DESDE EL GRIEGO

«Horao» es uno de los varios verbos griegos que se usa en el Nuevo Testamento para referirse a la acción de «ver» o «mirar». «Horao», sin embargo, es un verbo que tiene un fuerte acento espiritual. En efecto, «horao», es usado en forma mayoritaria para referirse a un ver que implica algo más que simplemente hacer uso del sentido de la vista. «Horao» es más que mirar. En varios textos la traducción «mirad» de «horao» quiere decir «fijarse bien», «poner atención», «entender» o «cuidarse» (Mt. 8: 4; 9: 30; 16: 6; 18: 10; 24: 6; Lc. 12: 15; Hch. 18: 15; 1ª Tes. 5: 15; Heb. 8: 5; Stgo. 2: 24; Ap. 19: 10; 22: 9). En los demás casos indica un ver espiritual o, a lo menos, ver personas o cosas espirituales. De hecho, de las 113 veces que aparece en el Nuevo Testamento es difícil encontrar excepciones. Podrían serlo: Mr. 8: 24; Jn. 6: 2; 8: 57; Hch. 7: 26; 20: 25; Col. 2: 1; Heb. 13: 23. Veamos, pues, el uso esencial de este término en el texto bíblico:

Ya en el primer texto que aparece en el Nuevo Testamento se dice que «los de limpio corazón verán a Dios» (Mt. 5: 8). El Interlineal dice que este «verbo indica una experiencia espiritual de las cosas divinas». Esta bienaventuranza está perfectamente ligada con aquella otra expresión que dice: «Seguid…la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Hebreos 12: 14). «Horao» es el verbo que se usa cuando Pedro, Jacobo y Juan vieron aparecerse a Moisés y Elías junto al Señor Jesucristo (Mt. 17: 3). Es por excelencia el verbo que se usa para referirse al acto de ver al Señor Jesucristo en su segunda venida (Mt. 24: 30; Mc. 13: 26; Lc. 21: 27; Jn. 19: 37; 1ª Jn. 3: 2; Ap. 1: 7).

«Horao» es también el verbo que se usa cuando el Nuevo Testamento habla de ver visiones y ángeles: El sa-cerdote Zacarías vio aparecer un ángel del Señor (Lc. 1: 11). De la misma manera, el pueblo comprendió que Zacarías «había visto visión en el templo» (Lc. 1: 22). Jesús vio aparecérsele un ángel del cielo para fortalecerle (Lc. 22: 43). Algunas mujeres «vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive» (Lc. 24: 23). De la misma manera Moisés vio al ángel en el desierto del monte Sinaí (Hch. 7: 30, 35). «Horao» es el verbo que se usa cuando se dice que Moisés debía hacer el tabernáculo «conforme al modelo que había visto» (Hch. 7: 44). Según la profecía de Joel, los jóvenes verán visiones (Hch. 2: 17). Es el mismo verbo que usa el evangelista Lucas cuando registra las palabras: «Ha resucitado el Señor verdaderamente, y Simón vio aparecérsele» (Lc. 24: 34). Lo mismo se dirá de María Magdalena, los demás discípulos y Tomás (Jn. 20: 18, 25, 29 respectivamente).

El evangelista Juan, por su parte, también recurre mucho a este verbo y siempre en relación con las cosas espirituales y celestiales. Así, Juan el Bautista declara: «Yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios» (1: 34). Jesucristo mismo le dice a Natanael: «Cosas mayores que estas verás» y «de aquí adelante veréis el cielo abierto…» (1: 50, 51). El mismo afirma haber visto al Padre (6: 46) y asimismo el que lo ha visto a él, ha visto al Padre (14: 9).

Interesante resulta observar que Jesús, cuando habla a sus discípulos de «todavía un poco, y no me veréis», las cuatro veces usa el verbo «theoreo» (otro de los verbos que se traduce como «ver»); sin embargo, cuando continúa diciendo «y de nuevo un poco, y me veréis», usa el verbo «horao» (16: 16, 17, 19, 22). Según el contexto es claro que ese volver a ver a Jesucristo sería en el Espíritu (14: 15-23). Antes de dejar a Juan, una última precisión con respecto al caso Tomás. Cuando Jesús le declara: «Porque me has visto, Tomás, creíste», no es una pregunta, sino una afirmación. Jesús usa aquí el verbo «horao», lo cual hace pleno sentido dentro de la afirmación de Jesús. No obstante, las palabras de Jesús no terminan ahí. Él continúa diciendo: «Bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (20: 29). Si Jesús hubiese usado aquí el verbo «horao» entonces habría una contradicción grande, porque para creer es necesario ver primeramente (en el sentido del verbo «horao»), esto es, ver de una manera revelacional y espiritual. El hecho concreto, es que el Señor no usó aquí «horao», sino el verbo «eida» que es otro de los verbos que se traduce como ver o mirar. «Eida» es el verbo usado en Jn. 20: 20, donde se registra que, después de haberles mostrado Jesús las manos y el costado, los discípulos se regocijaron viendo al Señor.

«Horao» es también el verbo que se usa para hablar de las experiencias espirituales del apóstol Pablo. Así, Ananías, dirigiéndose a Pablo, dijo: «El Señor Jesús, que viste aparecerse a ti en el camino…» (Hch. 9: 17). Jesús mismo le dice: «Porque para esto he aparecido (gr. Horao) a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré (gr. Horao) a ti» (Hch. 26: 16).

Por último, el escritor a los Hebreos dice que Jesucristo, por segunda vez, será visto de los que le esperan (9: 28) y, Juan en el Apocalipsis, dice que sus siervos servirán a Dios en la ciudad eterna y verán su rostro ¡Aleluya! (22: 4).