En el capítulo 30 de Éxodo se describe el altar del incienso. Este altar es distinto del altar de bronce, que estaba ubicado en el atrio. Éste es de oro, y más pequeño, y está ubicado en el Lugar Santo.

Su ubicación en el Lugar Santo no es casual, como nada lo es en el tabernáculo. Para acceder a él es preciso haber pasado primero por el altar de bronce, es decir, por la cruz de Cristo para el perdón de los pecados. El altar del incienso representa el ministerio intercesor de Cristo y, por extensión, el servicio de todo sacerdote.

El altar de bronce es para expiación; el de oro es para intercesión. Estos son dos de los oficios del Señor Jesucristo, primero como Cordero y luego como Abogado a la diestra de Dios.

El altar del incienso es el altar de la oración. En Apocalipsis 8:1-5, podemos ver el valor de las oraciones de los santos –que se agregan a las del Señor Jesús como Sumo Sacerdote–, pues desencadenan los juicios de Dios sobre la tierra. El cielo se mueve a instancias de las oraciones de los santos sobre la tierra.

Todos los creyentes están permanentemente asociados con estos dos altares. Con el de bronce, pues deben acudir a la sangre de la cruz por el perdón de sus pecados; y al de oro, para desarrollar su ministerio intercesor a favor de los hombres, y la adoración. (Estos son los dos altares de que habla el salmista en Salmos 84:3).

Ahora bien, los oficios realizados en este segundo altar se basan en lo ocurrido en el primero. Sin la Sangre, no podemos estar delante de Dios para ejercer nuestro sacerdocio. Ninguna oración intercesora sería escuchada; no es por nuestra justicia, sino por la justicia de Cristo.

Las medidas de este altar, como otras del tabernáculo, corresponden a medios números; lo cual significa que Dios espera al hombre para que colabore con él. Dios y el hombre hacen la medida completa.

En Éxodo se dice que el altar estaba ubicado en el Lugar Santo; pero en Hebreos 9:4 se dice que estaba ubicado en el Lugar Santísimo. ¿Qué significa esto? Simplemente, que el altar del incienso era introducido del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Así también la oración, comienza en el alma y pasa al espíritu.

Este altar tenía también anillos y varas para transportarlo, lo cual nos indica la progresión de nuestro servicio espiritual. Hemos de avanzar siempre un poco más, en la dirección del Señor.

Cada día debía ofrecerse incienso, a la par del servicio de las lámparas. Pero antes de describirse la composición del incienso, se describe el aceite de la unción. Estas dos cosas van juntas, pero primero va el aceite de la unción, pues viene de arriba. El aceite baja desde la cabeza de Aarón hasta tocar el borde de sus vestiduras (es decir, desde Cristo hacia su iglesia), trayéndonos las riquezas de Cristo, en tanto que el incienso sube hacia Dios. Tanto el aceite como el incienso eran santos, y no podía usarse para un fin profano. Estas son las cosas santas en las cuales anhelan mirar los ángeles.

192