Levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante”.

– Mar. 6:41.

Sin duda alguna, la necesidad fundamental de nuestra vida y obra para Dios es la bendición de Dios sobre ellas. No hay otra necesidad tan importante. ¿A qué nos referimos con el término “bendición”? La bendición es la obra de Dios cuando no hay ninguna razón que explique su intervención.

Por ejemplo, sabemos que por diez pesos solo podemos adquirir algo que vale diez pesos. Pero si no hemos pagado los diez pesos, y no obstante recibimos algo por valor de un millón de pesos, no tenemos una base racional para nuestros cálculos.

Cuando cinco panes proveen alimento para cinco mil personas y sobran doce canastos llenos de trozos, cuando, por así decirlo, el fruto de nuestro servicio está fuera de toda proporción con aquello que nosotros tenemos, eso es bendición.

Visto de otra manera, podríamos decir que cuando contamos nuestros fracasos y debilidades y nos damos cuenta que no debería haber fruto alguno de nuestra labor, y no obstante hay tal fruto, eso es la bendición.

La bendición es el fruto que está fuera de toda relación con lo que somos; es un resultado tal que no responde al simple principio de causa y efecto. La bendición viene cuando Dios obra de una manera que excede totalmente nuestros cálculos, por amor de su nombre.

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