Cuando miramos el libro de Josué para extraer algunos principios espirituales respecto de Canaán, lo primero que encontramos es que la tierra no fue conquistada, sino simplemente tomada en posesión, como una herencia. En ninguna parte del libro se usa la palabra conquista; solo se habla de tomar la heredad, de recibir una posesión. Israel nunca conquistó nada; todo lo recibió en herencia. Así también es Cristo, que nos fue dado por el Padre como nuestra herencia.

Un segundo principio es que Dios fue delante de ellos, preparando el camino, y el pueblo fue detrás, recogiendo lo que Dios ya había hecho. El pueblo que Israel enfrentó era un pueblo atemorizado; ellos estaban espantados y temblando. Así también, el Señor Jesús ha derrotado a todos nuestros enemigos, y nosotros vamos detrás de él, reclamando lo que él ya ganó.

Un tercer principio se resume en lo que significa Gilgal. Gilgal fue el centro de operaciones mientras el pueblo avanzó en la toma de posesión. Gilgal nos habla del despojamiento del viejo hombre. Solo puede vencer uno que ha sido quebrantado, uno que ha sido debilitado casi hasta la muerte.

Un cuarto principio podríamos resumirlo así: solo recibimos lo que hemos explorado. El Señor dijo a Josué: «Yo os he entregado todo lugar que pisare la planta de vuestro pie». La clave es caminar por la tierra, para ir tomando posesión de ella. Entonces vamos diciendo: «Esto es mío», «Esto también es mío». La Escritura es el ‘mapa’ que nos guía en esta ‘exploración’ de Cristo.

Un quinto principio es una actitud de disponibilidad. Alguien ha dicho que los más grandes hombres de Dios no son aquellos que hacen más cosas, sino los más grandes receptores. Dios quiere darnos completamente a Cristo, pero no siempre estamos disponibles; estamos demasiado ocupados.

Dios no espera nuestra contribución, sino nuestra disponibilidad. En Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. En esta buena tierra, hay tesoros que están disponibles para buscadores de tesoros espirituales, para aquellos que han sido atraídos por Cristo, que están disponibles como aquella María que se sentó a los pies de Cristo.

Dios hoy nos invita, no para que traigamos nuestro dinero e intentar comprar una porción más de Cristo, sino para que vengamos a él, con nuestras manos vueltas hacia arriba, para recibir de la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Al principio de nuestra carrera, nosotros vinimos a la fe cansados, y el Señor nos hizo descansar. Pero tal vez hoy tú estás cansado por haber tratado de cumplir la ley; sin darte cuenta, te has deslizado de la fe a las obras.

Tiene que haber un cambio de perspectiva; tenemos que venir con nuestras manos vacías. Lo que tenemos en ellas –nuestras obras, nuestra justicia, nuestros métodos– larguémoslo; jamás nos dará la victoria. Cristo es nuestra herencia preciosa… ¡y gratuita!

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