¡Oh rostro de Jesús, objeto amado,
fundido estás en uno con el mío!
¡Me atraes con la luz que me reflejas
hasta llenar mi corazón de tu ambrosía!

¡Oh rostro salvador, oh rostro amado!
Tus ojos, tu perfil, tu frente digna
conmueven mi razón y sin palabras
convences a la fría inteligencia.

¡Oh rostro de Jesús inconmovible:
espejo espiritual del alma humana,
perfecto resplandor de gracia y vida!

¡Oh rostro de Jesús, objeto amado,
aunque de escarnio y de dolores sufres,
no pierdes tu carácter y atractivo!