Basándose en la figura del rey Asuero, del libro de Ester, el autor describe los intrincados vericuetos del alma humana.

Características de una persona anímica: la expresión del alma

Por medio de la figura de Asuero, vemos cómo el alma expresa la riqueza y abundancia de Adán y, al mismo tiempo, su decadencia. Al estudiar el libro de Ester a la luz del Nuevo Testamento, se ve que la primera mitad del capítulo 1 expresa la capacidad y riqueza del alma. La segunda mitad de ese capítulo muestra un hombre torcido, un hombre cuyo orden –espíritu, alma y cuerpo– está invertido. El comportamiento de Asuero en el libro de Ester muestra las expresiones del alma anormal, o las características de un hombre anímico.

Exhibición de sí mismo: Autopromoción

La primera característica de una persona anímica es mostrarse a sí mismo, es decir, la autopromoción. La primera impresión que Asuero mostró es que tenía manía de grandeza. Todas las personas anímicas poseen esa característica. Primeramente, él ofrece un banquete a todos sus príncipes, siervos y nobles de 127 provincias de su reino para mostrar las riquezas de la gloria de su reino y el esplendor de su excelente grandeza durante 180 días. Después, ofrece otro banquete, tanto para los mayores como para los menores, a fin de mostrar la bondad y el gran corazón del rey para con su pueblo.

A fin de reforzar su respeto por las mujeres, el rey instruyó a Vasti a ofrecer también un banquete para las mujeres. Asuero pensaba que con eso estaría dando una oportunidad para que la reina mostrase su hermosura, así como él estaba mostrando sus riquezas y gloria. En realidad, al mostrar la belleza de la reina, la capacidad de elección del rey estaría siendo indirectamente exhibida. La hermosura de la reina Vasti era una demostración y resultado de su buen gusto y excelencia en escoger. No es difícil percibir que el alma no solamente ama exhibirse, sino que emplea técnicas y eficiencia en ello. Si se trata de mostrarse, entonces, que sea de la mejor manera posible y que el resultado sea el mejor. Las personas vieron la grandeza del rey durante 180 días; era imposible no admirarlo.

El alma no sólo gusta de exhibirse; al mismo tiempo, no escatima esfuerzos para crear oportunidades de ser vista. Cierta vez, el padre del rey Luis XV estaba discutiendo con respecto al capítulo 1 del libro de Ester. El consejero del rey dijo: «No consigo entender cómo el rey Asuero tenía tanta paciencia para soportar un banquete de 180 días». El padre del rey dijo: «Yo no logro entender de dónde obtuvo tanto dinero para dar un banquete de 180 días». En realidad, si entendemos que Asuero representa a nuestra alma, no nos será difícil entender estas exageraciones.

Para apuntar al blanco de su auto- proclamación, no faltan al alma paciencia e ideas. Raramente está tranquilo el que aprecia mostrarse. Cuando alguien se está exhibiendo, esa persona habla mucho. Cierta vez, dos amigos conversaban; a uno de ellos le gustaba mucho hablar. De principio a fin de la charla, uno hablaba, en tanto el otro no decía una sola palabra. El amigo parlanchín estaba alegre, de buen humor, y dijo al otro: «¡Qué bueno! Nuestra conversación ha sido muy buena». Otra vez, alguien preguntó: «¿Saben por qué en la mayoría de las familias el abuelo muere antes que la abuela? Porque el abuelo terminó de hablar lo que tenía que hablar, mientras que la abuela aún tiene mucho que decir». Ciento ochenta días de exposición no eran una carga para el rey Asuero; él tenía paciencia de sobra. En verdad, formas de hacer esa exposición no faltan. Muchas esposas suspiran diciendo: «Necesito un vestido para salir». Entonces compran varios ‘un vestido’ para salir. Cuando el alma humana decide mostrarse, difícilmente hallará obstáculos.

Al describir los siete días de banquete en Susa, la Biblia no menciona los manjares con que era provista la mesa. Por el contrario, lo que llamó la atención fue la belleza, la gloria del local del banquete y cuán libremente, tanto los mayores como los menores de la ciudad de Susa, podían divertirse en los jardines de palacio; cómo subían a los asientos de oro y plata del rey, y cómo utilizaban toda suerte de utensilios para beber vino. Si hubiesen sido utilizados vasos de cerámica, no afectaría al sabor del vino; sin embargo, beber en copas de oro da al usuario un sentimiento muy diferente, pues los utensilios de oro proporcionan una sensación de grandeza e importancia a quien los usa. Lo mismo puede decirse en relación a los aposentos del lugar del banquete. Ahora, lo que se observa es que todo el lugar del banquete fue preparado de manera que suscitara en las personas un sentimiento de admiración al rey. De esa forma, se puede ver que Asuero sabía muy bien cómo preparar un ambiente para mostrarse. Muchas personas son así, preparan ambientes suntuosos para que los demás puedan tener una impresión fuera de lo común.

Alguien visitó Japón y quedó impresionado con el desayuno japonés. Los japoneses llenan la mesa con toda clase de platos grandes y pequeños, y en cada uno de ellos colocan apenas un trocito de ‘tofu’ o unas rodajas de nabo, o algunos granos de maní. Mas, como la mesa está repleta de platos, eso transmite a las personas una sensación de abundancia. Ahora, ¡las personas quieren tomar café y no apreciar los platos! No obstante, muchas veces esa es la impresión más profunda que las personas ofrecen.

Tal vez Asuero, en su corazón, tenía un sentimiento de grandeza a causa de las dos conquistas que había hecho: la extensa área que dominaba –187 provincias desde la India a Etiopía– y la más bella reina. Esconder esas dos conquistas era muy difícil para Asuero. Los dos banquetes eran como dos exposiciones para mostrar al mundo sus grandiosas conquistas. El alma es como un niño que recibió un nuevo juguete y quiere mostrarlo a todos. Es imposible, en ese momento, no hacer barullo para llamar la atención de los demás. Una persona anímica aprecia exhibirse. Después de recibir la salvación, si ella tiene algunas experiencias espirituales, no perderá oportunidad de contar lo que aprendió en la presencia de Dios. Si obtuvo alguna luz o fue victoriosa en alguna situación, será aún más difícil que se la guarde para sí.

¡Quién pudiera ser como Pablo, que tuvo una experiencia del tercer cielo, y después de muchos años, habló brevemente al respecto! El hombre carnal no puede tener experiencias espirituales, porque querrá exponerlas para que todos lo sepan.

Como vemos, esa es la expresión del alma; el hombre natural quiere que los demás lo vean, pues le gusta ser el centro de la atención. Mas, quien de hecho tiene riqueza espiritual se asemeja a una perla que espera silenciosamente por la persona que la busca. En Isaías 6 está escrito que los serafines son como los ángeles, pero tienen seis alas. Ellos utilizan dos alas para cubrir su rostro a fin de que nadie vea su belleza; otras dos para cubrir sus pies, para que su servicio no sea visto, y dos para volar. Aquí podemos ver cuán grande es la diferencia entre lo que es espiritual y lo que es del alma.

Actuar según sus propias decisiones

La segunda característica de una persona anímica es actuar según sus propias intenciones. Una persona que tiene una fuerte vida del alma es conocida por su voluntad. La historia del rey Asuero demuestra que la parte más fuerte y firme de él era su voluntad. La palabra Asuero significa rey en la versión original. La mayor característica de un rey es su voluntad, cuyo poder está por sobre todas las otras en el reino, para derribar cualquier otra voluntad. Muchas veces el alma da sugerencias que son como decretos reales – su cumplimiento es indiscutible.

Esa es la razón del sufrimiento de las personas que están a nuestro alrededor. Asuero no era sólo un rey; era un rey persa. La orden de un rey persa era ley en el reino, era inmutable; la severidad de las leyes persas es bien conocida. Está registrado en Ester 8:8: «…porque los decretos hechos en el nombre del rey y sellados con su sello no se pueden revocar». Después de destituir a Vasti, Asuero se arrepintió, pero nada podía hacer más allá de pensar en ella. Cuando Ester, llorando, suplicó a su marido que revocase el decreto hecho por Amán en nombre del rey, sus lágrimas conmovieron el corazón del monarca, mas él no podía modificar su decreto. Hay un caso semejante en Daniel 6. Después de ser acusado de violar el decreto del rey persa, Daniel tuvo que ser lanzado en el foso de los leones. El rey deseaba mucho librar a Daniel, pero estaba impedido por su propio decreto y nada podía hacer. Lo interesante fue que Daniel pasó una noche en paz en aquel lugar, mientras que el rey perdió el sueño. Al romper el día, el rey se levantó y corrió al foso de los leones. Triste por la incertidumbre, preguntó a Daniel si estaba bien. El tiempo que Daniel pasó con los leones fue un periodo en el cual el rey se sintió prisionero de su propia ley; fueron como esposas en sus muñecas.

Menosprecio de sí mismo

La tercera característica de una persona anímica es el menosprecio de sí misma. El nombre Asuero también significa ‘Deseo ser una persona tranquila y pobre’. A primera vista, parece que esa expresión no es apropiada para el personaje de Asuero, pues él no era pobre. Una persona tranquila ciertamente no buscaría su autopro-moción. Asuero no era pobre ni tranquilo, pero su nombre significaba ‘quiero ser una persona tranquila y pobre’; entonces él en verdad se estaba menospreciando a sí mismo.

Supongamos que un hermano diga: «Mi carnalidad es muy grande y yo soy el peor de todos». Él puede decir eso de sí mismo, pero los demás no pueden atreverse a decir Amén. Si alguien dijese que ese hermano está en lo correcto, él quedará muy enojado. El menosprecio es una forma disfrazada de orgullo. Algunas veces las personas se desprecian a sí mismas para que otros vean cuán humildes son, cuán frecuentemente cargan la marca de la cruz, cuán mansos y espirituales son. En realidad, ese tipo de actitud es otra forma de autopromoción; por lo tanto, es una característica del alma.

Cierta vez, un joven hermano necesitaba ayuda, y buscó a un hermano de más edad y más maduro en el Señor para decirle: «Hermano, ore por mí. Pida al Señor que me vuelva una persona que nada posee». El hermano de edad le respondió: «Hermano, Dios ya oyó tu oración. Ahora, levántate, y por fe, aprópiate de la Palabra de Dios que dice: Nada sois». Solamente la cruz puede hacernos decir, del fondo del corazón, que nada somos.

Autojustificación

La cuarta característica de una persona anímica es la auto justificación. La historia de Asuero nos causa la impresión de que todo lo que él hace está correcto; ya sea destituir o coronar a la reina, ya sea engrandecer a Amán u honrar a Mardoqueo. Con todo, Asuero se arrepintió de haber destituido a la reina y se airó con Amán, mas parece que él no sabía pedir disculpas. Siendo un acto del rey, aunque estuviese errado, lo que Asuero hacía era tenido como ‘correcto’. Sin embargo, esto no significa que la conciencia del rey estaba siempre en paz. Por ejemplo, él tomó dos decisiones: primero, pidió que la reina viniese a su presencia durante el banquete, sin haber consultado a sus siete consejeros. Esa decisión fue un acto apresurado, tomado bajo la influencia del alcohol. Una vez consumado el hecho, él quiso cuestionarse al respecto. Él ya sabía lo que quería hacer, mas como su conciencia le incomodaba, resolvió consultar a los otros. Eso no significa que él estaba reflexionando sobre el asunto; demuestra, más bien, que su conciencia lo intranquilizaba, lo cual resultó en la incertidumbre de sus hechos. Así, pues, Asuero necesitaba de alguien que concordase con aquello que estaba en su corazón, legitimando, de esa manera, la destitución de la reina.

Lo más interesante es que Memucán, oportunamente, contribuyó con hermosas palabras. De esa manera, el rey empezó a tener una sensación de paz en la conciencia. Se dijo a sí mismo que había obrado rectamente al destituir a la reina. Eso es la autojustificación. Esa figura describe con precisión a una persona anímica. Muchas veces la persona ya tomó una decisión, pero en su conciencia siente que algo no marcha bien; entonces, corre para consultar a un hermano que tenga experiencia espiritual, preguntándole si debe o no proceder de esa forma. En realidad, antes de consultar al hermano, él ya sabía que estaba errado; mas, como en su corazón deseaba hacerlo, vacila entre dos actitudes. Él busca la ayuda de Memucán, y si el hermano de mayor experiencia no hace el papel de Memucán, su propio corazón corrupto se vuelve un perfecto Memucán. Empezará a argumentar consigo mismo, levantando innumerables excusas hasta encontrar las mejores. El resultado es validar la belleza de las palabras de Memucán, apagando así la voz de la conciencia.

Cuando la conciencia está adormecida, todo lo que se hace parece correcto. Por ejemplo, ¿por qué había un hermano acusando a otro en la iglesia en Corinto? ¿Es que nadie sabía que aquello era vergonzoso? Al principio, todos se sentían inconfortables con aquello, pues la conciencia dejaba en evidencia que estaba errado. Mas Memucán contribuyó grandemente en esos conflictos, y a veces la persona hasta encuentra algunos versículos bíblicos que intenta adecuar para justificar su proceder.

Cuando Pablo perseguía a la iglesia y derramaba sangre inocente, Memucán le decía que le estaba prestando un servicio a Dios; por eso, su conciencia se adormeció. De la misma manera sucedió con Jonás; Dios quería enviarlo al oriente, mas él fue para occidente, subió al barco y se durmió. Lo increíble es que, aun desobedeciendo la orden de Dios, él pudiese dormir tranquilamente, porque Memucán le decía: «Tú estás haciendo esto por el pueblo de Dios. Si Nínive se arrepiente, Dios permitirá que ella crezca; entonces esa gente se levantará y oprimirá al pueblo de Dios. Tú eres un héroe, te estás desterrando y sacrificando por causa del pueblo y el testimonio de Dios». Entonces, Jonás creía que su acción era digna de encomio, por eso podía dormir. Dios tuvo que enviar una gran tempestad para despertarlo. Una persona anímica necesita pasar por la obra de la cruz para que su conciencia despierte y perciba que es víctima de la autojustificación.

Amor propio y autocompasión

El hombre anímico es un individuo que tiene amor propio y autocom-pasión. Al leer el libro de Ester nos preguntamos si finalmente Asuero amaba o no a su esposa. Parece que amaba a Ester, porque en tres ocasiones dijo que le daría hasta la mitad de su reino. ¿O esta fue sólo una figura de lenguaje usada por Asuero? Si él tomara en serio lo que dijo, sólo era necesario decir dos veces que obsequiaría a Ester todo su reino. Había un hermano que usaba esa frase de Asuero para alegrar a su esposa: «¿Cuál es tu petición? Te daré hasta la mitad de mi reino». La esposa respondía inmediatamente: «¡Muchas gracias! No tengo el valor de tomar la mitad de tu reino, porque la contabilidad de tu reino está en bancarrota». Si pensamos que hay seriedad en las palabras de Asuero, entonces, ¿cómo se explica el hecho de que él no quería ver el rostro de Ester durante treinta días? No sabemos lo que Ester pensaba; tal vez ella dijera que no necesitaba de la mitad del reino, sino que la mitad de una hora en un día la satisfaría. Asuero amaba a Ester a su modo, y no a la manera de Ester.

Por otra parte, ¿cómo amaba Asuero a Vasti? Él era un esposo cariñoso, y creó la mejor oportunidad para que ella luciera su hermosura en presencia del pueblo y de los príncipes de la tierra. Si eso no es por amor, ¿qué es entonces? Pero descubrimos que Asuero se amaba a sí mismo por encima de todo, y la mejor prueba de ello fue su reacción cuando su voluntad se vio contrariada. Para salvarse, destituyó a la reina. Así son las personas llenas de amor propio. Aunque amen a su esposa, aman más bien aquel ‘amor de amar a la esposa’. Nosotros amamos a otra persona, también amamos a nuestros hermanos; sin embargo, la persona anímica no ama al hermano, sino que ama ‘el amor de amar al hermano’, porque considera que ‘amar al hermano’ es una realización espiritual para exaltarse, mostrándose amorosa para con el hermano. Por eso, ella ama ese amor. Una forma de poner ese amor a prueba es observar nuestra reacción cuando alguien a quien amamos hiere nuestra alma. Podemos entonces descubrir si nuestro amor es verdadero o falso.

¡Dios nos ayude para no exaltarnos a nosotros mismos! No hablemos tan fácilmente del amor cristiano. Es preferible que seamos honestos y digamos que nos amamos a nosotros mismos. Amar el yo es la raíz de nuestra vida. Por eso, la cosa más importante y más amable de este mundo es el yo. Cuando miramos la fotografía de un grupo donde estamos nosotros, ¿cuál es la primera persona que queremos ver? Es a nosotros mismos. Cierta vez, un hermano estaba con su esposa escogiendo algunas fotos para imprimir. Al final, serían reveladas las fotos que escogiese la esposa, y las restantes serían desechadas. El hermano descubrió que las fotos en que él salía bien fueron dejadas de lado, pero todas las imágenes en que ella se veía bien fueron reveladas. Sabemos entonces quién ama a quién. Cuántas veces el hombre usa su amor propio para decidir sus actos. Revivimos muchas veces la historia de Asuero. Nuestro amor propio es tan profundo que el mínimo daño nos transforma en feroces leones.

Dos hermanos conversaban, cuando uno de ellos dijo: «Gracias a Dios, yo no soy nada orgulloso». A lo cual el otro respondió: «Si yo fuese tú, no tendría de qué enorgullecerme». Es claro que el primero se molestó y respondió de inmediato: «Despacio, tú tienes lo mismo que yo tengo para enorgullecerte». Cuando el alma se siente herida, contesta de inmediato. Y cuanto mayor es la herida, mayor será su reacción, al punto de no tratar a su hermano como hermano, y considerar más importante protegerse. Un hermano, al compartir la Palabra en las reuniones, utilizaba con frecuencia frases espirituales famosas, sin citar la fuente, y daba la impresión de que esas frases eran de su autoría. Naturalmente, los demás hermanos hallaban que él era muy bueno, que su espiritualidad era muy profunda. Pero había otro hermano en la congregación que leía mucho, y por ello conocía el origen de las citas, y decía públicamente de quién eran, todas las veces que el otro hacía las alusiones. Por ejemplo, si el hermano en el púlpito decía: «Cuando el trigo madura, se inclina hacia abajo», el otro hermano decía: «Eso dijo Madame Guyon». Si el que estaba compartiendo decía: «El orgullo tiene una muerte lenta y también la más difícil de morir», el otro gritaba: «¡Esa es una frase de Darby!». Después de algún tiempo, el hermano que exponía la Palabra no se contuvo, y dijo en alta voz: «¡Cierra la boca ahora!». Instantáneamente, el otro replicó: «¡Esa frase es de él!». ¡Aquella era producción propia, no un préstamo!

Cuando el yo es fastidiado, la inmediata reacción del hombre natural revela su naturaleza original. Eso nos permite percibir, innumerables veces, que a pesar de decir que ama al hermano, en realidad la persona a quien más ama es a sí mismo.

No se restringe a sí mismo

Una persona anímica no se pone limitaciones a sí misma. Por medio de la destitución de una y de la coronación de otra reina, podemos ver que el rey Asuero era un hombre muy obstinado. Una persona que actúa conforme a la carne no tiene principios; ella obra según el viento. Siempre actúa en busca de su propio beneficio; irá donde sus sentidos encuentren comodidad, y actúa conforme sus impulsos. Cierto estudiante tenía en su corazón una orientación definida durante el desarrollo de una exposición oral, mas por un descuido, algunas palabras lo llevaron en dirección opuesta. Lo que él no esperaba era el hecho de haber sido muy aplaudido por sus palabras. Emocionado, dijo algunas palabras más, contrarias al pensamiento original. Como el público reaccionó positivamente, él tomó un nuevo rumbo, desechando la orientación inicial. La dirección de su pensamiento debería ser clara y coherente del principio al fin; sin embargo, escogió la dirección opuesta al pensamiento original. Eso es falta de principios.

Destituir o coronar a una reina es muy importante; no es un juego de niños. La actitud de Asuero fue decepcionante. Él destituyó a Vasti como si se estuviera mudando de ropa. Todo lo que no le agradaba, él lo removía. Coronaba lo que le era agradable. Se volvió esclavo de sus propios sentimientos. ¿No somos necios como Asuero en muchas de nuestras decisiones importantes? A un hermano que se estaba mudando a los Estados Unidos, le gustó mucho un apartamento que vio para alquilar. Le gustó el apartamento porque en la sala había una linda alfombra que daba al ambiente una impresión singular. Firmó el contrato de alquiler sin dudar. Después de cambiarse, se dio cuenta que el baño estaba al lado afuera del departamento, pero era demasiado tarde. Otro hermano decidió casarse cuando conoció a una muchacha de grandes ojos castaño oscuros. Después de la boda, el ya no recordaba si los ojos de ella eran castaño oscuros o blancos, a causa de los graves conflictos que surgieron entre ambos. Esa es la situación de una persona anímica. Solamente la cruz puede tratar con esa persona, para que no dé prioridad a los planos de la carne, restringiendo a su propio espíritu. (Fin)

Tomado del libro Una vislumbre del libro de Ester.