La disminución de la longevidad se debe una variedad de factores estrechamente relacionados principalmente con dos grandes cataclismos en la historia humana: el Diluvio del Génesis y la división continental de la época de Peleg.

Muchas veces se plantea la cuestión de la longevidad de los patriarcas antes del Diluvio, según aparece en la genealogía de Génesis 5. Adán vivió 930 años; Set vivió 912; Enós, 905; Cainán, 910; Mahalalel, 895; Jared, 972; Enoc, que no murió, sino fue arrebatado vivo por Dios, 365; Matusalén, 969; Lamec, 777; y Noé, 950 años.

Aparte del caso especial de Enoc, que no murió, y de Lamec, que vivió sólo setecientos setenta y siete años, las edades del resto de patriarcas se mantienen oscilando alrededor de una media constante. Sem, que nació antes del Diluvio, vivió no obstante la mayor parte de su vida en el mundo posterior al Diluvio. Se aprecian dos grandes caídas bruscas en longevidad: En Sem y en Peleg. Sem marca la divisoria del mundo antediluviano al postdiluviano. Peleg marca aquel acontecimiento que en la Tabla de las Naciones, Génesis 10:25, se menciona así: “A Heber le nacieron dos hijos: el nombre del uno fue Peleg, porque en sus días fue dividida la tierra …”.

La brusca disminución de longevidad en Sem

Sem vivió “solamente” 600 años, iniciando una marcada tendencia a la disminución del período de vida. ¿A qué causas se puede deber?

Primero, se debe tener en cuenta que el hábitat del hombre antes del Diluvio era mucho más idóneo para el hombre que el actual. Fue durante el Diluvio que se precipitaron las aguas “sobre la expansión”, que evidentemente formaban una cubierta, muy posiblemente en forma de vapor transparente, provocando un efecto de invernadero.

El registro fósil da testimonio de las grandes masas de vegetación del pasado, que nuestro mundo no conoce ni en las más espesas selvas tropicales. Éste sería, entre otros, un factor que favorecería la longevidad del hombre en aquel albor de la humanidad. Antes de entrar en adicionales consideraciones, sería conveniente recordar que los humanos actuales somos los descendientes biológicamente degenerados de la primera pareja humana creada.

En principio, no hay ninguna razón por la que el hombre no pudiera vivir mil años. La causa de la muerte, descontando accidentes y patologías, es el envejecimiento de los tejidos del cuerpo. Y esto está provocado por la manera en que las células del cuerpo dejan de multiplicarse a una velocidad mayor o igual a la que las células viejas mueren. Así los tejidos van adquiriendo una carga de células muertas y envejecen.

Pero este proceso de envejecimiento ha ido evidentemente acelerándose desde el Diluvio, hasta llegar a una estabilización media de la edad de muerte entre los setenta y ochenta años (véase Salmo 90).

Factores conducentes a la pérdida de longevidad

¿Qué factores llevaron a la disminución de la longevidad tras el diluvio?

1. Como ya se ha mencionado, un factor significativo fue el colapsamiento de la cubierta de agua, seguramente vaporizada, que rodeaba la tierra a modo de filtro y de cubierta “invernadero”, que daría al mundo antediluviano un clima subtropical de polo a polo.

2. En el mundo antediluviano la orografía sería mucho menos pronunciada que en el actual. La configuración orográfica actual es posterior al cataclismo diluvial. De ello da testimonio el Salmo 104:5-9, pasaje que evidentemente trata de los fenómenos que dieron fin al Diluvio de Noé. Comparar v. 9 con Gn. 9:11. No se debe olvidar que la Biblia contempla el Diluvio como un cataclismo que conmovió toda la corteza terrestre; no como una mera lluvia torrencial, sino una conmoción singular y global de toda la estructura de la corteza, lo que llevó aparejado “la rotura de las fuentes del gran abismo”, esto es, una intensa conmoción de los fondos oceánicos, con la apertura de innumerables bocas volcánicas arrojando lava, agua juvenil, gases, etc., provocando una terrible actividad tectónica, transgresiones marinas, y finalmente el cubrimiento de toda la tierra con el agua diluvial. 1

La configuración orográfica suave anterior al diluvio impediría el establecimiento de singularidades climáticas y la misma lluvia. De hecho, en Génesis 2:5 se afirma que Dios no había hecho llover sobre la tierra, sino que subía de la tierra un vapor. El ciclo hidrológico de la tierra parece haber sido muy diferente durante el período antediluviano, brotando el agua del magma de la tierra por medio de “las fuentes del gran abismo”, que fueron rotas durante el diluvio.

3. El campo magnético de la tierra, en progresiva disminución, habría también coadyuvado a evitar daños genéticos en los hombres antes del Diluvio. El campo magnético actúa como escudo deflector de los rayos cósmicos que inciden en la tierra, y al ir perdiendo progresivamente su eficacia, estos rayos inciden con mayor fuerza sobre la población de la tierra. Por otra parte, experimentos con campos magnéticos fuertes sobre ratones muestran un retraso en el envejecimiento los tejidos. Los estudios indican que se precisa de un umbral de intensidad, por debajo del cual los efectos cesan bruscamente.  2

4. Un factor adicional para retardar el envejecimiento sería la mayor concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. La atmósfera actual contiene unas 300 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono. ¿Qué efecto tendría sobre los humanos una concentración varias veces mayor, como la que tuvo que existir en los tiempos antediluvianos? 3

Experimentos hechos de hiper-capnea (atmósferas enriquecidas en anhídrido carbónico por encima de los 330 ppm.) indican que en ella se aumenta la acidez de la sangre. Un resultado de ello es una superior retención de calcio y zinc y otros elementos traza, excepto el cobre, que es eliminado por el zinc. De pasada, ello eliminaría la artritis causada por una sangre alcalina.

Un efecto más importante del aumento en CO2 es la dilatación de los vasos sanguíneos del cerebro y de la piel, aunque no en otros tejidos. Ello, según revela el artículo mencionado en la Ref. 3, llevaría a una mayor oxigenación del cerebro, incluyendo el hipotálamo. “En el hipotálamo, una pequeña glándula en el cerebro medio que dirige el envejecimiento para el sistema neuro-endocrino, la pérdida de electrosensibilidad de las células hipotalámicas resulta en un desmoronamiento del sistema supresor del hipotálamo. Cuando ello sucede, el hipotálamo se hace progresivamente más activo, y esto tiene como resultado las enfermedades del envejecimiento. Esto sucede prematuramente con hipocapnea (bajas concentraciones de CO2) y bajos niveles de anhídrido carbónico atmosférico” 4 . El mantenimiento del sistema supresor del hipotálamo en concentraciones más elevadas de anhídrido carbónico y de una mayor acidez de la sangre llevaría a un retraso en la maduración sexual (comparar las edades a que los antediluvianos llegaban a ser padres, Génesis 5) y en la esqueletal (recuérdese el fenómeno del gigantismo en Génesis 6:4). Comparando las edades de paternidad de Génesis 11 con las de Génesis 5, se advierte una maduración sexual mucho más precoz, aunque la disminución de la longevidad es más lenta.   La brusca disminución de longevidad en Peleg

Un factor adicional en el rápido declive de la longevidad humana aparece en el caso de Peleg: “en sus días fue dividida la tierra” (Gn 10:25; 1 Cr 1:19). Esto parece referirse con claridad a la división continental como acontecimiento cataclísmico:

“en Job 38:25 se usa el mismo verbo intensivo activo peleg que se emplea en Génesis 10:25 en el nombre Peleg y en la frase ‘porque en sus días fue dividida la tierra’. en Job 38:25, el verbo describe muy claramente la acción del Señor de dividir la masa terrestre para su inundación por parte del mar. Es notable que el griego clásico tenga 18 palabras nominales y verbales conocidas que están construidas alrededor del mismo conjunto consonantal p-l-g. Cada una de ellas tiene algo que ver con el mar. …”. 5 (Cf. el término pelágico, etc.).

“La palabra bíblica clave acerca de esta cuestión, peleg, es un significativo fósil lingüístico en varias lenguas no relacionadas. Su significado en estas varias lenguas, cuando se usa, da un claro testimonio acerca de su empleo en Génesis 10:25. Por medio de ello da un notable sustento a la tesis de que hubo un gran desgarro continental después del diluvio de Noé. Yo creo que Babel tuvo lugar tres generaciones antes de la división continental física. Esta conclusión se basa en la anterior discusión sobre Génesis 10 y la implicación de que Babel tuvo lugar dos generaciones después del Diluvio. 6

Por ésta y otras razones se sugiere que la división continental fue un acontecimiento postdiluviano, cuyos efectos fueron enormes tanto geológicamente a nivel regional continental como a nivel de los efectos sobre la longevidad humana. Esto concuerda con la brusca disminución que tiene lugar con y a partir de Peleg.   Conclusión

La disminución de longevidad entre los humanos se debe una variedad de factores estrechamente relacionados principalmente con dos grandes cataclismos en la historia humana: el Diluvio del Génesis y la división continental de la época de Peleg. Los datos bíblicos de catastrofismo concuerdan armónicamente con disminuciones bruscas de longevidad. Todo ello constituye una adicional ilustración de la coherencia interna y fiabilidad de la Palabra de Dios como registro histórico.

Santiago Escuain
Tomado de www.sedin.org. Usado con permiso.
 
1 Para un estudio a fondo de estas cuestiones, véase el libro El Diluvio del Génesis, y Geología: Actualismo o Diluvialismo.
2 Para un estudio detallado de la cuestión se recomienda la obra de Thomas G. Barnes, Origen y destino del campo magnético de la tierra, y el artículo de Robert V. Hamby, “Biomagnetic Effects in the Light of the Formerly Stronger Geomagnetic Field”, Creation Research Society Quarterly, vol. 13, Sept. 1976, págs. 106-107.
3 Para esta cuestión, consultar El Diluvio del Génesis, pág. 599; también Donald W. Patten, “The Longevity Accounts in Ancient History”, Creation Research Society Quarterly, vol. 19, Jun. 1982, págs. 40-52.
4 Donald W. Patten, “The Longevity Accounts in Ancient History”, Creation Research Society Quarterly, vol. 19, jun. 1982, pág. 42.
5 Bernard E. Northrup, The Genesis of Geology (Greenleaf Press, Redding, California 1989), pág. 26; véase también el mismo autor, “Continental Drift and the Fossil Record” en el libro simposio Repossess the Land (Bible-Science Ass., Minneapolis 1979), págs. 165-170.
6 Bernard E. Northrup, “Continental Drift and the Fossil Record” en el libro simposio Repossess the Land (Bible-Science Ass., Minneapolis 1979), pág. 165.