoridad para tomar esos decretos y clavarlos junto a él en la cruz, siendo así nuestro vicario ante Dios. El acta fue clavada y anulada en la cruz, esto fue el despojamiento de los poderes de Satanás. Los principados y potestades de maldad fueron exhibidos y avergonzados mediante la muerte y resurrección de Cristo. Fue quebrantado el poder judicial de Satanás. Al no tener el acta legal para condenar, significa que ya no puede condenar a nadie que se acoja a la obra de la cruz. Esta es la palabra en la que los santos deben ser perfeccionados. Los santos que saben esto y lo aplican por la fe a sus vidas son los que de verdad le pueden servir a Dios.

La introducción de un nuevo hombre

Esta nueva creación es también conocida como “el nuevo hombre”. Cuando Dios le ordenó al hombre que se multiplicara, no le habló a un hombre solo sino a un hombre colectivo. Obviamente, un hombre solo no se podía multiplicar. Cristo es aquel grano que cayó en tierra y dio origen a una gavilla, la cual es la iglesia. Cristo y la iglesia es el nuevo hombre. Ahora Dios tiene al hombre que siempre quiso tener; el hombre que le hizo descansar de todas sus obras. Por primera vez la humanidad vio a un hombre perfecto y completo, de acuerdo al propósito eterno. Dios habló desde los cielos dando testimonio: “Este es mi Hijo amado… escúchenlo a él… síganlo a él”. Él nos trajo la semejanza de Dios, la autoridad, la vida y la multiplicación.

¿Qué es la iglesia? Ella es Cristo en otra forma. Así como lo que salió de Adán fue presentado a Adán para ser su esposa, así también la iglesia que salió de Cristo es la novia que será presentada a él para ser su esposa. Hoy Cristo y la iglesia configuran el nuevo Hombre; un hombre colectivo. Sin embargo, es un solo y nuevo hombre, ¿por qué? Porque ella está hecha de Cristo, de su Espíritu, vida y mente; ella es hueso de sus huesos y carne de su carne.

En los cuatro evangelios encontramos cuatro aspectos de la imagen de Cristo: El León, el Siervo de Dios, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Jesús en su realeza, su servicio, humanidad y divinidad. Este Hombre concuerda con el propósito de Dios declarado en Génesis; pero ahora vea usted algo sorprendente:

Después de los cuatro evangelios viene el libro de los Hechos, y allí Cristo es visto en la vida de la iglesia; tanto, que cuando Jesús se le aparece a Saulo le dice: “Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?”. Sin embargo, Saulo iba persiguiendo a la iglesia. Esto es, porque la iglesia es Cristo en otra forma. En los evangelios tenemos al Cristo individual; en los Hechos tenemos al Cristo colectivo. De acuerdo a esto, ¿qué significa hacer la obra de Dios? Significa la expresión de Cristo a través de la iglesia; una tarea para todos y cada uno de los cristianos. Esta es la preparación que los santos necesitan para hacer la obra del ministerio ya que esta es también la obra de Dios.

La obra de Dios hoy

Una de las mayores falencias de la iglesia ha estado en no saber qué es la obra de Dios y, por lo mismo, no saber cómo hacerla. Se ha llenado de estrategias de ‘iglecrecimiento’ utilizando las técnicas de ventas que emplean las empresas del mundo y cree que eso es hacer la obra de Dios. Lo primero es tener claro la naturaleza y el contenido de la obra antes de emplear métodos; de lo contrario se darán palos de ciego.

Pablo definía su función apostólica como quien anuncia, amonesta y enseña, en toda sabiduría, para presentar perfecto en Cristo a todo hombre. También le dice a los Corintios: “…Os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Cor.11:2).

Pregunto a los ministros de la Palabra hoy: ¿Se ven perfectos en Cristo los santos de su congregación? La iglesia a la cual usted está sirviendo, ¿se ve a sí misma como una virgen pura para Cristo, despojada de todos sus otros amores para ser sólo de Cristo? Si no es así, entonces el problema está en los ministros de la Palabra. ¿Será que están tratando de darles las enseñanzas de Jesús a los santos en vez de darles a Cristo mismo? ¿Será que los ministros de la palabra están hablando acerca de Cristo sin predicar a Cristo mismo? ¿Será que la obra la están tratando de hacer tan sólo unos pocos especialistas en los asuntos del Señor? ¿Será que se están empleando técnicas que dan resultados en cuanto a los números, pero a la hora de buscar el fruto sólo hay hojas? ¿Será que el crecimiento tiene kilómetros hacia los lados, pero con tan sólo un centímetro de profundidad? ¿Será que las predicaciones poseen tanta variedad de temas, que Cristo ya no es el centro de la Palabra?

No está mal emplear diversas formas para hacer la obra de Dios siempre y cuando los santos tengan el contenido de lo que tienen que expresar. La iglesia está para la expresión de Cristo hacia fuera y hacia adentro de ella. Cuando esta realidad se consigue, entonces las formas serán tan variadas como las que empleó el Señor en los días de su carne. Los judíos preguntaron: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Jn.6:28-29). Como podemos ver, la obra de Dios es una sola: Cristo es la obra de Dios. Cristo creído, asimilado y expresado por todos los santos. Es interesante que en Juan 9:4 el Señor Jesús dice algo que pareciera contradecir lo anterior: “Me es necesario hacer las obras del que me envió…”. La obra y las obras. Sólo existe una obra de Dios; las demás convergen hacia ella. Los milagros, los servicios, los favores y liberaciones que el Señor hacía eran para confirmar la sola obra de Dios: Cristo mismo.

El uso de medios en la obra de Dios es totalmente legítimo: Los libros, la música, la radio, la T.V., los lugares de reunión, etc., etc. Pero recordemos: siempre la obra de Dios tiene que ver con el un solo y nuevo Hombre, el cual es Cristo y la iglesia, siendo Cristo la cabeza, y la iglesia, su cuerpo. Si lo que hacemos para Dios no tiene el sello de lo que celosamente es exclusivo de Dios, entonces no habrá resultados espirituales. Tal vez haya multitudes, pero ellas no tendrán la vida de Dios, porque Dios sólo aprueba y respalda lo que es suyo.