Hoy, espíritus engañadores promueven falsas enseñanzas que perturban la obra de Dios.

Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”.

– 2a Tes. 2:1-3.

El Espíritu Santo nos dice que los días previos al regreso del Señor serán marcados por dos grandes eventos. Si examinamos la Palabra con cuidado, veremos que faltan solo veinte profecías para cerrar todo el canon. Muchas de ellas se cumplirán después de Su venida. Pero aquí hay dos: la apostasía y la manifestación del anticristo. Una de ellas, la apostasía, ya está presente.

La última fase de la obra de Dios

Estamos viviendo el tiempo de una terrible apostasía. Esta palabra, en el texto original, significa «abandono de principios». Da la idea de retroceder. Debemos mirar esto con sumo cuidado, porque estamos en un momento crucial de nuestra jornada cristiana, y necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para ejercitar, sobre todas las cosas, el don de discernimiento de espíritus. El enemigo sabe muy bien cómo engañarnos, cómo distraernos, cómo robar nuestro foco, cómo diluir los fundamentos espirituales.

Hoy vemos muchas de estas cosas ocurriendo entre nosotros. En 1a Timoteo 4:1-2, hallamos otro rasgo que caracteriza esta apostasía. «Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…».

«Pero el Espíritu dice claramente». Algunas versiones traducen: «expresamente». No es que el Espíritu Santo esté hablando algo claramente por palabras, sino que es algo expreso, urgente.

«…en los postreros tiempos». Bíblicamente, esta frase tiene una profunda connotación espiritual. Ella se refiere de manera estricta a la última fase de la obra de Dios, al periodo que antecede al regreso del Señor Jesús. En algunos pasajes, según el contexto, es una referencia a estos últimos 2000 años, pero, estrictamente hablando, está apuntando al último periodo antes del retorno del Señor.

Espíritus engañadores

«…algunos apostatarán de la fe». Apostatar significa retroceder. «…escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios». La frase «espíritus engañadores», en una versión alternativa de la Biblia, habla de «ilusiones demoniacas enseñadas por profesionales de la mentira». Eso es muy fuerte.

La segunda característica de la apostasía es la diseminación del engaño doctrinal. Necesitamos comprender la naturaleza de este engaño. «…por la hipocresía de mentirosos» (v. 2). La hipocresía es la primera característica de la falsedad doctrinal. La palabra hipocresía habla de la actuación de un artista de teatro, una persona simulada.

El Espíritu Santo está diciendo que hay un espíritu de engaño, de mentira, detrás de muchas enseñanzas. Debemos ser cuidadosos en este tiempo. Existen muchos espíritus engañadores intentando atraer al pueblo de Dios. Hay mucho engaño esparcido, muchas sutilezas y distracciones, que impiden que nosotros descubramos el ardid. Muchas veces, los fundamentos son cambiados, y no nos damos cuenta.

Los fundamentos de la fe

Al leer la palabra de Dios, vemos que la Biblia siempre pone los fundamentos en orden. Por ejemplo, desde Mateo 16:13 en adelante, el Señor pone cuatro fundamentos: Cristo, la iglesia, la cruz y el reino. Para entender toda la exposición de la doctrina, ése es el orden: primero, Cristo, su persona, su doctrina y obra; después, la iglesia, su carácter y vocación; luego, la Cruz, desde un aspecto eterno, como principio en Dios, y la cruz en la cual nuestro Señor Jesús murió por nosotros, consumando su obra.

Por último, tenemos que entender el camino de la cruz, en lo que respecta al reino sobre nuestra vida; cómo debemos entender la vida cristiana teniendo el corazón vuelto hacia este Rey y este reino.

Y después, tenemos que ver el reino en una esfera futura, como está en Apocalipsis capítulo 20, que encuentra el fundamento especialmente en las enseñanzas de Cristo y los apóstoles. En los capítulos 21 y 22 de Apocalipsis, tenemos la esfera eterna del reino. Entonces, tenemos aquí este orden doctrinal.

La centralidad de la Palabra

Otro ejemplo: «Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y las oraciones» (Hech. 2:42). Aquí tenemos, de nuevo, un orden en los asuntos prácticos, el cual no puede ser alterado. Ya hablamos sobre los fundamentos doctrinales; ahora se trata de fundamentos prácticos. Primero, la Palabra. Ella debe tener la preeminencia en la vida de la iglesia.

¡Cómo el enemigo ha intentado quitar la centralidad de la Palabra! Eso es visible entre nosotros. No tenemos el mismo amor por la Palabra como aquel que damos a otras cosas. Por ejemplo, en el momento de los cánticos, cuando estamos adorando, tenemos alegría, gozo, una expresión de amor; nos emocionamos, alzamos nuestras manos y nuestras voces.

¡Qué bueno es adorar al Señor! Pero no tenemos el mismo corazón cuando estamos recibiendo la Palabra. Somos fríos en nuestras expresiones. Muchas veces, nuestra mente cuestiona, filtrando lo que quiero y lo que no quiero recibir. A menudo, nos impresiona el conocimiento, y no la vida. Somos indiferentes a la Palabra. Esa es la triste causa de la apostasía presente, del fracaso de nuestros relacionamientos. Esta es la figura que vemos en 2 Reyes capítulo 22: la palabra de Dios entre escombros.

Necesitamos ser honestos en esto. No tenemos la misma disposición con la Palabra. Si buscamos en los últimos retiros, ¿que hemos recibido? ¿Qué avance práctico ha habido en nuestra vida personal y congregacional? Al oír la Palabra, no logramos concentrar nuestra mente y corazón como cuando cantamos.

Este es un asunto serio. Satanás sabe muy bien cómo distraernos, desviando nuestro foco de aquello que es esencial. No existe nada que exprese mejor nuestro amor a Dios que poner su palabra en primer lugar. Nuestra adoración no es una acción, sino una reacción a la palabra del Señor.

«El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14:23). La palabra guardar significa poner en alto. El sentido es de estima. Es como si tú tuvieses algo muy precioso y lo quitas de la vista de todos, para guardarlo con mucho cuidado y celo.

Eso es lo que nuestro Señor está diciendo. «Si alguien me ama, tendrá celo por mi palabra». Eso tiene una respuesta de Dios: su amor es derramado en nuestro corazón, y el Espíritu de Dios, el Espíritu de habitación, trae el tabernáculo de la Trinidad adentro de nosotros.

Piensen en la grandeza de esto. Nuestro problema no está en la alabanza en sí; sino en la reacción, la manifestación, la apreciación y la expresión de la Palabra. Necesitamos considerar esto. Nosotros no tenemos una respuesta de gozo y de alegría. En muchos lugares, cuando la predicación concluye, un hermano pasa adelante, y dice: «Amén, hermanos, vámonos». Esto es extraño. Yo me quedo preguntando qué fue realmente lo que ocurrió. ¿Cómo es que hemos despreciado la palabra de Dios?

La dirección del Espíritu

Fue el Espíritu Santo quien inspiró a Lucas a escribir: «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hech. 2:42). Este orden no puede ser alterado. Debemos ser muy cuidadosos, porque Satanás ha trabajado para invertir el orden de las cosas. Damos más énfasis a la iglesia que a Cristo, más énfasis al programa y al entretenimiento que a la dirección del Espíritu Santo.

Necesitamos descubrir cuál es la dirección del Espíritu, no cuál es el programa que tenemos para la iglesia. Necesitamos entender que la alabanza es una reacción a la palabra de Dios, una reacción a la gracia, al amor y a la misericordia de Dios. Necesitamos poner las cosas en el lugar adecuado. No podemos colocar nuestro trabajo, nuestras obras, por delante de la Palabra.

Es por la Palabra que el Espíritu Santo trae la dirección a todo servicio. Cuidemos no invertir las cosas, porque eso es lo que el enemigo quiere. Son espíritus engañadores, son profesionales de la mentira, usados para engañar y para distraer, para debilitar aquello que es esencial. Y, cuando menos lo esperamos, hay un rastro de muerte espiritual dentro de  la asamblea.

Enseñanzas falsas

«Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias» (2a Tim. 4:3). Hay una versión alternativa, muy interesante: «Descubrirás que, de aquí a un tiempo, el pueblo ya no tendrá estómago para una enseñanza sólida; sin embargo, se alimentarán de un alimento espiritual descompuesto, mensajes cautivantes que combinan con  sus fantasías. Ellos volverán la espalda a la verdad y la cambiarán por ilusiones».

«Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina» (2a Pedro 2:1). Consideren estos textos, porque es justamente lo que está ocurriendo en nuestro tiempo. Hay espíritus engañadores, profesionales de la mentira, que están predicando mensajes superficiales, llevando al pueblo a abandonar la Palabra.

Hoy, las personas ya no tienen un espíritu de concentración en torno a la Palabra. Somos una generación cautivada por el ver, y no por el oír. Hoy, casi todos dan mucha más importancia a lo que ven, que a lo que oyen. La forma en que funciona la tecnología del mundo ha destruido en las personas la capacidad de oír. Estamos perdiendo la capacidad de contemplación.

El Señor, por su Espíritu, concluye sus cartas a las siete iglesias diciendo: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias». Estamos perdiendo la capacidad de oír.

«La fe es por el oír, y el oír, por la pa-labra de Dios» (Rom. 10:17). La fe no viene por el ver, sino por el oír. El enemigo está destruyendo esto; por eso, muchos que exponen la Palabra están más preocupados en entretener. Y cuando termina una reunión, se oye decir: «¿Viste?», en lugar de: «¿Oíste?». Esto es muy serio.

Hay una terrible estrategia que Satanás está usando entre nosotros. Pablo dice que estas personas sienten «comezón de oír». Una traducción alternativa dice: «deseo de oír algo agradable».

Profetas y maestros

Necesitamos con urgencia que, desde los cielos, Dios venga e irrumpa con su Palabra, como una trompeta, y toque nuestros oídos, para quitar toda obstrucción, toda suciedad, para que su Palabra entre y produzca entre nosotros la transformación, la obra necesaria.

Que Dios levante entre nosotros profetas y maestros que sean como la boca de Dios, para despertar la iglesia y traerla de vuelta a su llamamiento, para inspirar en ella su verdadera vocación, para que ella sea la expresión del verdadero testimonio de Dios en la tierra. Debemos entender que vivimos tiempos peligrosos. Estos tiempos no son para el futuro; son los días de hoy.

Si nuestros ojos están buscando un foco diferente, es señal segura de que estamos perdiendo la visión celestial. La visión fue dada a Pablo cuando él quedó ciego. Él oyó una voz. La visión entró por el oído. Que el Señor hable a nuestros oídos en este día. Que su Palabra penetre como una espada en nuestros oídos y alcance nuestra mente y nuestro corazón, ayudándonos a despertar en este momento.

Necesitamos profetas y maestros. ¿Quiénes son ellos, en estos días? «Cuando se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel … Cuando la nube se detenía sobre el tabernáculo muchos días, entonces los hijos de Israel guardaban la ordenanza de Jehová, y no partían … Y cuando la nube se detenía desde la tarde hasta la mañana, o cuando a la mañana la nube se levantaba, ellos partían; o si había estado un día, y a la noche la nube se levantaba, entonces partían» (Núm. 9:17, 19, 21).

«Jehová habló a Moisés, diciendo: Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos» (Núm. 10:1-2).

Prestemos atención a estos textos. Sobre la congregación de Israel había una nube que se movía. Ellos no sabían el momento en que ella se movería. Aquello ocurría de forma repentina. Entonces, ellos debían seguirla. A veces se desplazaba de noche, a veces de día; siempre, la nube se estaba moviendo de una estación a otra. Sabemos que, en esos cuarenta años, se trasladó en cuarenta y dos ocasiones.

El sonido de la trompeta

¿Qué hizo Dios para ordenar aquel movimiento? Ordenó a Moisés que hiciese dos trompetas de plata. Números capítulo 10 habla de forma específica sobre el orden de la marcha. El pueblo de Israel había salido de Ramesés, en Egipto, y durante tres meses, ellos peregrinaron, hasta llegar al monte Sinaí, donde permanecieron tres años.

Aquí están los días finales del tiempo que ellos estuvieron en el monte Sinaí. Ahora, ellos van a marchar desde el monte Sinaí. Dios estableció un orden para que las tribus partieran. Esas marchas deberían estar de acuerdo con el movimiento de la nube. Pero ellos no tenían que mirar a la nube. Dios puso a dos trompeteros. Los israelitas tenían que escuchar el sonido de las trompetas, y cuando éstas sonaban, todos sabían que debían partir.

El rol principal de los trompeteros era mirar la nube. Ambos estaban siempre atentos a los cielos. Al percibir que ella se estaba moviendo, tocaban la trompeta, y el pueblo se aprestaba a salir. Aquellos dos trompeteros son figura del ministerio de los profetas y maestros en el Nuevo Testamento.

Hombres que miran hacia lo alto

«Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros … y dijo el Espíritu Santo» (Hech. 13:1-2). El Espíritu Santo siempre hablará en un ambiente donde hay profetas y maestros. ¿Cuál es el papel de los profetas y maestros? Mirar a la nube, discernir el movimiento celestial.

«No vemos ya nuestras señales; no hay más profeta, ni entre nosotros hay quien sepa hasta cuándo» (Sal. 74:9). Esto es una gran advertencia. Si nosotros no tenemos señales, no tenemos profetas, no sabremos a qué hora de la noche estamos. ¿Quiénes son estos dos trompe-teros? Son aquellos que expresan el ministerio de la palabra: profetas y maestros, hombres que miran hacia lo alto.

Ilustremos esto con otra porción de la Palabra. En Hechos capítulo 6, hubo una primera crisis en la iglesia primitiva, un asunto de asistencia social. Algunas hermanas viudas no estaban siendo atendidas. Eso traía inestabilidad emocional y espiritual. Entonces, los apóstoles se levantaron para resolver la cuestión.

El Espíritu Santo trajo dirección,  y ellos concluyeron diciendo: «No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra» (Hech. 6:2-4)

La mayor carencia hoy es que haya hombres que se dediquen a la oración y a la palabra. Una vez más, reiteramos: No inviertan las cosas, no pongan la palabra antes que la oración. Lo que trae la palabra celestial del corazón de Dios al corazón de su iglesia, no son los libros ni las herramientas, sino la oración.

La oración es la fuente del conocimiento espiritual, de la enseñanza y de la profecía. Los trompeteros, profetas y maestros, tienen que mirar hacia el cielo, no a los libros, ni a sus propios recursos. Éstos tienen su lugar y su valor; pero la palabra surgirá de la comunión con Dios, de los movimientos celestiales.

La Palabra no es nuestra, sino de Dios. Quien desea hablar con la iglesia es él. Dios conoce la necesidad de su pueblo; él ve lo que nadie ve. Su palabra entra donde la mente más hábil no logra hacerlo. Debemos entender que la única forma en que Dios impida que ese ministerio de la mentira y las doctrinas falsas encuentre cabida entre nosotros, es que haya profetas y maestros.

Necesitamos ir a los pies del Señor y orar: «Señor, levanta profetas y maestros, trompeteros espirituales, que estén mirando al cielo, para que tú hables a tu iglesia, disipando las tinieblas, para que haya liberación de nuestros oídos y nuestras mentes, para que todo engaño, toda falsificación y toda forma de entretenimiento sean lanzados fuera, y tú puedas prevalecer sobre nosotros, por medio de tu Palabra».

Rasgos del engaño doctrinal

La primera marca del engaño doctrinal es la hipocresía. «…por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…» (1a Tim. 4:2). La hipocresía es la simulación que ha surgido en medio de muchas asambleas, produciendo engaño y mentiras destructoras.

La segunda característica es la mentira. El versículo 2 habla de «mentirosos». El término original señala a aquel que enseña falsedades. En los postreros tiempos, espíritus engaña-dores usarán a hombres con un mensaje caracterizado por la hipocresía y la mentira. Estos espíritus engañadores promueven falsas enseñanzas que deforman el crecimiento cristiano e impiden el avance de la iglesia.

En 2a Timoteo 3:8, Pablo habla sobre Janes y Jambres. Cuando el pueblo de Israel estaba por salir de Egipto, aparecen estos falsos profetas. Cuando Dios usaba a Moisés para obrar grandes señales, un espíritu maligno poseía a estos hombres, que hacían milagros imitando el poder de Dios. Sin embargo, mientras los milagros de Dios tenían como propósito sacar a su pueblo de Egipto, los milagros engañosos de Janes y Jambres intentaban retener al pueblo en territorio egipcio.

Presten atención al grado de sutileza de estas cosas. Todo lo que el Señor está haciendo en la iglesia, aun la prosperidad material, no es para que afirmemos nuestras raíces en la tierra, sino para que todo ello, de alguna manera, sea usado por el Señor ahora a fin de que nosotros podamos salir de este mundo.

Honrando al Señor

Nosotros no tenemos el derecho de usar las bendiciones de Dios para asegurar nuestras raíces en este mundo. Con certeza, en algún momento, Dios usará todo lo que te ha dado, para socorrer a los santos. En nuestro caminar, llegará un momento en que todo lo que tengamos sea para la gloria de la obra de Dios, para socorrer a los santos que estén sufriendo privaciones.

Debemos entender que todo lo que el Señor nos ha dado y ha hecho en nosotros tiene en vista este tiempo que estamos viviendo. Nada será para nosotros en este mundo; todo es para la gloria de Dios. Debemos prepararnos, librándonos de la avaricia, de la ganancia, del amor a los bienes materiales.

Un día, todo lo que ganaste y lo que tienes en este mundo, Dios lo usará. Nuestros verdaderos tesoros son eternos y celestiales. Nosotros estamos a punto de salir de esta tierra. Que el Señor arranque nuestras raíces del mundo y llene nuestro corazón de amor por el retorno de nuestro Amado.

Hay un falso evangelio, el evangelio de la mentira, que no tiene ninguna credencial divina, un evangelio humanizado, lleno de entretenimiento, que busca agradar a las personas, enseñando de manera errada la prosperidad material, llevándolas a anhelar tener más; sus manos están atrofiadas, sus corazones petrificados, sin entender que somos solo mayordomos de Dios.

Todo lo que nosotros poseemos, nuestra casa, nuestro trabajo, nuestros bienes, le pertenece al Señor. Nosotros somos siervos; tenemos que colocar todo en adoración a él. El Señor quiere multiplicar, pero no para nosotros, sino para su gloria. Debemos tener nuestras manos abiertas para él, porque un día partiremos de este mundo, y no nos llevaremos nada de esto.

Un día nos presentaremos ante el Señor, y debemos llegar con alegría, pudiendo decir: «He procurado honrarte con todo lo que me diste». Cuántas veces el Señor no ha sido honrado en nuestro trabajo, ni en nuestros hogares. No le hemos honrado con nuestros bienes. Nada de esto es nuestro. Todo es del Señor.

Los trompeteros celestiales son levantados por Dios para  predicar la verdad que liberta, que transforma y que sana, la verdad que nos arranca de este mundo. Ella nos recuerda que nuestros pies están aquí, pero nuestro corazón está en el cielo. El evangelio nos muestra que somos hijos de Dios, peregrinos en este mundo. Este no es el lugar de nuestra delicia. Nuestro descanso será contemplar eternamente el rostro de nuestro Señor Jesús.

La conciencia cauterizada

Uno de los rasgos propios de una falsa enseñanza doctrinal es la mentira. ¡Cuánta mentira ha corrido en medio del pueblo de Dios! La iglesia requiere autenticidad; ella no puede aceptar enseñanzas malignas que buscan destruir el testimonio. El Señor nos llene de su verdad. Que los profetas y maestros que el Señor ha levantado puedan impresionarnos con la verdad de la palabra de Dios.

«…teniendo cauterizada la conciencia» (1a Tim. 4:2). Esta es la tercera característica de las falsas enseñanzas. Estos demonios cauterizan la conciencia. Nuestro espíritu tiene tres facultades: conciencia, comunión e intuición. La conciencia es una facultad muy importante.

Estas falsas enseñanzas logran cauterizar la conciencia. Las personas ya no logran discernir la voz de Dios. Están perdiendo el temor, la sensibilidad, la capacidad de recibir algo de parte de Dios. Tienen sus corazones petrificados; no se quebrantan, no se rinden, porque la conciencia está cauterizada.

Necesitamos que la palabra del Señor opere realmente en nuestra conciencia y la sane. Estamos viviendo en un tiempo terrible, en que todos los valores están siendo invertidos. Cosas que la sociedad reprobaba hace diez años atrás, hoy son prácticas normales. Hay leyes que protegen la promiscuidad y la inmoralidad. Los abusos más absurdos, que jamás habríamos imaginado ver, están ocurriendo ante nuestros ojos, ante nuestros hijos pequeños.

El peligro presente

Hoy día, la verdad no tiene el mismo peso que el engaño. El engaño y la mentira, en nuestra sociedad caída, tienen mucho más valor que la verdad. La pureza y santidad son algo absurdo para esta generación caída. Si los moradores de Sodoma y Gomorra pudiesen ver nuestros días quedarían espantados con el nivel de promiscuidad que vive la sociedad moderna.

Y lo peor es cuánto de esto ha tratado de influir en la vida de nuestros jóvenes. Lo más terrible en todo este contexto es cómo Satanás, a través de las enseñanzas falsas, de mensajes superficiales, ha cauterizado la mente de las personas.

Nosotros nos ocupamos mucho con las herejías. Es verdad, no debemos descuidar eso. Pero hay algo tan terrible como ellas, y es la enseñanza superficial, el mensaje que solo trae información. El verdadero evangelio no es mera información. La voz de Dios, la Palabra, trae una vida poderosa, trae sanidad, viene a cortar las ataduras que apresan la conciencia, trae el colirio para nuestros ojos, viene a resucitarnos de la muerte espiritual, a inflamar nuestro corazón de amor al Señor en medio de la frialdad espiritual.

El mensaje de lo alto viene a traspasarnos, a quebrarnos, a penetrar en nosotros, para dividir la carne del espíritu, lo que es de Dios de lo que es satánico, lo carnal y lo espiritual, lo terrenal y lo celestial. Necesitamos clamar a Dios por su Palabra en esta hora. Vivimos días peligrosos. Los espíritus engañadores están pervirtiendo el evangelio. Que el Señor nos despierte en este día.

Verdad que impacta el corazón

Antes de concluir, ¿ustedes recuerdan cómo predicaba nuestro Señor? ¿Cómo eran sus mensajes? ¿Cuál era la naturaleza y el carácter de aquello que él hablaba? Miren Mateo capítulo 7. Es la conclusión de toda la enseñanza del sermón del monte; es una de las mayores exposiciones doctrinales de nuestro Señor Jesús, aquel que es nuestro modelo como Maestro y Profeta.

Al leer Mateo capítulos 5 al 7, ¿hemos pensado cómo el Señor predicó este gran sermón? Creo que las palabras finales pueden ayudarnos.

«Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mat. 7:28-29). La palabra «admiraba», ha sido traducida en forma inadecuada. La idea no es ésta; en el original, significa arrancar algo de golpe. La traducción correcta es «se recogían atónitos».

Cuando las personas le oían, salían conmovidas, impactadas, heridas. Así predicaba nuestro Señor, «no como los escribas». La verdad de Cristo penetraba en las personas, y éstas se avergonzaban de sí mismas, sentían los pecados en sus rostros, sentían sus miserias.

Este es el mensaje que el Espíritu quiere traer en este tiempo. No son mensajes que acaricien el ego, sino palabras que entrarán al corazón, abriendo puerta a la iniquidad y perversidad que llevamos dentro: falsedades, odio, falta de perdón, falta de amor, insinceridad, hipocresía escondida dentro de nosotros, a causa de esta mente cauterizada.

Es esto lo que el evangelio tiene que hacer ahora. El Señor está volviendo; solo su palabra podrá arrancarnos de este mundo. Solo la verdad desde el cielo, proclamada por sus trompeteros, podrá decirnos: «Arregla tu vida, porque llegó la hora de dejar este mundo. Prepárate, abandona lo que estás haciendo, porque tal vez no tengas tiempo más tarde. ¡Prepárate hoy! Deja esas impurezas, ahora; apártate de aquello que está destruyendo tu comunión con Dios». El Señor te está hablando cara a cara. ¡Es ahora, hermano!

Señor, no desistas de nosotros. En estos días malos, líbranos de todo aquello que impide tu obrar en nosotros. Penetra en nuestro corazón con tu voz. Necesitamos de ti con urgencia. Vivimos una terrible apostasía, una inversión de los valores espirituales. Señor, hemos recibido tanto de ti; no permitas que nuestro amor se enfríe, ni permitas que el engaño corrompa nuestro corazón. Visita tu pueblo en esta hora, visita tu viña; ven, y mira hacia ella. Toma hoy nuestras vidas, y haz como tú quieras con nosotros, para que tengas tu testimonio en esta tierra. Bendícenos, Señor; sánanos, restáuranos, vivifícanos. En el nombre de Jesús. Amén.

Síntesis de un mensaje oral impartido en Rucacura (Chile), en enero de 2017.