La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto».

– Lucas 8:14.

La parábola del sembrador muestra cuatro tipos de tierra, figuras de cuatro tipos de corazones sobre los cuales cae la palabra de Dios. La palabra –la semilla– es la misma que reciben los cuatro, pero la suerte que ella corre depende del estado de la tierra – que es el estado del corazón del hombre.

El tercero de estos corazones es el corazón del que se habla en este versículo. Se trata de corazones que recibieron la palabra, por lo tanto, son personas salvas. Sin embargo, el problema de ellas es que no dan fruto.

Las causas de su infertilidad son tres: los afanes, las riquezas y los placeres. ¿Cuántos cristianos hoy están en esta condición? Ningún siglo ha ofrecido tanto al hombre, como el presente, para exacerbar los afanes, las riquezas y los placeres.

A medida que avanza el actual estado de cosas, y según la dirección que lleva el mundo, parece extremadamente difícil que el cristiano pueda escapar de estos «espinos». Se necesitará una intervención diaria y misericordiosa de Dios para poder escapar de este poderoso influjo y sus consecuencias.

Los afanes crecen cuando la economía de mercado echa sus raíces, con una competitividad cruel, que obliga al hombre al estudio y al trabajo absorbente. Los afanes aumentan, en un intento por satisfacer necesidades que no existen, azuzadas con una variedad de productos que están al alcance de la mano «para hacer feliz al hombre».

Las riquezas invitan al hombre a buscarlas, porque son sinónimo de éxito, de inteligencia y de poder. Tal vez muchos ricos no amen las riquezas en sí, pero las buscan por lo que ellas representan.

Los placeres, cual cantos de sirena, son difíciles de resistir, sobre todo si con ellos se pretende llenar el terrible vacío existencial que abate a toda la raza humana. Cuando el Señor habló a la mujer samaritana, era este el problema que estaba solucionando con ella. A una mujer así, sensual e insatisfecha, le quedaba un solo camino, aquel que el Señor le ofreció, porque todos los que ella había probado, habían fracasado.

Estas tres palabras parecen describir el mundo en que vivimos. La tremenda capacidad de síntesis de nuestro Señor resume en ellas todo el drama de nuestro tiempo. ¿Qué hacer? Los cristianos deberán echar mano a todos sus recursos espirituales para vencer en esta batalla – una batalla diaria y sin cuartel. ¡Que Dios tenga misericordia!

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