Los requisitos que debe llenar el cristiano para ser alumbrado por Dios.

Lectura: Hechos 8:26-40

En este incidente, sencillo pero instructivo encontramos tres partes. Tenemos al etíope, al Espíritu Santo y al instrumento humano, Felipe.

El etíope – Un buscador que se confiesa ciego

Cuando miramos a este etíope, vemos de inmediato a un buscador ciego. Aunque religioso, aunque moviéndose en el círculo de la tradición religosa establecida, aun habiendo estado en Jerusalén, en el templo, su mismo centro, está todavía ciego. Es un buscador ciego. Esto está muy claro por las preguntas que le plentea a Felipe sobre las Escrituras. “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?”, “¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?”. Es manifiestamente un hombre que está en la oscuridad, un hombre sin vista espiritual, los ojos de su corazón no han sido iluminados, pero lo esperanzador sobre él es que se confiesa ciego.

Un buscador humilde

Era un hombre muy importante en este mundo, un hombre de considerable responsabilidad, influencia y posición, y dada su posición hubiera podido evadir un poco el asunto. Cuando fue desafiado acerca de lo que estaba leyendo, hubiera podido evadir lo agudo de la pregunta y hubiera podido dar alguna forma de respuesta evasiva e intrascendente. Ya sabéis como actúa la gente que no quiere ser tenida por ignorante, especialmente si son personas consideradas de cierto nivel y que tienen una posición que mantener. Este hombre, con todo lo que era entre los hombres, reconocía que era ciego. Responde la pregunta sin ninguna reserva ni evasiva, lo hace de manera directa, franca y honesta. “¿Qué si entiendo lo que leo?”, ¿Cómo entenderé si alguien no me enseña?”. Entonces, en su franqueza va más allá, y pide información, explicaciones, iluminación. “¿De quién habla el profeta?”.

Esto es muy sencillo, ya lo sé, pero es fundamental. Es fundamental para cualquier tipo de entendimiento espiritual. Es básico para todo conocimiento espiritual. Gobierna todo grado de progreso en las cosas espirituales. La humildad de este gran hombre es la clave en toda esta historia. Él no quiere dar la impresión de que sabe lo que no sabe para que el otro no piense que entiende lo que no entiende. Comienza en el sitio donde realmente se encuentra. Él sabía en su corazón que no entendía aquello y no quería dar otra impresión, sino que se supiera que estaba exactamente donde estaba, y esto era lo que dio al Señor un camino completamente abierto. ¿No podría ser precisamente esta actitud la que Dios había visto desde tiempo atrás y la base de su actuación? Dios sabía que tenía un hombre perfectamente honesto y humilde en la oscuridad y buscando luz, y podía moverse soberanamente de manera maravillosa sobre considerable distancia y dando pasos trascendentales. Porque aquellos fueron pasos trascendentales dados por el Señor para encontrarse con aquella vida. Fíjate en lo que tal estado de corazón hace posible por parte de Dios, hasta qué punto puede el Señor obrar cuando encuentra un corazón así. Era un ciego buscando luz, pero se confesaba ciego, de modo que no tardó mucho en ser un buscador iluminado. El Señor no dejó en oscuridad a un hombre así; le dio la luz que buscaba.

Y ¿no podríamos decir que el Señor le dio mucho más de lo que estaba buscando? No creo que fuera añadir nada a la narración si dijéramos que, cuando el etíope se marchó regocijándose, sintió que había conseguido mucho más de lo que pensaba conseguir. Siempre es así. Cuando el Señor hace algo, lo hace a conciencia. Como decía Spurgeon: “¡Mi copa está rebosando, y mi plato también!” Cuando el Señor hace algo, lo hace bien. El hombre siguió su camino con su copa rebosando, un buscador iluminado. Había llegado a ver lo que todos los líderes religiosos de su tiempo no estaban viendo, y eran incapaces de mostrarle.

Un buscador que se tomó a Dios en serio

Sin embargo, la iluminación que experimentó trajo consigo un nuevo desafío, como siempre ocurre. Cada nueva medida de luz procedente del Señor trae consigo un desafío nuevo, un desafío hacia algún acto de obediencia práctica. Notemos un detalle de lo más interesante y provechoso de toda la narración. Isaías 53 (el pasaje que estaba leyendo el etíope) trajo a Cristo a la luz, y a partir de este texto, Felipe le predicó a Jesús, y la siguiente cosa en que se nos hace pensar es: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?”. Aquí has de poner algo de relleno para entender cómo esto surge a partir de Isaías 53. Te dejo a ti con esto. No lo pongas a un lado, reflexiona sobre ello. Lo único que voy a decir es que la revelación que experimentó ese hombre, la iluminación de sus ojos, trajo consigo un desafío a la obediencia, y este buscador iluminado no fue “rebelde a la visión celestial”, sino que fue rápido en aceptar el desafío, rápido en correr por el camino de sus mandamientos, obediente sin titubeos a la luz que había recibido. En cuanto a lo que ocurrió aquí concretamente, todo es muy simple, sin embargo, esto es la esencia de las cosas. Vemos a un hombre pasar de las tinieblas a la luz; vemos a un hombre que anda a tientas transformado en alguien con un claro entendimiento; un hombre frustrado de corazón transformado en uno que sigue su camino regocijándose. Las dos cosas de él que hacen esto posible son: una absoluta humildad, en cuanto que no le preocupa en absoluto que se vea su ignorancia y no finge saber más de lo que sabe, y su rápida obediencia cuando recibe la luz. Acerca de este hombre hemos de decir: “Aquí tenemos un corazón honesto”. Y así es como trata Dios con la gente honesta: reciben luz y gozo.

Antes de terminar con lo que respecta al etíope, digamos con claridad que es un hombre que va en serio. Me gusta este hombre en su consecuente diligencia entre saber y hacer. Está en la buena dirección. El efecto debilitante del clima etíope no le robó su energía espiritual. Se levantó por encima de todo esto, se tomó a Dios en serio. En él no encontramos ninguna componenda, ninguna excusa, ni nada parecido. Simplemente estaba decidido a saber lo que podía saberse y a hacer lo que pudiera hacerse al ser iluminado.

Al hombre que está resuelto a reconocer y actuar de este modo, Dios se mostrará de la misma forma. Dios es con nosotros lo que nosotros somos con él; Dios no va a ser deudor de ningún hombre. Si tú y yo tomamos a Dios realmente en serio y nos movemos decididamente hacia todo lo que Dios tiene para nosotros, hacia todo lo que él quiere que poseamos y que conozcamos. Si seguimos adelante sin darnos aires, sino manteniéndonos en el nivel de lo que genuinamente somos, en toda humildad, y estamos decididos a hacer por su gracia todo cuanto el Señor nos muestre, sin vacilaciones, vamos a experimentar que a largo plazo Dios no va a ser deudor nuestro, sino que nos va a honrar hasta lo sumo. Al relato de este episodio se le ha dado un registro inmortal. Aparece entre los hechos del Espíritu Santo, y cuando te planteas la pregunta: “¿Por qué se incluye a este hombre en el registro sagrado y su historia se pasa de edad en edad para que dure tanto como el tiempo?”. La respuesta es sencillamente lo que ya hemos dicho: porque era un hombre que tomaba en serio a Dios, estaba abierto al Señor, era honesto de corazón, humilde de espíritu y obediente a la luz que tenía.

El Espíritu Santo – el terreno que requiere

La segunda parte implicada en el relato es el Espíritu Santo, y tan sólo es necesario hacer un breve comentario. En realidad Él es, por supuesto, la primera parte en todo el asunto, pero lo menciono aquí en segundo lugar porque es de más ayuda examinar el incidente en este orden. El Espíritu Santo tomaba nota de este hombre, y siempre toma nota de hombres así. Hay un sentido en el que un etíope ha de preceder al Espíritu Santo. ¿Entiendes lo que quiero decir con esto? Antes de que el Espíritu Santo pueda hacer su obra, ha de tener algo sobre lo cual obrar que cumpla sus requisitos, y el Espíritu era conocedor de este hombre, de su búsqueda y de su corazón y el Espíritu Santo siempre toma nota de estas personas y sabe dónde están localizadas.

¿Cómo se le obstaculiza?

Tras una pregunta como ésta hay una gran historia. Si simplemente supiéramos la respuesta, muchos de nuestros problemas se resolverían. Tenemos la gran pregunta siempre confrontándonos: ¿Por qué algunos saltan a la luz y siguen adelante en ella, y otros en cambio siempre se quedan atrás y nunca parecen ver nada más? ¿Es que hay una selectividad de parte de Dios, una especia de elegidos dentro de los elegidos? ¿Es que Dios tiene favoritos? Creo que no. Creo que una gran parte de la respuestas yace aquí, a saber: Dios ha de tratar con lo que encuentra en las personas, ya sean personas que vayan an serio o no, sea que Él encuentre un camino sin obstáculos o no, sea que el terreno esté ocupado por algún obstáculo o que aún no lo esté.

Yo no creo que nadie deje de obtener toda la luz que Dios quiere que tengamos si de verdad va en serio con Dios. El Espíritu Santo nos conoce. Él mira directamente a la profundidad de nuestro corazón y sabe si vamos en serio o no. Él ve claramente lo que es un obstáculo y hasta dónde puede llegar. El Señor no va a forzar a nadie. Si estamos centrados en nosotros mismos, ocupados con nosotros mismos, dando vueltas alrededor de nuestros intereses, entonces el Espíritu Santo no tiene ninguna opción. Hemos de llegar al fin de nosotros mismos. Este es el problema con muchos. Tienen una obsesión consigo mismos, y siempre están dando vueltas en círculos, llegando cada vez de nuevo al mismo punto en que empezaron, siempre alrededor de sí mismos, agotándose a sí mismos. No falta mucho para que tengan un tremendo encontronazo en que colisionará todo aquello que se supone son sus valores y que están representando para el Señor, y todo caerá junto con ellos.

El Espíritu Santo no tiene un camino libre. Si queremos movernos en el camino recto e ir hacia delante, hemos de quitarnos de en medio en lo que se refiere a esta ocupación con nosotros mismos. Él sabe exactamente dónde estamos, ya sea que estemos atados con cosas, cosas religiosas, tradiciones, etc. Podemos estar tan atados a ellas como para ni siquiera plantearnos la posibilidad de recibir más luz de parte del Señor. Ya lo tenemos todo, nuestro círculo en que nos movemos lo tiene todo ¡y yo soy parte de ello! Ya sabes lo que quiero decir. El Espíritu Santo no puede hacer gran cosa con personas así y lo sabe. Su actitud es: “No sirve de nada, no puedo hacer gran cosa allí, están demasiado atados.” Sin embargo, si estamos dispuestos a todo, entonces el Señor puede seguir adelante y aclarar el camino.

El Espíritu Santo te conoce a ti y a mí. Nos conoce mucho mejor que nosotros mismos. Quizás pensábamos que íbamos en serio y hayamos estado orando durante largo tiempo, clamando a Dios para que hiciera algo mientras el Espíritu Santo sabe muy bien que aún no hemos llegado al final de nosotros mismos y de nuestros propios intereses. Antes de que pueda hacer lo que quiere con nosotros habrá de seguir obrando para llevarnos a desesperar de nosotros mismos. Pero Él sabe dónde está el punto; sabía que con este hombre no necesitaba hacer mucho para poder empezar con él, con claras perspectivas de un camino libre para poder obrar. Aprovechó la oportunidad presentada y pudo actuar soberanamente y lo hizo para satisfacer su necesidad.

El instrumento humano

La tercera de las partes es el instrumento humano, Felipe, el medio por el cual, por un lado, se abren los ojos del buscador ciego, y por el otro, el Espíritu Santo puede llevar a cabo su trabajo. Todos queremos estar en la posición en la que a través nuestro, si Dios así lo quiere, hombres y mujeres verdaderamente honestos puedan encontrar lo que están buscando, y por otra parte, en la que el Espíritu Santo pueda encontrar en nosotros un vaso para usar donde Él vea tal necesidad. Seguramente no hay nada que desearíamos más que simplemente ser como Felipe.

Sin embargo, incluso en el caso de Felipe, éste no era parte de un mecanismo automático, algo que funcionara lo quisiera él o no. Había cosas en Felipe que ofrecían al Señor terreno para hacer su obra. Eran cosas muy, muy sencillas, pero que sin embargo, no son tan fáciles de encontrar en la vida práctica.

Felipe estaba a disposición del Espíritu Santo sin ninguna duda. Cuando lo miras de cerca te das cuenta de que esto era especialmente significativo en su caso. Felipe se encontraba en Samaria. Muchos se estaban convirtiendo, se estaba llevando a cabo una gran obra de gracia, tan grande que hubieron de enviarse apóstoles desde Jerusalén para que condujeran la situación, y Felipe era el instrumento principal en tal obra. Cuando estás por completo involucrado en algo así, y de repente el Señor dice: “Felipe, quiero que dejes todo esto, y que tomes el camino al desierto. No te diré por qué, ni lo que voy a hacer; simplemente te digo ‘ve al desierto”, ante tales demandas podrían surgir grandes preguntas.

Felipe hubiera podido decir: “Pero, Señor, ¿qué va a pasar con esto? Mira esta gran puerta abierta, esta gran oportunidad. ¡Mira lo que estoy haciendo, mira en qué estoy involucrado! ¿Qué va a pasar aquí si yo me voy?”. Pudieran haberse suscitado muchas preguntas de este tipo. Felipe hubiera podido tener serias reservas y ponerlas como obstáculos en el camino del Señor, pero no leemos que ocurriera así. El Señor simplemente lo dijo y Felipe estaba de tal manera a su disposición que se movió, en obediencia, sin objeciones. Qué tremendo es estar libre para el Señor, estar de tal modo a su disposición que no sea difícil en absoluto dejar cualquier cosa, ajustarnos a una situación completamente distinta si el Señor así lo indica. Es algo de gran importancia. De modo que Felipe estaba a disposición del Señor, y este es un factor determinante en una obra como ésta de impartir luz a buscadores ciegos. Felipe era no tan sólo la respuesta a la necesidad del hombre, sino también la respuesta a la necesidad del Espíritu Santo. Estaba a disposición del Señor y respondió sin dudar a su sugerencia. No se retrasó, sino dijo con prontitud: “El Señor lo ha dicho, pongamos manos a la obra y dejémosle a Él la responsabilidad.”

El resultado fue satisfactorio, en realidad estaba completamente asegurado. El Señor nunca da explicaciones por adelantado. Nunca nos dice de antemano cómo va a obrar o qué va a hacer. Siempre nos plantea un desafío de fe en él. Todo lo que requiere de nosotros ofrece abundante oportunidad para discutir con Él si ésta es nuestra disposición; humanamente hablando tendremos abundantes ocasiones para cuestionar. El que conoce al Espíritu sabe que la vindicación vendrá por el camino de nuestra rápida obediencia.

Este es el relato: sencillo, hermoso, lleno de principios vitales para la iluminación. Si quieres ver personas que siguen adelante, éstas son las cosas que requiere el Señor. Si quieres seguir adelante, estas son las cosas que yacen tras todo verdadero avance espiritual, todo verdadero salto hacia la luz, hacia el conocimiento, hacia una mayor plenitud del Señor.

Observa de nuevo a este hombre. Es un gran relato. Como sabes, la Biblia presenta a Etiopía como un tipo representativo de las tinieblas; pero aquí encontramos las tinieblas cambiadas en luz, en el completo resplandor del mediodía. Cristo es esta luz, y la base sobre la que se produce esta transformación es un corazón franco, humilde, resuelto y honesto en su búsqueda.

No sé lo que el Señor pueda estar diciéndote, pero el punto central de todo este asunto para nosotros es: “Aquí hay agua”. No estoy diciendo que el punto central sea el bautismo, pero sí que está representado por el bautismo. ¿Estamos dispuestos a ir con todo al sepulcro? ¿Hay algo a lo que estamos aferrándonos, nuestra posición, reputación, status y todo esto, o está todo siendo llevado al sepulcro? El Señor no tiene enfrente a un hombre que pregunta: “¿Es necesario que sea bautizado, debo hacerlo? Por supuesto, si Dios lo quiere, buscaré su gracia”. Sino a alguien que dice: “Aquí hay agua, ¿qué impide?” Esto es completamente otro enfoque. ¡Dime cualquier cosa que impida y trataré con ella! Hazte con un espíritu así. “Si puedes mostrarme cualquier cosa que impida mi avanzar en el camino que indica el Señor lo quitaré de en medio. ¿Qué quiere el Señor, Felipe? ¿Ves algún impedimento?”. Felipe no encontró nada en contra, sino todo a favor. Ambos descendieron juntos, y Felipe le bautizó. ¡Que el Señor ponga en nuestro corazón el significado de esto y nos conceda que seamos buenos etíopes en este sentido espiritual!

Tomado de «El llamamiento celestial», de T. Austin-Sparks. Fundación «El Campo de Dios», Países Bajos.