Un movimiento que representa en nuestros días un desafío mayor a los creyentes.

En su libro Impacto de la Filosofía Evolutiva en la sociedad, Roger Dickson (1996) nos advierte que dos libros escritos por Darwin (Origen de las Especies, 1859 y El Ascenso del hombre, 1871) afectaron drástica-mente el pensamiento de la sociedad humana, y con ello nuestras vidas.

Partiendo por Europa, donde surge la filosofía evolutiva sistematizada, estos libros habrían tenido cuatro efectos muy importantes en la sociedad europea: a) un cambio en el pensamiento humano hacia la religión; b) un cambio hacia la Biblia; c) un cambio hacia la filosofía; y d) un cambio hacia lo que significa el Hombre.

Todo surgiría por medio de la selección natural, los animales, los vegetales, el ser humano, y luego el evolucionismo se aplicaría también al origen de los planetas, de las galaxias y del universo entero. La consecuencia fundamental de todos estos cambios es que Dios se queda afuera.

Luego, esta cosmovisión naturalista de la vida se iría trasladando al resto del mundo, hasta llegar a constituirse en el paradigma fundamental de los sistemas de enseñanza mundial, de la investigación científica, de la sociedad global e incluso, de parte importante de las religiones, las que se dejan influenciar por la corriente secularista aceptando el evolucionismo darwiniano como un hecho.

Pero la cosmovisión naturalista atea respecto a los orígenes de todo, ya no solo se ocupa de enseñar urbi et orbi sus fundamentos erróneos, sino que parte importante de su discurso está destinado a atacar al pensamiento religioso, especialmente a la fe cristiana y a la Biblia. Aquí estamos en presencia de un nuevo ateísmo.

El nuevo ateísmo y el dogma del cientificismo

El nuevo ateísmo es un movimiento que representa un desafío mayor a los seguidores de la fe cristiana, respecto al planteado por los movimientos ateos de tiempos pasados (Mohler, 2008). Por un lado está la mayor agresividad de sus seguidores en contra del cristianismo y por otro, el ensalzar al método científico como único baluarte de la verdad y con poderes casi ilimitados. Esto último deforma a la actividad científica en un dogma fundamentalista todopoderoso, conocido como cientificismo.

Los más expuestos a este movimiento son los estudiantes, especialmente los involucrados en las ciencias. Ellos han sido intelectualmente convulsionados y confundidos sobre la naturaleza de la ciencia y la fe. Les han introducido la idea de que la ciencia es antagónica a la fe Cristiana y por lo tanto, lo que se debe hacer es eliminar la fe, para poder reconocer y entender ciencia, la que sería la única dueña de la verdad.

En una reciente publicación (2016), los autores Kaden y Schmidt-Lux definen cientificismo muy claramente. Dicen que «el cientificismo es un concepto que considera a la ciencia como el principio fundamental de cualquier pensamiento y acción, dado que la ciencia habría demostrado su superioridad respecto a cualquier otra forma de razonamiento político, filosófico o tradicional.

Esto implica la creencia total en el poder de la razón humana, y la percepción del mundo como cambiables y ordenables por el hombre». Adicionalmente, el cientificismo se dirige siempre contra cualquier religión, particularmente contra las creencias cristianas, las cuales pretende suprimir y reemplazar. Desde esta perspectiva, el cientificismo asegura que la ciencia no es sólo responsable de las partes empíricamente observables del mundo, sino que debe controlar también a aquellas que pertenecen al mundo de la fe.

El Nuevo ateísmo está liderado por divulgadores científicos tales como Richard Dawkins y por filósofos como Daniel Dennet. Es un fenómeno que está abriendo un nuevo campo de investigación en las ciencias sociales (Quack 2014; Wohlrab-Sahr and Kaden 2014).

Concertación global contra Dios y contra Cristo

«¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas» (Sal. 2:1-3).

La cita previa pertenece a un Salmo mesiánico atribuido al rey David (Hechos 4:25), escrito hace unos tres mil años atrás, y predice la rebeldía, conspiración y levantamiento contra el Señor, de quienes están puestos en eminencia, y que luego son seguidos por pueblos y naciones.

Si bien la rebeldía del hombre contra Dios ha ocurrido a lo largo de toda la historia en mayor o menor grado, uno de los cumplimientos más completos de lo anunciado en el Salmo 2 ocurrió hace unos dos mil años, como leemos en Hechos: «Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, al cual ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel» (4:27).

Pero hubo también amotinamiento y rebelión contra el Señor varios siglos antes de que se denunciase la rebelión contra Dios en el Salmo 2, poco tiempo después del Diluvio. «Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra» (Gén. 11:4).

Los instigadores de aquél motín estaban generando un proyecto de sociedad común, una ideología de vida con valores y principios lejos de los establecidos por Dios y su Palabra. Una rebelión abierta contra el Señor, cortando sus cuerdas y lazos que les ataban a los preceptos divinos, y constituyéndose ellos como dioses. Eso significaba el «hacerse un nombre», ponerse ellos la corona de Dios.

En la actualidad, las bases filosóficas de las más importantes organizaciones mundiales como la ONU, la Comunidad Económica Europea y las más grandes naciones del planeta, están desafiando, menospreciando y anulando los fundamentos bíblicos, cortando todo lazo con los valores cristianos, y estableciendo normativas valóricas, éticas y morales en función del humanismo, del naturalismo y del nuevo ateísmo, donde la vida de quien está por nacer vale lo mismo que un artículo de consumo desechable, donde el matrimonio significa cualquier cosa, menos un lazo fundamental e indisoluble establecido por Dios, donde la sexualidad humana es transformada en un artilugio social y de conductas aprendidas, ignorando completamente la biología, que a través de la genética y los controles endocrinos (hormonas) definen al hombre y la mujer.

Nada nuevo hay bajo el sol, y lamentablemente la historia vuelve a repetirse. En enero del presente año, se ha producido una nueva rebelión de orden mundial contra el Señor y su Evangelio, esta vez teniendo como base al nuevo ateísmo, al naturalismo y al cientificismo.

¿Qué especie queremos ser?

En enero de 2019, se llevó a cabo en Chile uno de los más importantes congresos de ciencia del mundo. Fueron siete días, 110 científicos conferencistas nacionales e internacionales, y una media docena de premios Nobel. Los videos promocionales anunciaban que se congregarían las mentes más brillantes del planeta. Por cierto que ya el nombre del congreso era muy sugerente, «Qué especie queremos ser», el cual habla del endiosamiento humano, capaz de moldear al hombre a su voluntad.

Sin duda que algunos científicos deseaban mostrar los resultados de sus estudios y las proyecciones que estos podrían tener, pero lo cierto es que lo que más se escuchó no fue precisamente esto sino más bien cientificismo y evolucionismo, traducido en ataques en contra de la fe de creyentes cristianos, señalando que Dios no existe, que a la religión se le acabo su tiempo y que el ser humano es dios.

De hecho, el presidente del Congreso, uno de los más entrevistados en programas especiales de diversos canales de TV, señalaba que no más allá del 2045 el ser humano será inmortal y que dejaremos la Tierra, que ya está muy dañada, para ir a vivir en alguna parte del universo. En una de las entrevistas se afirmaba enfáticamente que el paraíso prometido por la religión, la vida eterna y la felicidad, serán entregadas por la ciencia y la tecnología porque, agregaba, la religión fracasó con estas promesas.

El secularismo académico, con base atea naturalista, se adueñó primero de las explicaciones que da el Génesis bíblico sobre los orígenes, y hoy en todo el mundo, desde la enseñanza básica hasta los doctorados se enseña que el universo se originó por evolución, y la Tierra, la vida y el ser humano también. Sin embargo, ahora están llegando demasiado lejos. El secularismo se está apropiando de las promesas del Evangelio, relativas a inmortalidad, a eternidad, y la morada en los cielos, que fue a preparar el Señor.

Son muchas las cosas vanas y sin sentido que promueven los que se amotinan y levantan contra Dios y su Hijo Jesucristo, y es evidente que el actual escenario nos muestra que estamos ante un desafío mayor para la iglesia cristiana actual. No podemos olvidar que este discurso ateo, el cual usa a la ciencia como embajadora, está ganando cada vez más adeptos en Chile, sobre todo en jóvenes, donde los datos señalan que el secularismo en nuestro país ya está cerca del 40%.

El zoólogo Richard Dawkins fue muy exaltado en ese Congreso, no tanto como divulgador de teorías científicas sino como el ateo más notable de hoy. Él, tanto en las entrevistas como en sus ponencias, mostró un ataque abierto hacia la religión, lanzando sus dardos principalmente en contra de la fe cristiana.

El nuevo ateísmo ataca a la fe cristiana y la ve como absolutamente incompatible con la ciencia, ignorando de una plumada el enorme desarrollo de la ciencia desde el siglo XVI hasta aquí, obtenido precisamente por científicos cristianos, desde una cosmovisión no atea sino creyente en un Dios Creador Todopoderoso.

Esta cosmovisión de científicos cristianos permitía además encontrar propósito y sentido a lo investigado, encontrando respuesta a las grandes preguntas acerca de la vida. Por lo tanto la relación entre ciencia y fe establecida por aquellos científicos creyentes no solo era fructífera en los avances físicos, químicos, biológicos, entre otros, sino que también traía paz al espíritu del investigador, al poner sus resultados en un contexto de un universo y de vida creados con propósito.

El ateísmo científico avanza y obtiene algunos logros parciales, pero al sustentarse en una base puramente materialista y naturalista, no puede hallar el camino hacia aquellas investigaciones que le llevarían finalmente al conocimiento verdadero.

El ateísmo científico al dejar lo sobrenatural de lado, es metodológica-mente reduccionista y filosóficamente frustrante, porque no le encuentra sentido ni propósito a la vida, a la naturaleza, a la inmensidad del cosmos con sus miles de millones de galaxias. ¿Por qué?, ¿Para qué?, son las preguntas que golpean una y otra vez su entenebrecida conciencia.

La academia secular en la era de la posverdad, ha determinado que la ciencia es una disciplina autosufi-ciente y completa, y por tanto el único camino a la verdad. Y parafra-seando el concepto de «Sola Escritura» de la Reforma Protestante, se ha acuñado el concepto de «Sola Scientia» (solo la ciencia) (Broché, 2017).

El avance del imperio anticristiano

En todas estas rebeliones subyacen varias motivaciones, tales como la desobediencia, la soberbia, y la incredulidad. Sobre todo ello se manifiesta la semilla satánica: «Seréis como Dios», con la que fueron envenenados espiritualmente nuestros primeros padres.

En efecto, la frase el «hombre es dios» se oyó varias veces en el congreso citado, haciendo alusión al libro de Harari denominado Homo Deus (2016), en el que se señala que la ciencia y la tecnología controlarán desde ahora la evolución, haciendo al ser humano perfecto e inmortal, convirtiéndolo en dios.

Cuando los hombres y mujeres rechazan a Dios y a su Palabra, es fundamentalmente porque atienden a la voz satánica que aún perdura: «Seréis como Dios». El orgullo y la soberbia humana constituyen la raíz de las corrientes filosóficas que dominan el pensamiento humano en la actualidad; el naturalismo, el evolucionismo y el cientificismo.

La lucha del creyente cristiano contra estas corrientes es cada vez más difícil, en un mundo que se hace más y más obscuro. Por ello las Escrituras nos instan a contender ardiente-mente por la fe (Jud. 1:3), practicando la defensa y confirmación de la fe (Flp. 1:7), ante el creciente aumento del imperio anticristiano en el mundo, sabiendo que las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios (2 Cor. 10:4-5).

Literatura citada

  1. Dickson R. 1996. The Impact of Evolutionary Philosophy on Society. Alabama: Apologetics Press.
  2. Mohler A. 2008. Atheism Remix: A Christian confronts the New Atheists. 108 pág. Crossway Books Eds.
  3. Kaden T. and T. Schmidt-Lux. 2016. Scientism and atheism then and now: the role of science in the Monist and New Atheist writings. Culture and Religion.
  4. Quack, Johannes. 2014. Outline of a Relational Approach to ‘Nonreligion’. Method & Theory in the Study of Religion 26 (4-5): 439-469.
  5. Wohlrab-Sahr M., and T. Kaden. 2014. Exploring the Non-Religious: Societal Norms, Attitudes and Identities, Arenas of Conflict. Archives de Sciences Sociales des Religions 167:105-125.
  6. Broché B. 2017. La Genèse Sola Scriptura ou Sola Scientia? Les Editions l’Oasis. 174 páginas.
  7. Harari Y. N. 2016. Homo Deus: Breve Historia del Mañana. Editorial Debate. 496 páginas.