DESDE EL GRIEGO

Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso”. (Ap. 2:1); “Las Iglesias de Asia os saludan” (1Co.16:19).

El término “ekklesía” (iglesia) aparece 115 veces en el N.T.1 : 78 veces en singular y 36 en plural. Toda vez que aparece en relación con una ciudad o localidad, está en singular: La iglesia que estaba en Jerusalén (Hch.8.1; 11:22); La iglesia en Antioquía (Hch.13.1); La iglesia en Cencrea (Ro. 16:1); La iglesia de los laodicenses (Col. 4:16); La iglesia de los tesalonicenses (1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1); y en Apocalipsis 2-3: La iglesia en Efeso (2:1), en Esmirna (2:8), en Pérgamo (2:12), en Tiatira (2:18), en Sardis (3:1), en Filadelfia (3:7), y en Laodicea (3:14).

Aunque este hecho parece obvio, puesto que la Iglesia es una sola, no obstante, el Espíritu Santo registró con la misma precisión un cambio importante: Toda vez que la palabra iglesia es mencionada en relación con una región o provincia, siempre aparece en plural: Las iglesias de Judea, Galilea y Samaria (Hch. 9:31); Las iglesias de Siria y Cilicia (Hch. 15:41); Las iglesias de Asia (1Co. 16:19); Las iglesias de Macedonia (2 Co. 8:1); Las iglesias de Galacia (Gá. 1:2; 1:22).

De estas observaciones puede deducirse que:

1) En una localidad existía una sola iglesia.
2) En una región o provincia, no existía una sola iglesia, sino varias; tantas como ciudades tenía la región o provincia.

Pero, ¿tiene algún significado espiritual esta constatación estadística? ¿Por qué nunca aparece en plural el término iglesia aplicado a la localidad, y por qué nunca aparece en singular la palabra aplicada a la región? ¿Qué ha pasado? Lo que sucede es que el Espíritu Santo, con este paso del singular al plural, ha querido definirnos el terreno y el límite de la iglesia local. La iglesia local es la iglesia de la localidad. En la región o provincia en cuanto tales, no encontramos la iglesia local, sino varias “iglesias”, tantas como localidades tenga la región. Por lo tanto, la iglesia local no es más grande que la localidad o ciudad. La iglesia regional, nacional o universal no aparece en singular, porque no es una iglesia local.

Si no fuese así, entonces, el Señor Jesucristo habría enviado un solo mensaje a las iglesias del Apocalipsis. Pero no lo hizo, porque no eran una iglesia; eran siete (Ap.1:4), cada una con una realidad espiritual distinta (Ap. 2-3). La iglesia, en la tierra, es sólo una en la localidad; más allá de ella, en la región, existen las iglesias. No hay ningún versículo que use el término iglesia en singular para una región o provincia. Por lo tanto, unificar donde el Señor ha separado es tan pecaminoso como dividir donde el Señor ha unido.

La iglesia local no es más grande que la localidad; pero tampoco es más pequeña. No hay ningún versículo que use el término iglesia en plural para la localidad. La iglesia en la localidad es, pues, una; y en la región, provincia o país, son varias. En la tierra, la iglesia universal son las iglesias.

Este diseño divino, claramente presentado en el Nuevo Testamento, ha sido muy deformado a través de la historia de la iglesia. Nuestro pecado ha ido en ambas direcciones. Por una parte, hemos “agrandado” las iglesias locales, tratando de que ellas sean una por medio de confederaciones, denominaciones y otros; y, por otra parte, la hemos “achicado” al permitir muchas iglesias en cada localidad.

¿Por qué el Nuevo Testamento define el terreno y el límite de la iglesia local? Veamos. La iglesia es primeramente una realidad espiritual, celestial, divina y eterna. Ella ha acaparado la atención de Dios desde siempre. El Padre eternamente ha querido una esposa para su Hijo. Éste, por su parte, revelándonos el sentido más amplio de su venida al mundo, dijo:“Edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Y en efecto, Jesucristo con su muerte, resurrección y exaltación dio origen y nacimiento a su iglesia. Y al igual que Eva con respecto a Adán, todo lo que la iglesia es procede de Cristo. La iglesia es hueso de sus huesos y carne de su carne. Es el cuerpo de Cristo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23).

Ahora bien, esta gloriosa realidad celestial tiene una manifestación concreta en la tierra: La iglesia local. Ella, al igual que la nueva Jerusalén que desciende del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido, es la expresión terrenal de aquella realidad celestial. La iglesia local es el tabernáculo de Dios entre los hombres. ¡Aleluya!

En este sentido es muy revelador que en todo el Nuevo Testamento cuando se hace mención de la iglesia local, siempre se la designa como “la iglesia en tal lugar”, queriéndonos decir el Espíritu Santo con ello, que es esa realidad celestial, espiritual, eterna y divina, la que se manifiesta en ese lugar particular. Esta es, pues, la importancia de la iglesia local. Ella, es el vaso escogido y diseñado por Dios –y no otro- para encarnar en la tierra aquella realidad celestial.

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1 PARKER, Jorge G., «Léxico Concordancia del Nuevo Testamento en Griego y Español», Ed. Mundo Hispano, 1982, pág. 313-314.