Las cosmovisiones del siglo XXI y la destrucción de los fundamentos cristianos.

En el primer año de universidad, los jóvenes suelen enfrentar una crisis grave con sus principios cristianos, porque en las clases se les presenta una cosmovisión naturalista y cientificista, junto con los contenidos de las materias a estudiar.

Allí se da algo muy importante. Quien está enseñando es un doctor en ciencias o en filosofía, de un lenguaje muy sofisticado, entonces aquí opera el principio de autoridad. «Yo no puedo dudar de lo que él me dice. Y cuando él dice que la evolución es verdad, ¿cómo lo voy a comparar con lo que me enseñó mi profesor de escuela dominical?». Ahí se genera la crisis.

No obstante, los profesores suelen ir más allá de los datos científicos, y terminan imponiendo su propia cosmovisión, enmarcada en algunas de las filosofías que se revisarán en este artículo. Una cosmovisión es la visión o concepción global que se tiene del Universo, de la Tierra, de los seres vivos, y de cómo se debe interpretar su origen y significado de su existencia. Es la ventana con la cual se mira el universo, el mundo, la vida.

Irrumpe el Posmodernismo

Hoy vivimos en un mundo donde cada vez más niños y adolescentes son enseñados a cuestionar la palabra de Dios. Filosofías humanas, transformadas en poderosas fuerzas de pensamiento, se transforman en las bases fundamentales de los sistemas de enseñanza en colegios y universidades.

Una de estas filosofías es el denominado Posmodernismo, el que invo-lucra una serie de corrientes de pensamiento, pero su línea asociada a la filosofía señala que la verdad total no existe. Cada uno tiene su propia verdad. Solo existirían verdades parciales, relativas, aunque los resabios del Positivismo (otra corriente filosófica) siguen manteniendo a la ciencia como la que más se acerca a la verdad.

Entonces la verdad bíblica es menospreciada o minimizada, y se suelen escuchar frases como: «Ustedes tienen su verdad, pero dentro de las cuatro paredes de su iglesia; fuera de ella está la verdad que entrega el conocimiento científico». «La ciencia es la única que se acerca a la verdad; el cristianismo es antagónico a la ciencia, pero además es ignorante».

Sin embargo, el filósofo de la ciencia más importante del siglo XX, Karl Popper, autor del método científico que usa la ciencia hoy (hipotético deductivo), señaló que todo conocimiento científico es provisorio. No se alcanza la certeza ni la verdad absoluta en ciencia, menos aún en lo relativo a las preguntas fundamentales acerca de los orígenes del universo, de la materia, de la vida.

Por el contrario, la Biblia habla con total certeza acerca de la verdad, presentando sentencias categóricas como las siguientes: «Pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (Jn. 1:17); «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn. 8:32); «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Jn. 14:6). Sin embargo la cosmovisión relativista del Posmodernismo desconoce la verdad de Jesucristo. Adicional a esta cosmovisión se reconocen otras similares en su rol de influencia en el pensamiento humano, y que conforman la trama con que funciona el ámbito académico escolar y universitario.

Algunas cosmovisiones

El Ateísmo. Asegura que no hay Dios, y «explica» cómo todo se ha generado producto del azar. No hay sentido alguno, ni hay propósito para la especie humana. De ahí la angustia existencial de muchísimos grandes pensadores. Nada tiene sentido. El ateísmo es una cosmovisión.

El Naturalismo, apunta hacia la «madre Naturaleza». Se escuchan expresiones como ésta: «¡Qué sabia es la madre Naturaleza!». No hay Dios, o tal vez hay algo como una fuerza que dio algunas condiciones al inicio, algunos toques, algunas leyes, y después esa fuerza o tal vez Dios, tomó vacaciones, y por tanto la «sabia madre Naturaleza» se encargó de hacer todo. Eso es el Naturalismo.

El Materialismo. Asegura que la materia no ha sido creada de la nada, sino que existe eternamente. La conciencia la crea la materia, no es independiente. No hay espíritu en el ser humano, todo se reduce a la materia. La concepción materialista es altamente dañina. No hay ética cristiana, ni valores de espiritualidad, porque la cosmovisión señala que el ser humano es solo materia.

El Cientificismo. Postula que el único método que permite alcanzar conocimiento válido es aquel que aplica la ciencia.

El Evolucionismo es otra cosmovisión que utiliza parte de las cosmovisiones que hemos visto previamente (Materialismo, Naturalismo, Cientificismo). No sería tan riesgoso y peligroso para la fe cristiana si la llamada evolución biológica solo fuese una teoría, que intenta explicar algunos procesos dentro del ámbito de las Ciencias Naturales.

Pero el tema es que se presenta como una verdad definitiva, y una de sus consecuencias es que genera una correlación altísima entre evolucionismo y ateísmo. Es decir, Dios se queda sin trabajo. Por lo tanto, hay que creer más bien en la «madre Naturaleza», en la Panspermia (un meteorito que trajo semillas de vida a la Tierra, desde alguna otra parte del universo), en fin, creer en cualquier cosa, menos en Dios.

El Humanismo, visión centrada en el hombre. «El hombre es la medida de todas las cosas». No es necesario creer en un Dios que le ha creado y que está por encima del hombre. Es otra cosmovisión.

Todas estas cosmovisiones tienen en común el que dejan a Dios fuera, lo eliminan, y lo perjudicial para la formación de los jóvenes es que éstas son suscritas por la mayoría de los profesores o académicos colegios y de universidades, y es ante ellas que se deben enfrentar los estudiantes cristianos.

¿Cómo sobrevivir, entonces, en el colegio y en la universidad con todas estas cosmovisiones? Sin duda, se trata de una lucha muy fuerte contra la corriente de cosmovisio-nes antagónicas a la fe cristiana.

La mezcla del Sincretismo

Pero el daño a la fe de los creyentes, sobre todo a jóvenes, no solo es externo, sino que también es generado desde dentro del cristianismo. Se trata de creyentes que transan los principios fundamentales de la fe, y los unen a doctrinas y filosofías seculares. Es el llamado Sincretismo.

El sincretismo es como una tabla de salvación. Ocurre cuando el estudiante no logra defender su fe, pues carece de las herramientas de apologética para hacerlo. ¿Cómo salva esta situación de dicotomía, si le dicen en la academia que «la evolución es verdad»? Generando una mezcla de evolución con creacionismo. Queda contento con lo que le enseñan estas teorías, pero también con lo que le entrega el profesor de la escuela dominical». Luego veremos realmente a qué fatal destino lleva el sincretismo.

Dificultades de los estudiantes cristianos

Los estudiantes cristianos suelen tener pocos compañeros creyentes, y se encuentran por tanto en minoría.

Una segunda gran dificultad es que no están equipados con educación en apologética y cosmovisión cristiana de Verdad total, en donde la fe no solo les explique la relación con Dios entre las cuatro paredes dentro de la iglesia, sino también les pueda explicar que las leyes de la naturaleza, la creación de los seres vivos, etc., deben formar parte de su fe porque fueron hechas por el mismo Dios que les entrega el Evangelio.

Pero la mayor parte de los estudiantes no saben ni cuentan con una cosmovisión cristiana total, sino que la tienen como verdad parcial, solo dentro de la iglesia. Y la educación secular cientificista refuerza esa parcialidad, y les pregona que su fe es una verdad parcial. «Nosotros les respetamos su fe (dicen), pero manténganla dentro de la iglesia; porque afuera, nosotros diremos qué cosa es la verdad».

Los estudiantes cristianos no están preparados para recibir una educación de parte de profesores universitarios que tienen una cosmovisión humanista y cientificista secular, por ello las crisis de fe. Las iglesias de Asia Menor, en la última parte del primer siglo, también mezclaron filosofías paganas con el Evangelio; por lo tanto, este problema siempre ha existido, y estas dinámicas que conocemos hoy, que nos están enseñando distintas cosmovisiones, son de muy antiguo.

Cosmovisión de la ciencia antes de Darwin

Carolus Linnaeus, doctor en medicina, autor de uno de los libros más importantes de ciencia en el siglo XVIII, publicado en 1735, lo tituló «Sistema Natural», estableciendo el ordenamiento de los reinos en la naturaleza. En la portada del libro, hay una cita que llama mucho la atención: Linnaeus cita el versículo 24 del Salmo 104. «Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová. Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios».

¡Qué grandioso! Porque se trata del libro más importante en el ámbito de la ciencia a comienzo del siglo XVIII. Linnaeus, conocido también como Carlos Linneo, no tuvo ningún reparo en poner esto en la portada de su libro, porque entendía que tan perfecto orden en el mundo natural obedecía a una causa inteligente.

Cuando la visión era creacionista

Claro, alguien pudo tal vez haberse molestado en ese entonces con que se reconociese tan explícitamente al Creador en un libro de ciencia, pero la cosmovisión que había en el ámbito científico era que, efectivamente existía un Creador, el cual había establecido el orden del universo, de la Tierra y de los seres vivos que hay en ella.

Esta era la cosmovisión. ¿Cómo reconocer otra opción no inteligente, si era todo tan extraordinariamente preciso, aun en sus detalles más pequeños, como los principios físicos y químicos que hacen posible la existencia del átomo y por tanto de la materia, y a partir de allí el universo y nuestra fabulosa casa habitable, la Tierra, única en el universo, hasta al menos en 100 años luz a la redonda?

Esto último lo dice Paul Davies1, uno de los físicos teóricos más importantes del mundo, (agnóstico), en su libro «Un Silencio Inquietante». Tanta precisión y justeza desde lo muy macroscópico a lo ultramicroscópico era imposible que hubiese surgido al azar. Por lo tanto, la visión era creacio-nista. Pero todo eso se termina con la apuesta de Darwin, en donde Dios se queda sin trabajo. Ya no es necesario, porque la vida surge al azar, lo mismo que las especies.

Problemas no resueltos en Biología

En 2015, una importante revista de ciencia que considera biofísica y biología molecular, publicaba un artículo titulado: «Problemas no resueltos en biología»2. Y este artículo detalla un largo listado de problemas que la ciencia no ha podido explicar. De todos ellos revisamos los tres más relevantes: 1. El origen de la vida, 2. La regulación genética en el desarrollo de animales y plantas, y 3. Los problemas de la evolución.

1. La vida, información codificada

Noten que el libro de Darwin, «El Origen de las Especies», no habla del origen de la vida. No podía explicarse entonces, ni tampoco es factible hacerlo hoy. Es un caso sin solución para la ciencia. No hay cómo explicarlo desde el punto de vista químico, porque la vida usa química, pero ella no es química.

Desde el punto de vista de la genómica hoy, la vida es, básicamente, información codificada. Y entonces surge una nueva ciencia que es la Biosemiótica, para intentar entender qué leyes de la naturaleza podrían formar códigos con información específica en las moléculas. Misión imposible, por cierto desde el materialismo y naturalismo, porque no existen esas leyes, dado que las leyes de la química y la física actúan solo sobre un sustrato físico, material, o de transformaciones de energía; pero los códigos genéticos, los que contienen información altamente especificada, no pertenecen al ámbito de la materia, ni tampoco al ámbito de la energía.

La información codificada para formar a un ser vivo con sus billones de células, tejidos, órganos y sistemas está fuera del ámbito materialista, es inmaterial, está fuera del ámbito de la naturaleza, es sobrenatural.

¿A qué principios apelamos entonces, si está en el ámbito sobrenatural? La única opción es volver a la propuesta de Linneo, y reconocer al Creador como el único Autor del milagro de la vida.

2. Regulación Genética del Desarrollo

¿Qué significa eso de regulación genética del desarrollo? Hoy se sabe que hay genes codificadores, que son los que trabajan (codifican proteínas para producir las distintas estructuras celulares, células, tejidos, etc.), los que en el caso del genoma humano son aproximadamente el 10%. Pero hay otros genes que parecían no hacer nada, y hasta el año 2010 los científicos lo llamaron «el ADN basura».

Bajo la cosmovisión darwiniana, se trataba de una evidencia de la evolución, la que por ensayo y error había dado finalmente con un porcentaje de ADN menor, que era el que servía, mientras que el otro 90% era ADN inútil o basura («Junk DNA» en inglés).

Eso decían los artículos científicos, hasta que se fue avanzando un poco más en investigación genómica, y se descubrió que ese ADN que no «trabajaba» no era basura, sino ADN regulador; algo así como los ingenieros civiles de casco blanco en las construcciones de edificios, quienes efectivamente no trabajan en la construcción misma del edificio, porque no es esa su función.

Son los obreros de casco amarillo los que hacen los trabajos, pegan los ladrillos con cemento, insertan los fierros, ponen los marcos de puertas y ventanas, etc., y son muchos. Los de casco blanco en cambio son pocos, pero realizan una labor fundamental de regulación y fiscalización. Van a la obra, miran, ven los planos, revisan y chequean que todo se desarrolle conforme a los planos y cálculos de ingeniería.

En el ADN, en el núcleo de la célula, es muy similar. Hay planos, hay programas destinados a la construcción de algo mucho más complejo que un edificio, que es el ser vivo. Y tal vez por eso es que la proporción de ingenieros con casco blanco versus obreros con casco amarillo es al revés de lo que se observa en la construcción de un edificio.

Hay muchos más «ingenieros civiles» que «obreros» en nuestro ADN. Tenemos cerca de 90% de «ingenieros civiles» en nuestro ADN (genes reguladores) y solo un 10% de «obreros» (genes codificadores), que hacen el trabajo de construir proteínas y las demás estructuras que tiene un ser vivo.

Siguiendo la analogía con la construcción de un edificio, los ingenieros civiles de casco blanco les indican qué hacer y en qué momento hacerlo, a los obreros de casco amarillo. Esa es la función de los genes reguladores. Hoy día se sabe que prácticamente el 100% del ADN está activo, y por tanto la historia evolutiva como explicación se derrumba (una vez más). Pero, por mucho tiempo, se dijo que la mayoría del ADN era basura. Los genes reguladores deben controlar que un ser vivo sea bien construido, lo cual es altamente complejo.

Información divina codificada

¿Cómo, desde una sola célula huevo (cigoto), se produce el desarrollo embrionario? Primero, la mórula, luego la blástula, la gástrula, las capas ectodérmica, endodérmica y mesodérmica, la migración de las células para la formación de los tejidos, de los órganos (la organogénesis en el caso del ser humano es hasta el tercer mes de desarrollo del embrión), para formar finalmente a un organismo con billones de células. Esto es complejísimo. ¿Cómo se desarrolla? Con toda la información que hay en la actualidad, la ciencia no lo puede responder, y se cataloga por tanto como problema no resuelto por la ciencia.

Sin embargo, el Salmo 139 ya nos adelantaba conocimiento concreto respecto a este enigma del desarrollo embrionario, hablándonos con mayor seguridad y contundencia que cualquier tratado de biología mole-cular y de genómica, hace ya unos 3.000 años.

Dice el Salmo 139:16: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas (la organogénesis), sin faltar ninguna de ellas». Aquellas «cosas» que iban a ser formadas en el embrión, no se forman a partir de la nada, sino desde lo que Dios tiene escrito en uno de sus libros, relativo a lo que será la vida de cada persona, y eso no es otra cosa que información, pero no cualquier información, sino Información Codificada, como lo ha descubierto la genética desde la segunda mitad del siglo pasado.

Por tanto, hace muy poco que se sabe que los organismos llegan a ser como tales, producto de que hay información codificada en sus genes. Pero ya el Salmo 139 lo decía, cuando aún no nacía la ciencia de la Biología, y sin saber siquiera el salmista que estamos constituidos por células. Y menos aún, qué es lo que hay dentro de la célula y del ADN, ubicado dentro del núcleo de la célula, donde están las moléculas portadoras de la información. Es muy impresionante. Este Salmo es un verdadero tratado de biología del desarrollo, el que la ciencia aún no ha logrado establecer.

3. Los problemas de la evolución

«Evolución, una teoría en crisis», fue el nombre de un libro que publicó Michael Denton en 1985. Denton era agnóstico en ese periodo; pero hoy ya no lo es. Las evidencias de la gran complejidad y perfección genética en los seres vivos, le llevó a reconocer la acción de un Creador. En 1985, Denton dijo: «Finalmente, la teoría de la evolución darwiniana no es ni más ni menos que el gran mito cosmogónico del siglo XX».

¡Qué fuerte declaración!. Por ello le trataron mal desde cierta área del ámbito científico, pero Denton no se amilanó, porque este año (2016), volvió a publicar otro libro, al cual llamó: «Evolución, aún una teoría en crisis»3.

Revisión de la teoría darwiniana

El 7 de noviembre recién pasado (2016), se reunieron en la Royal Society de Londres, la sociedad científica más antigua e importante del mundo, connotados biólogos evolutivos de nivel mundial, para revisar las teorías evolutivas y tratar de generar una nueva.

Uno de sus organizadores vaticinó lo siguiente: «El desarrollo embrionario», que se relaciona con la última teoría evolutiva (Evo-Devo) y los campos adyacentes, están solicitando la revisión de la teoría estándar (neodarwinismo), aunque probablemente los problemas involucrados seguirán disputándose apasionadamente».

Eso será así, por una deducción muy lógica: ¿Qué más queda por descubrir en biología? En tiempos de Darwin, apenas se conocían las células, luego a finales del siglo XIX ya se conocieron bien, y algunos años más tarde, la investigación científica incursionó dentro de la célula, su matriz citoplasmática, sus organoides y el núcleo celular.

A mediados del siglo XX (en 1953), Watson y Crick llegan a descubrir la molécula de ADN, tanto en su forma como en su función, concluyendo que ella es la que tiene la información vital del ser vivo. Paradójicamente, ese mismo año 1953, Urey y Miller hacen la famosa síntesis de algunos aminoácidos, experimento altamente manipulado, sin embargo genera las bases para especular que la vida es básicamente química.

Sin embargo, los resultados de Watson y Crick dicen: «No, señores, la vida usa química, pero no es química, la vida es información codificada, la que se encuentra en el ADN». Aquí hay dos paradigmas científicos radicalmente distintos respecto del origen de la vida.

Luego del descubrimiento del ADN, se desarrolla la biología molecular y la genómica. Ya en los últimos 25 años, nace la ciencia de la biosemiótica. Lo interesante de la biosemiótica, es que se sale del ámbito de la materia, porque cuando se llega a los códigos que tiene el ADN para formar un ojo, una neurona, una célula epitelial, una célula hepática, ya no se trata de sustancias materiales. La información codificada del ADN no es materia ni es energía, los códigos son entes abstractos, están en el ámbito inmaterial.

¡Cómo se acerca a Dios la ciencia con estos últimos descubrimientos acerca de la estructura más íntima de la vida animal y humana! Con la biosemiótica, el Materialismo y el Naturalismo tocan fondo. No es la materia la que explica la vida; tampoco las leyes naturales, es la información codificada. Entonces, ¿qué más queda por descubrir? ¿Qué otras teorías podemos generar, sino mirar hacia arriba, y bien arriba? Porque ya la materia no lo explica, ni tampoco la energía. (Continuará).

Bibliografía

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12. Students explain why they left or remained in church. http://creation.com/fallout
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